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En el periodismo, “la cultura da prestigio, no dinero”: Virginia Bautista
La homenajeada por sus 37 años de trayectoria en los medios señala que actualmente se sufre una despersonalización del periodismo y que la maquila de información está desplazando el trabajo de investigación cultural, “y esa es la crisis más dolorosa”.
El periodismo cultural que hoy sobrevive en las páginas de los diarios impresos y se aferra con las uñas del trabajo diario, proviene con dolorosos raspones de una triple crisis: el retiro de la publicidad gubernamental de los medios impresos, una pandemia y su adversidad económica que impactaron profundo en este, uno los eslabones más viablemente sacrificables en los medios de comunicación, con recortes de personal y de espacio.
Por otro lado, si bien la conversión al mundo digital y la inmediatez que derivó de esta ha permitido optimizar el ritmo de trabajo, también es motivo para el detrimento de la calidad periodística en la cultura.
Así lo asimila la periodista Virginia Bautista en conversación con este diario momentos antes de recibir el Premio Nacional de Periodismo FILEY 2023, otorgado por la Feria Internacional de la Lectura Yucatán en su undécima edición, en reconocimiento por sus 37 años de trabajo periodístico, ese bicho que, para bien y para mal, suele demandar de quien lo ejerce la disolución de los límites entre la vida personal y la profesional.
Pero esta no es la primera ni será la última crisis que afronte el periodismo especializado en la cultura, señala, y durante su discurso, lo reitera así: “crisis es una palabra familiar en el ejercicio periodístico, sobre todo en el periodismo cultural. Pero hay otras palabras con las que hemos cohabitado desde hace décadas y que no nos han asustado ni nos han detenido, como censura, precariedad, menosprecio, indiferencia. Claro que estas actitudes no son exclusivas de las secciones culturales, pero aquí detonan de una manera especial”.
“La tormenta perfecta”
En la entrevista, la colega anticipa y amplía las ideas luego vertidas en su discurso, para reconocer el terreno que pisa el oficio.
“El periodismo cultural atraviesa una tormenta perfecta que además se agrava más por el ruido interno”, opina Bautista y amplía que la necesidad económica de posicionar los contenidos y, si es posible, viralizarlos, ha banalizado el trabajo y ha reducido la extensión de los textos hasta impedir el desarrollo de un tema ante la prioridad de consignar el hecho periodístico con toda brevedad.
“Todas las herramientas tecnológicas nos están facilitando la vida, porque puedes resolver todo más rápido, tienes acceso inmediato a los datos. Pero, en contraparte, se está perdiendo la calidad de los contenidos. Se está perdiendo el reportaje y la posibilidad de elegir y dar seguimiento a los temas propios. Ahora estamos maquilando y no hay tiempo para la investigación, ni hay espacio. Y esa es la crisis más dolorosa y urgente de atender”.
Ante todo esto, cuestiona Bautista, ¿dónde queda el tiempo, el personal y la disposición colectiva para profundizar en la información, para hacer reportajes de fondo y, sobre todo, cumplir con una de las vocaciones primordiales del periodismo cultural: contribuir a la formación de lectores críticos?
“Además, los editores, los directores de periódicos, esperan que la cultura les dé la publicidad que les dan secciones como espectáculos y deportes, pero esto no va a suceder. Lo que te da la cultura es prestigio, no te da dinero, y mientras los medios sigan midiendo los resultados con la misma tabla rasa, (desde la prensa de cultura) no vamos a tener oportunidad de competir”.
El cambio generacional
En sus casi cuatro décadas de vocación, Virginia Bautista se ha hecho espacio para ejercer la docencia. Desde esta experiencia, observa en el cambio generacional un impasse adicional: “el 90% de los maestros que están formando a los nuevos comunicólogos no ejercen el periodismo. Todo es muy teórico y eso genera un desfase entre la educación y el ejercicio del periodismo. Los alumnos salen desorientados.
“Los medios no estamos preparados para guiar a los nuevos colegas y mucho menos para formarlos. Ahora tenemos la agenda triplicada, algunos tenemos que trabajar notas para impreso, para web, televisión y radio. Con todo esto, los que estábamos acostumbrados a trabajar más en equipo, ahora no tenemos de otra más que ser lobos esteparios”, explica en relación al trabajo solitario por la atomización, precarización y reducción de las plantillas en las secciones culturales. Y todo esto, señala, deriva en “una despersonalización del periodismo”.
Ahora bien, observa un lado positivo que brota de esta “tormenta perfecta”: “a partir del retiro de la publicidad oficial se está ganando libertad periodística. Los periódicos tienen la oportunidad de ser un poco más críticos. Por eso, en lo individual hay que buscar esos resquicios y ser más atrevidos, hay que tener confianza en uno mismo y negarse a la autocensura, porque adoptarla es la perdición”.
Por último, sugiere que, después de una pandemia que orilló a todo el mundo al aislamiento, regresar a la calle, al lugar de los hechos, es la obligación de los periodistas. “Hay que volver a ser testigos de primera línea”.
Una amplia trayectoria
La galardonada fue postulada por el Instituto Nacional de las Bellas Artes y Literatura (INBAL) y por el periódico Excélsior. Inició su trayectoria en el periódico El Vigía, en Ensenada, Baja California, pero ha pasado por las redacciones de medios como El País y Reforma.
Ganadores del Premio Nacional de Periodismo FILEY
2018: Miguel de la Cruz
2019: Merry MacMasters
2020: Leticia Sánchez Medel
2022: Sonia Sierra
2023: Virginia Bautista