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Arte e Ideas

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El médico de dinosaurios

Ángel Ramírez Velasco ha analizado 9,446 fósiles de fragmentos de hueso y huesos completos de los cinco grupos de dinosaurios que se han hallado en México buscando sus enfermedades.

Ángel Ramírez Velasco está convencido de que si uno quiere estudiar la vida, lo mejor es hacerlo con algo muerto. Y en las lesiones de fósiles encontró historias de vida.

Los dinosaurios también enfermaban. La gente piensa en ellos como inmortales. Invencibles titanes. Pero no, su salud adolecía como la de cualquier ser vivo , comentó. Porque si de algo está segura la biología es que esos animales de aspecto fantástico estuvieron vivos 240 millones de años atrás y, a pesar de su apariencia de fortaleza, agonizaron hace 66 millones de años, dejando a las aves como sus descendientes. Así de frágil es la vida , añadió.

Ángel Alejandro Ramírez Velasco es un joven de 29 años con personalidad de niño, pero cuando toma entre sus manos los dinosaurios de plástico que usa en sus clases de Paleobiología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y explica las características de cada especie, su actitud se transforma en la de un científico experto: es el primer y único paleopatólogo de dinosaurios en México. Un paleopatólogo es un estudioso de las enfermedades padecidas hace millones de años.

Ramírez Velasco analizó 9,446 fragmentos de hueso y huesos completos pertenecientes a los cinco grupos de dinosaurios que se han hallado en México. A partir de sus resultados organizó una clasificación de padecimientos de estos gigantes que vivieron en esta región: en mayor porcentaje (49%) encontró alteraciones traumáticas, es decir, a consecuencia de golpes e impactos; identificó tumores benignos y uno maligno; afecciones de tipo inflamatorio, daños degenerativos y trastornos de desarrollo. De las lesiones, 11% las declaró por causas desconocidas.

Aneurismas, fibromas, osteomielitis, artropatías, espondilitis, anemias y fracturas son algunos de los principales padecimientos de los animales vertebrados elegidos por Ángel Ramírez para comparar las lesiones observadas en huesos de dinosaurios.

De la repisa donde yacen los lagartos de plástico, el paleopatólogo levanta un gran cráneo de Tyrannosaurus colocado detrás de la hilera de bestias crestadas y otras que asoman sus fieros colmillos. También está hecho de plástico, duro, todo colorido. Explica que era blanco pero para facilitar la identificación de sus huesos los pintaron, cada uno, de un color distinto.

Un paleontólogo? entre veterinarios

Ángel Ramírez Velasco hizo la maestría en Ciencias de la Producción y de la Salud Animal, en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, convencido de que si quiere formarse como paleontólogo tiene que buscar los medios para adquirir todo el conocimiento que necesita.

Él requería conocer el funcionamiento normal de los huesos. La biología, la licenciatura que estudió con especialidad en paleontología, está enfocada a entender cómo funciona la vida, cómo se forma, su evolución. En cambio, los veterinarios examinan aspectos como el desarrollo de las enfermedades y la fisiología de los animales vertebrados, explica.

En un principio los veterinarios veían raro que pretendiera estudiar dinosaurios en la Facultad de Veterinaria. Pero en Ángel Ramírez no hubo prejuicios ni dudas.

La paleopatología es el estudio de las enfermedades encontradas en restos de animales extintos o fósiles, es decir, en cualquier evidencia de vida del pasado conservada por procesos naturales. En México, la mayoría de los estudiosos de esta disciplina son antropólogos físicos y analizan restos humanos de hasta 11,000 años de antigüedad, aproximadamente.

Ángel Ramírez se fue mucho más lejos, al último periodo de la era Mesozoica, el Cretácico. Los ejemplares que analizó tienen antigüedades de 84 a 72 millones de años.

Su sueño comenzó en la infancia. Cuando escuchaba a los paleontólogos en los documentales no creía cómo podían asegurar tantas cosas con sólo mostrar un hueso.

El pato antiguo de Tiquicheo

El estudio del rastro que la vida deja escrito en los huesos lleva a reconstruir la historia de un ser. Ángel Ramírez habla como el biógrafo de un dinosaurio michoacano: Huehuecanauhtlus tiquichensis (pato antiguo de Tiquicheo), dinosaurio herbívoro, primitivo del linaje de los hadrosaurios o pico de pato, que vivió hace 84 millones de años en Tierra Caliente, en las laderas de un volcán ya desaparecido, donde hoy limitan los municipios de Tuzantla y Tiquicheo.

Debió morir solo. Habitaba en las laderas de un volcán donde ocurrió un deslave, las rocas lo golpearon y lo enterraron. El fenómeno natural está registrado por estudios de geología en la región. Al ser arrastrado cuesta abajo se desmembró, luego llegaron animales carroñeros, porque encontramos dientes de carnívoro junto a sus restos. Creemos que los Picos de Pato vivían en manadas pero este ejemplar sufría una enfermedad que le generó complicaciones en su locomoción y ya no pudo alcanzar a su manada , detalló.

Derivado de los estudios para su tesis de licenciatura, el joven paleontólogo bautizó al ejemplar como Huehuecanauhtlus tiquichensis y se convirtió así en el primer mexicano en nombrar a un dinosaurio encontrado en el país. Pero no sólo hizo la identificación de la especie a la que pertenece y lo nombró, sino que al ver las deformaciones en sus huesos decidió adentrarse en la medicina para reconocer con precisión de qué se trataba. Fue cuando comenzó su maestría.

El pato antiguo de Tiquicheo fue descubierto en el 2003 por el geofísico Mouloud Benammi, en Barranca los Bonetes, Michoacán, en la carretera que va de Tiquicheo a Huetamo. Ramírez Velasco, entonces estudiante de Biología, participó en su rescate. Así conoció el ejemplar que conserva una extraña lesión: una de sus costillas está rota pero se fusionó a la vértebra, parece como si sus huesos se hubiesen infectado por bacterias o virus.

Ángel Ramírez asegura que ésta es la lesión en animales vertebrados más antigua que se ha encontrado en México. El dinosaurio vivió hace 84 millones de años. Una sorpresa porque la mayoría de los pico de pato descubiertos en el país datan de hace 72 millones de años , dijo.

Para Ramírez fue imposible identificar con exactitud el tipo de lesión que padeció Huehuecanauh-?tlus, pero es probable que se trate de una infección provocada por formas de vida que se extinguieron con los dinosaurios y por el estrés de un traumatismo, porque no existen lesiones similares en las formas de vida actuales.

Cáncer en dinosaurios

Otro pico de pato, conocido como Hadrosaurio de Cañón del Oso por la localidad donde se descubrió en el cañón más elevado de Coahuila, La Boca del Oso, a 2500 msnm , padeció cáncer. Por lo menos así lo indica el estudio de Ángel Ramírez, que identificó un tumor maligno en su vértebra cervical:

Es una neoformación ósea de 14 centímetros de ancho y 6.5 de alto, extendida de manera expansiva e invasiva de textura irregular como un cinturón, en el hueso normal .

Debió dolerle mucho , dijo el paleopatólogo, quien prefiere no hablar de enfermedades, sino de lesiones, pues para asegurar un padecimiento tendría que hacer estudios a nivel celular, bioquímicos y eso es imposible en fósiles. Por eso los veterinarios aconsejaron describir lesiones en huesos, no enfermedades , afirmó.

Quizá las aportaciones de la paleopatología de dinosaurios no sean directas a la medicina actual, pero mientras más las conocemos, más sabemos de la vida, de su desarrollo y de su vulnerabilidad , afirmó el joven científico, para quien la historia de las enfermedades es la historia de la vida, son códigos que describen los cambios de los organismos que han habitado el planeta.

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