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Alma, la que me pone de buenas
Almadía publica Los placeres y los días, ?conjunto de crónicas de Alma Guillermoprieto.
No recuerdo exactamente cuándo descubrí el trabajo de Alma Guillermoprieto. Lo que sí recuerdo es que sentí un gran orgullo de leer que en las ligas mayores de periodismo narrativo estaba esta cronista mexicana que escribía para medios internacionales como cualquier cosa.
Y es que Guillermoprieto (qué chistoso que lleve por apellido el nombre de uno de nuestros clásicos de la crónica) escribe con la facilidad con la que Chuck Berry tocaba la guitarra. Es fácil de leer, lo que escribe es pertinente, yo diría que brillante.
Un cronista es algo así como un crítico de la realidad. ¿A qué me refiero? A que, así como un crítico de arte mira la obra y emite una opinión sobre su valor y sus características fundamentales, un cronista tiene que ver entre las líneas de la realidad (Carolos Castaneda dixit) y encontrar ahí lo que no es evidente. ¿Qué hay detrás de una guerra? No sólo los políticos tomando decisiones, no sólo destrucción, no sólo víctimas. Hay un conjunto de todo eso que da en un texto un panorama completo al que lo lea.
Alma Guillermoprieto logra eso en cada uno de sus textos, esté hablando de las guerras civiles de Centroamérica o de comida, o de cholitas bolivianas en un ring dándose en la torre en una función de lucha libre.
¡Y lo hace con una economía del lenguaje! Tomemos por ejemplo su perfil de Celia Cruz, publicado en su libro de reciente publicación Los placeres y los días (Almadía). Dice de la cantante, que viene llegando a su hotel después de un kilométrico concierto: El ajustado vestido color fucsia que leva bajo su corto abrigo de mink contraste demasiado contra su piel opaca, excesivamente chillón para esta tarde invierno. La fatiga desdibuja sus rasgos .
La fatiga desdibuja sus rasgos . Qué bonito. Puedo imaginar perfectamente a la gran Celia convertida en una señora normal que, sin peluca y afeites, lo único que pide es la piedad de la cama.
Alma Guillermoprieto nació para escribir pero eso no siempre lo supo. Hay cronistas que lo saben desde niños: Juan Villoro era un niño curioso, Leila Guerriero leías desde niña más de un libro a la semana. No así Alma. Alma quería bailar. Pasó su infancia y adolescencia en estudios de danza y se fue a Nueva York muy jovencita para perseguir el sueño del baile. No tenía un peso. Surgió la oportunidad, gracias a un amigo, de que escribiera sobre Latinoamérica para un pequeño periódico local. Y ya está: el bicho de la pluma le picó y la hizo suya.
En alguna charla pública Guillermoprieto contó que, como tantos cronistas de este lado del continente, creció con envidia de The New Yorker. Leía la revista gratis en la biblioteca Benjamin Franklin de la embajada estadounidense. Esos textos largos, ese lujo de darles espacio, sobre temas del momento, claro, pero también sobre temas que todavía no sabías que te interesaban. Ese fue el arca del tesoro de la infancia de Guillermoprieto.
Los placeres y los días es un volumen pequeño, casi un cuaderno, que recoge alguna de sus crónicas más ligeras. Está el perfil de Celia Cruz (sí, durante el texto Celia aparece cansada, lejos del ¡Azúuucar! ), un reportaje amplio sobre el Buenavista Social Club, un texto sobre las cholitas: indígenas bolivianas que le entran a la lucha libre al estilo mexicano para ganarse unos pesos pero sobre todo para tener una probada de gloria.
Mi texto favorito es un perfil de Diana Kennedy, una mujer extraordinaria. Es una gran historia: Kennedy es una mujer inglesa que legó a México hace 50 años. Con gran amor por la comida, pronto descubrió que la maravilla de la comida mexicana no estaba en los restaurantes de lujos, sino en las cocinas caseras, fondas, mercados, en las labores de las mayoras y en los secretos que guardan las amas de casa.
Dice de ella Alma: Diana es tan conocida por su ingenio como por su genio . O sea, la señora Kennedy es enojona. Pero también tiene la paciencia para viajar en su carrito por todo el país y meter la nariz en cocinas caseras y anotar cada detalle del platillo en cuestión. El perfil comienza con la Kennedy observando cómo una señora oaxaqueña hace un mole frutal. La señora Clementina mira absorta a Diana Kennedy, como una mariposa a una lepidopteróloga .
Creo que en este boom de la crónica latinoamericana (me parece que el boom ya mengua, ¿verdad?), mi escritora favorita es Alma Guillermoprieto. Aunque esté hablando de los momentos bélicos más terribles, en sus textos siempre hay un rayito de luz. Caray, si alguien sabe escribir así, vale la pena seguirlo intentando desde acá como dizque periodista.