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Homenaje a Miguel García Mora
Allegro molto - José Alfredo Páramo. El cálido ambiente de la Sala Carlos Chávez contrastaba con el frío del exterior: en ella se habían reunido amigos, parientes, investigadores, músicos, discípulos, amigos y familiares de uno de los grandes pianistas mexicanos de todos los tiempos.
La lluvia caía pertinazmente la tarde del sábado en el Centro Cultural Universitario.
El cálido ambiente de la Sala Carlos Chávez contrastaba con el frío del exterior: en ella se habían reunido amigos, parientes, investigadores, músicos, discípulos, amigos y familiares de Miguel García Mora (1912-1998) para escuchar la conferencia en homenaje del que fue uno de los grandes pianistas mexicanos de todos los tiempos, funcionario de la UNAM y del Instituto Nacional de Bellas Artes, promotor infatigable de la música mexicana y de otros países.
Participaron Luis Herrera de la Fuente, Gloria Carmona, Raúl Herrera y Fernando Díez de Urdanivia.
La investigadora Gloria Carmona se refirió a García Mora como un pianista y músico ejemplar; hizo un recuento de los logros del maestro en la formación de un público nuevo al que dio a conocer las obras más recientes de Francis Poulenc (1899-1963), Darius Milhaud (1892-1974); Arthur Honegger (1892-1955), Claude Debussy (1862-1918) y Béla Bartók (1881-1945), entre otros genios del siglo XX.
Gracias a él, se estrenaron en México obras de la importancia del Concierto para órgano, cuerdas y timbales y las óperas Las tetillas de Tiresias y Diálogos de las carmelitas, de Francis Poulenc; El ruiseñor, de Igor Stravinsky (1882-1971); El niño y los sortilegios, de Maurice Ravel (1875-1937), y la Sinfonía Turangalila, de Olivier Messiaen (1908-1992), por mencionar unas cuantas.
Recordó las palabras de Carlos Chávez: Al público hay que enseñarle a pedir; para darle lo que le gusta, están los medios de comunicación masiva .
Se refirió, asimismo, a los músicos que desempeñaron una activa labor en los tiempos de García Mora, como Sally van den Berg, Irma González, Luz Vernova, Juan D. Tercero, el Cuarteto Lener, Narciso Yepes, Jaime y Ruth Laredo y Alfred Brendel, entre otros.
La de Miguel García Mora fue una vida al servicio del arte y su disfrute , concluyó.
El intérprete, investigador y administrador cultural Raúl Herrera comentó que él empezó tarde en la música porque no tenían piano en su casa; pero fue un disco de valses mexicanos de 1900, interpretados por García Mora, lo que dio un vuelco a su vida.
Entre las anécdotas referidas, se encontró la ocasión en que acompañó a la soprano Irma González en la interpretación del ciclo Las iluminaciones, de Benjamin Britten (1913-1976), sobre poemas de Rimbaud, que en esa ocasión fueron traducidas al español, en forma asombrosa, por García Mora.
El maestro obtenía del piano un sonido muy robusto y muy firme , recordó. El Concierto para piano y orquesta de José Rolón (1883-1945), que en un momento voy a escuchar con la OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl, existe gracias a que lo tocó García Mora .
Recordó también la actividad del maestro en las misiones culturales del vasconcelismo que, de paso, lo enriquecieron al tener la oportunidad de conocer una gran cantidad de canciones folclóricas.
Fernando Díez de Urdanivia evocó la época en que tuvo la locura de grabar música de concierto , cuando le costó mucho trabajo convencer a García Mora para que hiciera para su empresa un recital de encores en la Sala Chopin, de don Antonio de la Borbolla.
Hablar de Miguel me duele y me alegra , afirmó. Un día tuvo que venderme su piano August Foerster. Más que vendérmelo, me lo regaló. La condición que me puso fue la de poder ir a mi casa de vez en cuando, para estudiar en él.
Yo vivía en Tepepan, arriba del cerro, cerca de la parroquia. Miguel se bajaba del autobús en la calzada de Xochimilco y subía con sus pasos rápidos y nerviosos. Cuando yo no había salido, lo recibía y trataba de hacerle plática mientras se reponía de la caminata. Casi me cortaba. Se iba directamente al piano e iba llenando el aire con el Clave bien temperado de Bach. Permanecía varias horas tocando, y cuando el silencio volvía, sabíamos que Miguel se había marchado .
El maestro Luis Herrera de la Fuente recordó que conoció a García Mora en el hueso . Refirió: Como los músicos lo mismo servimos para un barrido que para un regado, acepté su invitación para participar con él en la secuencia de un concierto para dos pianos en una película de Miroslava.
Así fue como nos dimos la mano por primera vez. Fuimos grandes amigos en la profesión, en el sudor, en la penuria y en el éxito .
Entre las grabaciones de obras interpretadas por Miguel García Mora, que se escucharon en la velada, destacó la celebérrima pieza Adiós, de Alfredo Carrasco (1875-1945), en la que hace su intérprete una versión peculiar y enriquecedora.
Esta pieza forma parte del recital de encores grabado por Miguel García Mora en 1983 en un piano Steinway de la Sala Chopin (Disco LUMC-8302 de la etiqueta Luzam). En la portada se encuentra una fotografía del intérprete. En la contraportada y en el disco mismo, una toma de su mano izquierda.