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Stanley Kubrick: Memorias de un control freak

El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey expone un recorrido despampanante por la vida y sobre todo obra del cineasta.

domingo 08 de marzo de 2015 - 18:56

Cuando cumplió 14 años, a Stanley le regalaron una cámara Graflex. Sin pensarlo, esa cámara lo convertiría en Stanley Kubrick, el genio del cine.

El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, el Marco, se expone una gran retrospectiva de la da y sobre todo obra de Kubrick. Es un recorrido despampanante. Una colección de cámaras, hojas de prueba, guiones anotados... Algo queda claro: a Kubrick le gustaba tener todo bajo control. Era un verdadero control freak pero su genio venía de ahí.

El viaje comienza por el principio. Kubrick comenzó su carrera como fotógrafo en la revista Look; con sólo 16 años de edad fue en su momento el fotógrafo más joven en la historia de la revista.

Pero Kubrick no es sólo forma, sino, desde siempre, ideas, idiosincracia. Como explica el catálogo de la exposición (lo venden en el museo a 600 pesos y vale mucho la pena cada peso) Kubrick nació en una familia judía de clase media que no fue muy ortodoxa con su educación religiosa, pero sus raíces hebreas se notan en los resabios mesiánicos de cintas como 2001: Odisea del espacio.

El recorrido expone parte del trabajo de Kubrick en la Look. Hay unas hojas de prueba de sus fotos son muy bellas, rayan en el surrealismo por influencia de la obra del fotógrafo estadounidense Man Ray, según explica el texto de sala. Por cierto, todos los textos en las paredes de la exposición, o textos de sala, son excelentes, deténgase unos minutos a darles una leída.

Kubrick hizo sus primeras películas, cortos en realidad, basándose en su trabajo fotográfico. Day of the fight, su primera inmersión en el cine, nació directamente de su trabajo periodístico cubriendo una pelea de box. Atención al detalle en todo momento, como se puede apreciar en la serie de stills, o fotos fijas, de la cinta. Siguen películas menos conocidas como Killer's Kiss o Flying Padre en las que Kubrick ensaya un estilo sacado directamente del cine negro de los años 40.

En ese imitar a cineastas como Howard Hawks, Kubrick fue encontrando su estilo, un estilo fatigoso en la parta técnica, pues como fotógrafo de formación, siempre estuvo atento a las últimas tendencias tecnológicas. Esa obsesión tecnológica lo hacía posponer proyectos hasta no tener a mano los aparatos necesarios.

El paraíso del fan

Cada sala de la exposición está dedicada a una o dos películas, a excepción de 2001, que abarca dos. Es un paraíso para el fan: en la pared se proyectan las escenas más importantes de, digamos, Naranja mecánica o de Espartaco o Lolita o El resplandor.

La sala está decorada con los objetos originales (conocidos como "props") de las películas más famosas: el traje de Espartaco, el "niño estelar" con el que termina 2001: Odisea del Espacio, las ropas del siglo XVIII de Barry Lyndon y los vestidos azules de las gemelitas del mal de El resplandor. De verdad, es el espacio ideal para que el fan kubrickiano se tome selfies.

No está, para gran decepción de esta reseñista, la bomba atómica de Dr Strangelove pero sí la máquina de escribir de El resplandor, con el altero de hojas en las que se repite hasta el cansancio que puro trabajo y nada de diversión hacen de Jack un niño aburrido.

De entre todas sus películas en la que se sintió más incómodo fue en Espartaco y es fácil entender por qué: una superproducción que le cayó de rebote a un cineasta joven y obstinado. En realidad le tocó dirigirla porque a Kirk Douglas le había caído bien el jovencito Kubrick. El actor y el director se habían conocido en Senderos de gloria, el primer éxito de taquilla del cineasta.

Entre los objetos que conforman la sala de Espartaco está una carta de Douglas en la que le ofrece a Kubrick hacerle la vida más fácil durante el rodaje, y la firma no con su nombre sino como "Espartaco".

Ese tipo de objetos hacen que la exposición humanice a Stanley Kubrick, un cineasta que por otro lado es muy intimidante. Hay que respirar profundo antes de entrar a una película de Kubrick porque de ella no se saldrá intacto.

La exposición cierra con los proyectos que se le quedaron en el cajón como Aryan Papers e Inteligencia Artificial (al final la hizo Spielberg con resultado mediocres).

Kubrick, el control freak, dejó toneladas de material de investigación sobre cada una de sus películas. La exposición hace asequible ese mundo obsesivo y perfeccionista. Gracias a ese rigor se arroja una nueva luz sobre la filmografía del maestro.

Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco)
Zuazua y Jardón, Centro
Martes, jueves, viernes, sábado y domingo, de 10:00 a.m. a 6:00 p.m.
Miércoles hasta las 8:00 p.m.
Entrada: 80 pesos.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

mfh