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Negocios culturales en Monterrey
A invitación de la Casa Universitaria del Libro de la UANL tuve un magnífico encuentro con 40 emprendedores culturales. Va un breve recuento.
A la memoria de Martha Ketchum, mi gran emprendedora
Tallerear es uno de los modelos de enseñanza-aprendizaje que han podido superar muchas de las pruebas que impuso al trabajo en aula el uso de tecnologías. Además de no perder su esencia, el acceso inmediato a la información vía Internet facilita la depuración del conocimiento y acelera el pragmatismo. Un planteamiento revela un dato, los talleristas interactúan y San Google hace el resto.
Entre los modelos de mi labor como formador de emprendedores culturales, el taller de oportunidades de negocios en cultura opera como un termómetro. En el cuerpo de la economía cultural del país hay una temperatura creativa increíble. Pero también es un sistema de medición: conforme lo imparto, identifico que una gran mayoría de los emprendedores acude con sus ideas y anhelos en los nichos tradicionales. Corroboro así la necesidad de profundizar en la enseñanza básica del menester de la economía y del ser empresarial todo un acervo que, lamentablemente, las universidades no están entregando a quienes cursan las carreras vinculadas con la cultura.
Al llamado de la Escuela de Verano de la Universidad Autónoma de Nuevo León acudieron 40 interesados, durante dos sesiones de cuatro horas cada una que tuvieron lugar en el bellísimo Colegio Civil. Quedaron divididos en seis campos para efectos de caracterización de sus actividades: artes plásticas, centros culturales/educativos y el editorial, con nueve personas cada uno; en tecnologías ajustaron siete, en tanto que en artes escénicas y gastronomía hubo tres en cada ámbito. Cuando al tallerear se evidencia al competidor y se adicionan los datos sobre negocios similares en el mercado, viene lo bonito: el análisis de viabilidad. De este grupo de regios elegí algo de lo más simbólico: ideas y posturas que indican códigos culturales de la entidad que es cuna empresarial mexicana. Veamos: Esteban Bárcenas quiere un centro cultural de innovación, que compita con lo que se hace en espacios que llama de cultura subsidiada , los que operan con fondos federales, estatales o municipales. Para Mauro Samaniego, hay una demanda no cubierta: la que generan los turistas empresariales . Oferta de entretenimiento hay, simplemente no se articula con este fin.
Mariaurora Mota anda indecisa: entre dedicarse a ser agente de su hijo que es performer artist, o bien integrar un grupo de creativos en shows de fuego, flow arts y objects manipulation. Y dice: Requiero ir visualizando los escalones que debemos pasar y decidir si esto es cultura o entretenimiento . Por su lado, Brianda Rodríguez tiene en funciones el taller de diseño Arboris, dedicado por ahora a la producción de artesanías en vidrio y cerámica; quiere ampliar su línea de servicios. María Elena de la Rosa cree posible una cooperativa de artistas plásticos que compartan la conveniencia de comercializar sus obras a precios accesibles. Se trata de atender una franja de consumidores que aspiran a adquirir piezas únicas de valor comercial, de autores que puedan ser reconocidos en el mercado. En el caso de Yemina Valdez también el negocio puede estar en los empresarios que viven en Monterrey, que van y vienen a la ciudad. ¿Cómo hacer de las humanidades una herramienta que apoye el mundo de los negocios? Ella tiene la respuesta.
Un terceto acaparó las mejores vibras del taller: el integrado por Alejandro Martínez, Diana Rangel y Blanca Mendoza. Los únicos en el ámbito de la gastronomía; prendidísimos van por una cafetería cuyo modelo combina formas del consumo de café en el mundo. Nada tan atractivo y complejo a la vez. Uno de sus valores agregados, un club de idiomas. Suerte.
Apuro el recuento: Leticia Sandoval va por un despacho de servicios culturales de amplia gama; Martha Olivares ya emprendió la ruta de un Centro de Cultura Neopagana, con tienda, cursos y todo para los seguidores de esta corriente; Fernando Galaviz pugna por una revista de literatura fantástica y por el desarrollo del cómic; Aldo Sánchez tiene desde 1997 el Colectivo Cronos Tiempo de todo, que busca dar el paso definitivo hacia la rentabilidad; Brenda Hinojosa opera una SA de CV, Ánima Cinema, cuya batalla está en ampliar su cartera de clientes; finalmente, Ricardo Díaz, ingeniero electrónico, quiere entrarle a los libros electrónicos. Enhorabuena a ellos y a los demás participantes.
eduardo.cruz@eleconomista.mx