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Arte e Ideas

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“Hacer firmas de base científica no necesita leyes sino voluntad”

El premio Nobel platica sobre su experiencia y los beneficios que ha obtenido en su colaboración con la industria.

De los 36 premios Nobel que estuvieron en el Lindau Nobel Laureate Meeting 2014 y a los que tuve la posibilidad de entrevistar durante mi estancia allá (en realidad no es cierto que me hubieran dado 36 entrevistas), el que más prometía para mis propósitos periodísticos era Robert Huber.

Y mi plática con él tuvo el efecto de una ducha fría. Es decir, primero me sorprendió; luego, no estaba yo muy seguro de si charlar con él era algo agradable o desagradable, pero al final concluí que lo que me dijo me despertó y que había sido muy saludable y energizante.

Huber me resultaba particularmente interesante, porque decidió dar su conferencia magistral sobre el traslado de la ciencia a la empresa, tema en el que está versado, ya que es el fundador de dos empresas, Proteros (que ya tiene más de 70 empleados) y Suppremol (que inició recientemente), las cuales tienen dos modelos de negocio diferentes, pero ambas basadas en investigación básica académica en biología estructural .

Así que, tras escuchar su conferencia y antes de hacerle mi primera pregunta, le conté, muy orgulloso, que yo venía de México, donde recientemente (el 16 de junio) se había firmado entre representantes de empresarios y científicos el Acuerdo para el Impulso y Fortalecimiento Nacional de la Innovación y Desarrollo Tecnológico Industrial y la Vinculación Efectiva entre Universidades y Sector Productivo: La inversión privada como motor para el desarrollo científico y tecnológico nacional (por supuesto que le hice un resumen del nombre), y que el Congreso se había comprometido a legislar de acuerdo con los resultados de los foros.

Así que mi primera pregunta fue qué ventajas o desventajas veía en la legislación alemana que pudiéramos copiar o evadir en México, para hacer más fluido el traslado del conocimiento y sus aplicaciones de la academia a la empresa.

EL DUCHAZO

La verdad que no me esperaba su evidente gesto de desagrado y sus primeras palabras: No entiendo muy bien eso del acuerdo o qué ley o regla esperan, ni qué puede aportar el gobierno. Este traslado del conocimiento usualmente tiene una base personal , dijo.

Y puso como ejemplos casos personales. Si yo sé del interés que puede tener, digamos, una compañía farmacéutica en un sistema que yo estudio, los busco y discutimos e intercambiamos. Este tipo de casos suceden mucho (en Alemania, debió agregar). Tengo estudiantes de doctorado pasando parte de su tiempo en la industria y luego regresan al laboratorio y hacen otra parte del proyecto. E incluso tengo un grupo industrial en mi laboratorio académico. Las negociaciones se llevan a cabo entre el Instituto Max Plank y la empresa.

Suele haber conflictos de interés, porque la investigación académica tiene que ser publicada, y a la industria le gustaría retrasar la publicación, y el balance entre esos intereses es complicado. El gobierno no tiene nada que ver, pero sí tienen que intervenir los abogados.

A nosotros (en el caso de Proteros) nos tomó casi un año de negociaciones llegar a un acuerdo que aprobaran los dos lados. Y entonces tuve a este grupo industrial trabajando para mí por más de 10 años. Tuvimos como 40 publicaciones a partir de esa colaboración. No sé qué puede hacer el gobierno, más allá de hacer programas de financiamiento .

Pero existe una ley en México que impide que los investigadores se beneficien de sus descubrimientos cuando éstos llegan al mercado (...) , empecé a decir.

Claro me interrumpió , también en Alemania. No puedes tener un empleo en la academia y otro en la industria, pero puedes colaborar, y el dinero que da la industria no es para ti, es para el proyecto .

DESCUBRIMIENTO IMPORTANTE Y REVOLUCIONARIO

Robert Huber obtuvo una tercera parte del premio Nobel en 1988 por desentrañar la forma en la que se lleva a cabo la fotosíntesis, la reacción química más importante que se lleva a cabo en la Tierra , según el comité del Nobel que entregó las otras partes del premio a Harmut Michel (colega de Huber en el Instituto Max Plank de Bioquímica en Martinsreid) y a Johann Deisenhofer.

Pero además de importante, el trabajo de Hubert, Michel y Deisenhofer fue revolucionario, ya que su estudio fue pionero en dos sentidos, y fue sorprendentemente rápido.

La clave para poder hacer su descripción fue lograr cristalizar (para su posterior análisis por una técnica llamada difracción de rayos X) las proteínas de membrana, algo que durante mucho tiempo se consideró imposible.

Michel logró, en 1980, cristalizar por primera vez, una proteína de membrana, la bacteriorodopsina. Ésa fue la primera revolución. Y apenas dos años después cristalizó el centro de reacción completo de la bacteria fotosintética Rhodopseudomonas viridis.

Para 1984, Hubert, Michel y Deisenhofer habían resuelto la estructura tridimensional del centro de reacción fotosintético de R. viridis (es decir, averiguaron la ubicación de cada átomo de las proteínas que lo integran). En aquel momento, era la estructura molecular más compleja que se hubiera resuelto (y eso que lo escogieron por simple, pues los centros de reacción de la bacterias son más sencillos que los de las plantas).

El proceso fotosintético es realmente complejo, pues consta de una serie de transformaciones energéticas. Primero el pigmento clorofila capta la luz y convierte su energía lumínica en eléctrica, lo que activa un sistema de transporte de electrones, que genera enlaces de alta energía química (todo esto ocurre en el centro de reacción). La energía de enlaces es para mover protones de un lado a otro de la membrana en que está y con ese potencial electroquímico se obtiene otra vez energía química en forma de una molécula llamada ATP (una suerte de moneda energética que se usa en la célula).

Con sus compañías, Huber sigue desentrañando estructuras protéicas, de enzimas útiles para la agroindustria o la farmacéutica en Proteros y de proteínas que puedan regular la respuesta inmune en Suppremol.

manuel.lino@eleconomista.mx

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