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Escribir significa no estar seguro: Juan Villoro
Inició en El Colegio Nacional el ciclo de conferencias Mente y escritura.
Con un homenaje para Sergio Pitol y un reconocimiento a su vocación como novelista a pesar de la merma mental que padeció en sus últimos años, el escritor y académico Juan Villoro dio inicio la semana pasada al ciclo de conferencias Mente y escritura en la sede de El Colegio Nacional. Dicha primera parte recibió por nombre Viaje al centro de la mente literaria y fue el contexto adecuado para que el autor de El testigo recordara cómo Pitol, su amigo y mentor, fallecido el pasado 12 de abril, en Xalapa, Veracruz, afrontó la merma de sus recuerdos y aún así fue capaz de escribir la célebre Trilogía de la memoria.
Recordó que desde 1978 trabaron una fuerte amistad a lo largo de la cual fue testigo de cómo Pitol pasó de autor minoritario a figura de culto, hasta que en 2005 se convirtió en el tercer mexicano en recibir el Premio Cervantes antecedido por Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Relató además que durante los años previos y posteriores a la recepción del máximo galardón para las letras en español, Pitol, de quien después se sabría que sufría de alzheimer y de una afasia progresiva, luchó varios años por recuperar las memorias de sus lecturas, de sus autores favoritos, de sus viajes por el mundo, para seguir escribiendo.
Villoro dijo que “en su libro El arte de la fuga, Pitol relata la sesión de hipnosis a la que se sometió para dejar de fumar. Ya en trance, un proceso asociativo lo llevó a un momento doloroso, sepultado en capas temporales que creía olvidado para siempre: con rara objetividad, como si hubiera tenido esa imagen a su alcance durante décadas, vio a su madre después de haberse ahogado en el río Atoyac. La precisión con que recobró el episodio le hizo saber que eso nunca había desaparecido para siempre. En forma accidental la hipnosis llevó al novelista a un descubrimiento estético. No dejó de fumar y en ese sentido la terapia fracasó, pero decidió convertir lo experimentado en sistema de trabajo. A partir de entonces comenzó a explorar su memoria, a buscar esos recuerdos que estaban ahí y requerían de una circunstancia especial para florecer. Y así escribió El arte de la fuga, El mago de Viena y El viaje”.
Villoro reconoció que Sergio Pitol desarrolló una fortaleza emocional y mental capaz de superar el deterioro de su memoria y lo equiparó con otro grande de las letras en español, también ganador del Cervantes en 1979:
“(Jorge Luis) Borges comentó que Dios le había deparado la magnífica ironía de brindarle los libros y la noche, es decir, la literatura y la ceguera. Algo semejante sucedió con Pitol en la primera década de este siglo: el expedicionario que buceaba por escrito en sus recuerdos para sorprenderse a sí mismo y que comenzó a perder memoria”. Pero señaló que Pitol vivió convencido de que no hay mayor estímulo para la mente que la enfermedad.
Los secretos también cuentan
Villoro usó el ejemplo del también autor de Domar a la divina garza para proponer que “todo escritor escribe cosas que no pensaba escribir y llega por accidente a esos resultados o porque los materiales le señalan la conveniencia de que el texto se vaya por un lado que él no pensaba seguir. Es decir que el autor se extravía para encontrar el camino que buscaba en secreto. Necesita perderse y esa pérdida es muchas veces la ruta correcta”.
Agregó que la consciencia narrativa incluye, necesariamente, cosas que no se dicen sino a las que simplemente se alude; que esa es una de las grandes obligaciones de los escritores: la masa por debajo del iceberg, el significado secreto de las cosas que se dicen.
“¿Por qué creemos una historia?”, cuestionó y de inmediato dio respuesta: “Las historias no tienen que ser verificadas, a diferencia del reportaje que tiene que ser verificadas en el mundo de los hechos, pero debemos creerlas por la lógica y la verosimilitud que los escritores despliegan en sus páginas”.
Recalcó que dicha verosimilitud requiere de personajes que sean creíbles, con suficientes elementos contradictorios para parecer de carne y hueso, y no por el contrario personajes que sean arquetipos sino ricos en vida, que afronten conflictos entre la razón y la emoción.
Agregó que Tolstói demostró “que las familias felices no tienen historia”. Explicó que es menester que para que haya un historia se requiere de un problema “porque el sufrimiento nos individualiza”, que la literatura continuamente está buscando circunstancias que demuestran que la realidad es imperfecta, demostrando que quienes ahí viven son sujetos vulnerables.
“Hay muchas maneras de escribir, muchos estilos literarios, pero lo importante es que todos esos estilos y lenguajes parten de una paradójica respuesta: escribir significa no estar seguro”, resolvió finalmente.
La próxima sesión del ciclo Mente y escritura, titulado La consciencia narrativa, ese efectuará en las mismas instalaciones el miércoles 28 a las 19:00 horas.