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Arquitectura del Templo Mayor, símbolo de vida-muerte en Tenochtitlan, afirma Matos Moctezuma

En el marco del 44° aniversario del hallazgo del monolito de Coyolxauhqui, el investigador emérito del INAH dictó conferencia en la que explica que las diversas edificaciones del recinto sagrado se alineaban al “eje de la vida” y al “eje de la muerte”, definidos por los adoratorios de Tláloc y de Huitzilopochtli.

Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo. Foto EE: Cortesía INAH / Héctor Montaño

Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo. Foto EE: Cortesía INAH / Héctor Montaño

El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma ha mencionado que la base teórica del Proyecto Templo Mayor partió de los planteamientos del materialismo histórico, de manera que la pirámide principal del pueblo mexica expresa la superestructura que depende de las condiciones económicas, entre ellas las fuerzas productivas, “¿por qué? ¿Qué dioses están ahí? Tláloc y Huitzilopochtli, representantes de la producción agrícola y la guerra como medio económico de imposición, respectivamente”.

De esa afirmación partió el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para desarrollar la conferencia titulada Vida y muerte en el Templo Mayor, actividad organizada por el Museo del Templo Mayor, en el marco del 44° aniversario del hallazgo del monolito de Coyolxauhqui, la diosa lunar, que encabezó el arqueólogo Raúl Arana el 21 de febrero de 1978.

En su ponencia, homónima de uno de sus célebres libros, Matos Moctezuma expuso cómo las diversas edificaciones del recinto sagrado se alineaban a la dualidad del propio Templo Mayor, coronado en su lado norte por el adoratorio dedicado a la deidad de la lluvia, y en el sur por el consagrado al dios solar y de la guerra, de modo que define un “eje de la vida” y un “eje de la muerte”.

Los trabajos del Proyecto Templo Mayor (PTM) y del Programa de Arqueología Urbana (PAU) han ido afinando la relación de ciertas estructuras con dichos ejes definidos por la pirámide principal de los mexicas. Por ejemplo, frente al Templo Mayor, en su parte correspondiente a Tláloc, se encuentra un pequeño adoratorio, de 6 m por lado, uno de los más antiguos del recinto sagrado (alrededor de 1390 d.C.), del cual se extrajeron figuras que representan a esta divinidad de cuerpo entero.

Asimismo, en 2010, con el descubrimiento del Templo de Ehécatl en un predio de la calle Guatemala, por parte del Programa de Arqueología Urbana, se demostró su disposición directa con el adoratorio de Tláloc, deidad de la lluvia. Lo llamativo, dijo Matos Moctezuma, es que Ehécatl es la deidad mexica del viento, la corriente de aire que barre los cielos y atrae las precipitaciones, marcando así el inicio del ciclo agrícola.

“Por lo general, los templos a Ehécatl —aunque se han descubierto varios, este es el más importante— mantienen un eje hacia el oriente, hacia donde sale el sol, obedeciendo al mito de la reunión de los dioses en Teotihuacan para formar el quinto sol y definir el rumbo del que saldría el astro”, explicó.

Del lado sur, ajustados al adoratorio de Huitzilopochtli, se hallan los edificios vinculados a la vocación bélica del pueblo mexica, cuyos restos también han sido exhumados en años recientes: el Cuauhxicalco, localizado en el perímetro de la propia zona arqueológica, así como el Huei Tzompatli o Muro de Calaveras y la principal cancha de Juego de Pelota, ubicados en un par de predios de la citada calle Guatemala.

El arqueólogo detalló que en el Cuauhxicalco, un edificio circular decorado con esculturas de cabezas de serpientes, según fuentes históricas, tenían lugar las exequias de los tlatoanis o gobernantes mexicas, una hipótesis sobre la que sigue trabajando el investigador Leonardo López Luján, quien desde 2007 lleva a cabo excavaciones en este espacio.

Respecto al Huei Tzompantli, este fue ubicado por el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, responsable del PAU, y por la arqueóloga Lorena Vázquez Vallin, como jefa en campo, durante la supervisión de trabajos de rehabilitación de un inmueble de la calle Guatemala. De acuerdo con la documentación histórica, el edificio prehispánico constaba de una plataforma con dos cuerpos y una empalizada de postes de madera con travesaños que contenían cráneos de individuos sacrificados. De este elemento, los investigadores pudieron definir tres etapas constructivas, las cuales abarcan el periodo de 1440 a 1520 d.C.

A su vez, en esa misma calle, donde se localizó el Templo a Ehécatl, el PAU también descubrió los restos del costado norte de la principal cancha de Juego de Pelota de Tenochtitlan. Dicha sección de la estructura prehispánica, de 9 m de ancho, presenta tres etapas constructivas que comprenden de 1481 a 1502 d.C.

Para la mayor comprensión de cómo fue el recinto sagrado de la capital tenochca, en fechas recientes, se colocó una maqueta del mismo en la Plaza Manuel Gamio, donde se encuentra la Zona Arqueológica del Templo Mayor, incorporando los resultados de las últimas investigaciones, en las que “tanto la arqueología, como las fuentes históricas, se funden para tener una visión más completa de este escenario ritual”, concluyó Eduardo Matos Moctezuma.

kg

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