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Arte e Ideas

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Carlos Fuentes a su memoria y para la memoria

Figura dominante en el panorama nacional del siglo XX, Fuentes dejó la región que desde hace mucho dejó de ser transparente y ahora es más oscura.

Fue una figura dominante en el panorama nacional del siglo XX. Por muchas cosas: por su cuidadosa exploración de México y lo mexicano a través de la literatura por haber sido ele creador de una obra extensa que usaba un lenguaje audaz y novedoso y era capaz de incorporar neologismos, crudezas coloquiales, palabras extranjeras, las frases más correctas y las más insólitas y porque era un autor que no gritaba pero escribía y podía decir por escrito lo que nadie se atrevía a escribir con todas sus letras. Porque fue portavoz, a veces al mismo tiempo y en muchas ocasiones, de la expresión más bella o de la más chocante. Chocante como un shock eléctrico. Porque todo lo que hizo Carlos Fuentes deslumbraba si es que no enceguecía.

Este escritor–muy guapo, muy alto y elegante como ya es sabido- nació con el nombre de Carlos Fuentes Macías en la ciudad de Panamá, porque su padre era miembro del cuerpo diplomático mexicano en aquel país. Puede ser que ni los Hados supieran que se convertiría en uno de los más grandes escritores latinoamericanos de la época precisa. Es decir, de todos los tiempos. Desarraigado y viajero sin quererlo, fue en Panamá donde el joven Fuentes estudió historia y geografía de México pues pasarían varios años para que pisara tierra azteca. Mientras tanto vivió en Santiago de Chile y Buenos Aires donde conoció a Pablo Neruda y platicó con David Alfaro Siqueiros. Llegó a México a los 16 años y obtuvo el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos. Hizo la preparatoria, obtuvo el título de Licenciado en Derecho por la UNAM. En 1950 viajó a Europa donde realizó estudios de Derecho Internacional en la Universidad de Ginebra pero para entonces ya era un colaborador regular de la revista Hoy, había escrito algunos cuentos y se dedicaba a pensar en el lenguaje. Y de pronto, a los 29 años, escribió su primera novela: La región más transparente.

Más allá del clásico de la literatura mexicana en que se convirtió, la novela lanzó a la literatura mexicana al estrellato cultural, marcó el final de la escritura dedicada a la Revolución y se convirtió en un parteaguas en todos los sentidos. Por sus personajes, su estilo, su clara factura literaria y porque el protagonista principal fue toda una época, un lugar claro –y transparente- que en su momento sorprendió y hoy nos provoca la más atroz, pero también la más feliz de las nostalgias. Notable e inolvidable este fragmento:

Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México D.F. Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre que me punza como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñen de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana. Juego, acción, fe -día a día, no sólo el día del premio o del castigo: veo mis poros oscuros y sé que me lo vedaron abajo, abajo, en el fondo del lecho del valle.

Después vinieron otras obras, todas imprescindibles: La muerte de Artemio Cruz, Aura, Las buenas conciencias, Zona Sagrada, Cambio de piel, Terra Nostra, La cabeza de la hidra, Gringo Viejo Cristóbal Nonato, El espejo enterrado y más de otra docena. Todo ello sin hablar de los cuentos, los ensayos, las colaboraciones periodísticas ininterrumpidas. (No hay que olvidar que el legendario suplemento México en la Cultura del extinto periódico Novedades, encabezado por Fernando Benítez, lo reunió con Elena Poniatowska, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.

Viajero frecuente y escritor incansable en uno de sus textos recientes para la revista Nexos, titulado simplemente Onetti, plantea la pregunta universal de la literatura. ¿Cuáles son los límites entre lo real y lo ficticio? ¿Cuáles, entre lo ficticio y lo soñado? ¿Cuáles, entre lo soñado y lo imaginado? Y así regala a los lectores una entrevista con el escritor Juan Carlos Onetti, del que afirma su escritura es como todas las que deben ser buenas un deleite de creación para todos los escritores y lectores. Para contestarla Carlos Fuentes apeló a la vida diaria, a la imaginación, el sueño y el trabajo.

Dijeron los periódicos de ayer que Carlos Fuentes venia de la Feria del Libro de Buenos Aires donde había ido a promocionar su último libro Federico en su balcón. y que el lunes iba a empezar una novela nueva: El baile del Centenario. Seguramente escribió unas páginas porque solía decir que su sistema de juventud era escribir. Pero llegó el final. Y hasta su propia muerte fue como descarga eléctrica. Un martes, de mayo, el Día del Maestro del año 2012, en la Ciudad de México. En esta esta región que hace mucho tiempo ya dejó de ser transparente y a partir de ayer es más oscura.

klm

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