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Arte e Ideas

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La apropiación de la ciudad a través de la memoria, según Juan Villoro

El escritor disertó sobre las pérdidas de la Ciudad de México en Mextrópolis Festival de Arquitectura y Ciudad.

“El ciudadano contemporáneo experimenta la ciudad a partir de sus cambios y de sus destrucciones”, dijo la mañana de este lunes el escritor y cronista Juan Villoro durante la plática que ofreció en un Teatro Metropólitan prácticamente lleno, como parte del primer día de conferencias de Mextrópoli Festival de Arquitectura y Ciudad, que desde el pasado viernes se lleva a cabo en la capital del país.

Villoro ofreció su lectura como cronista y escritor del proceso de urbanización de las grandes ciudades, en particular de la Ciudad de México. Se refirió, principalmente, a lo esencial de la recuperación de la memoria para dotar de sentido a la urbe a través del tiempo.

“A lo largo de 70 años del siglo XX, la Ciudad de México creció 700 veces (...) ¿Cómo captar una ciudad que nos excede de tal manera?”, cuestionó.

Hacer memoria

El autor de El vértigo horizontal refirió que así como el terreno de la Ciudad de México tiene memoria del agua que la ocupó y sobre todo cuando la actividad sísmica se hace evidente, los habitantes de la ciudad solemos tener un tipo de memoria que nos permite apropiarnos de ella: la nostálgica.

Explicó que por lo regular una ciudad tiene un referente natural que suele delimitarla: un río, una montaña o el mar. En el caso de esta población urbana, dijo, era un lago, que fue destruido por sus propios habitantes. “Posteriormente nosotros pasamos a la destrucción del cielo”, añadió en referencia a “la doble pérdida” que padecemos los habitantes de esta urbe: la del agua y la del cielo.

Señaló que esa doble pérdida ha sido advertida por la literatura, la cual ha servido como “un aparato lento de radiografía” de la ciudad.

Por ejemplo, citó el texto de Alfonso Reyes, “Palinodia del polvo”, en donde, en 1940, preguntó: “¿es esta la región más transparente del aire? ¿Qué habéis hecho, entonces, de mi alto valle metafísico?”. Recordó que tres décadas después, en 1970, Octavio Paz, con el poema “Petrificada petrificante”, le respondió: “El sol no se bebió el lago / no lo sorbió la tierra / el agua no regresó al aire / los hombres fueron los ejecutores del polvo”.

Apropiarse de la ciudad

Villoro advirtió que la pérdida de definición de la ciudad en su conjunto pone a la memoria y a la capacidad cognitiva en riesgo. Dijo que estamos ante lo que el filósofo francés Paul Virilio llamó “el crepúsculo de los lugares”. Agregó que la memoria debe ser, por rigor, un efecto compensatorio para relatar la historia que tienen los lugares a través de sus tantas capas de tiempo.

“Todos nosotros, al recorrer una ciudad como ésta, practicamos un ejercicio de memoria que, dependiendo de nuestras experiencias y nuestras edades, dotamos de sentido a cosas que ya no están ahí, pero que pertenecen a nuestra memoria. Eso hace que la ciudad sea más humana, más nuestra. La memoria es una apropiación”, expresó.

La ciudad que se repite

Razonó que también es grave que la Ciudad de México, sí como otras grandes urbes, se haya convertido en ciudades de “especulación inmobiliaria” y de “proliferación de las franquicias”, lo cual, agregó, atenta contra el ya mencionado uso de la memoria.

“El tipo de arquitectura proliferada en serie, que se imita a sí misma, interrumpe las historias de la ciudad e incluso interrumpe la posibilidad de entenderla de otra manera. Esta manera de ciudad-franquicia o ciudad-logo convierte a los ciudadanos en consumidores. En la medida en que los ciudadanos son vistos como consumidores, se convierten en rehenes de los espacios donde tienen que pagar para estar en ellos”, manifestó.

Apuntó que en los últimos 12 años en la Ciudad de México se han construido 108 plazas comerciales. Dijo que éstos ya no son centros en los que se va a comprar sino en los que “se va a estar”. Advirtió que existe una proliferación urbana más cercana a la metástasis, con centros comerciales que se pretenden, deliberadamente, como espacios sin historia.

Advirtió que todo esto ocurre, además, en una época en donde, desde el punto de vista social, estamos perdiendo el uso de la memoria porque tenemos “prótesis” de ella a través los teléfonos celulares o de páginas como Wikipedia.

“En un momento en el que la especie repliega su memoria, me parece que es urgente conservarla en una ciudad que lucha muchas veces contra ella misma. En ese sentido, contar historias es un trabajo de resistencia”, razonó y agregó una invitación a urbanistas, arquitectos y gestores urbanos para “construir lugares de convivencia en el que los habitantes puedan estar juntos”.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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