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Arte e Ideas

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Su inmortalidad constante

La revista Cabildo, en 1981, afirmó que Borges era el actor uruguayo Aquiles R. Scatamacchia, la cara pública de una obra literaria colectiva.

Borges no existe. Lo afirmó la revista argentina Cabildo desde 1981. Aquel título de su artículo principal quería desenmascarar los mitos de oropel sobre el escritor y de pasada vender más números. El texto afirmaba que Borges era un actor uruguayo llamado Aquiles R. Scatamacchia, una ficción apócrifa inventada por un grupo de escritores entre los que estaban Adolfo Bioy Casares, Manucho Mujica Láinez, Leopoldo Marechal y Juan Carlos Mesa. Scatamacchia sólo sería, según la revista, la cara pública de una obra literaria colectiva.

La noticia, por supuesto, trascendió mares y fronteras. Llegó a Europa y la replicaron medios de comunicación como Le Monde y L’Express. Porque las grandes mentiras sólo se les fabrican a los grandes hombres y siempre son material de consumo. Recordemos cómo la muerte de Paul Mc McCartney fue plenamente demostrada varias veces después de la portada de Sgt. Pepper’s.

El hecho de que muchas veces es difícil distinguir entre una broma, una noticia y una estupidez le dio larga vida a la muy borgiana idea de Borges sin Borges y una prestigio que la revista de ultraderecha Cabildo no había tenido antes. Incluso 10 años después, en la década de los 90, The New York Times seguía citando la historia como posible, una metáfora genial o una demostración de que el mundo de la literatura también podía estar lleno de incertidumbres. Borges todavía no había muerto. Su álter ego era él mismo, como siempre, o acaso el golem de su cuento. Y tan clara su unívoca presencia que hubo de escribir Borges y yo para que nadie le inventara un doble ( Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas , dice su primera frase).

Callado, cada vez más alejado del ojo público y conformado por el duro marfil de ser un monumento, Borges vivió sus últimos años componiendo textos, ignorando laberintos y manecillas, pero pensando en el tiempo. En una entrevista realizada en Buenos Aire en 1983 que su autor, Julio César Calistro, se tardó 10 años en publicar, Borges conversa relajado y genial:

Yo he pensado que cuando era chico, un día duraba una semana y ahora una semana dura un día. A medida que uno envejece pasa con más rapidez el tiempo .

A pregunta expresa de sobre qué opina de que el hombre sea una unión de cuerpo y alma, Borges responde: Cuando uno recita un poema, uno ya no es su cuerpo, siempre es su conciencia. Hay unos versos muy lindos de Machado, que dicen así: ‘¿Y ha de morir contigo el mundo mago/ donde guarda el recuerdo?/... Los yunques y crisoles de tu alma/ trabajan para el polvo y para el viento’. Es decir, cuando una persona muere, mueren muchísimas cosas, por lo que parece raro que todo eso cese de golpe. Pero a su vez también la idea de que uno dure indefinidamente es rara. Ambas, me parece, son igualmente increíbles. A mí no me importaría durar más allá, pero a condición de no olvidar esta vida. Por eso, me pregunto si la identidad personal consiste precisamente en la posesión de ciertos recuerdos que nunca se olvidan .

La inmortalidad de Borges nunca ha sido, ni fue, ni será discutible. Libros, historias, cuentos y mentiras como consuelo: como los rumores que aseguraron que Borges, antes de su muerte, estaba trabajando en la continuación de El Quijote. Una manera muy gentil y enterada de hacer homenaje a los dichos del escritor que siempre decía que una de las cosas más felices que le habían ocurrido en la vida era haber conocido al hidalgo de La Mancha. Irresistible mentir sobre Borges, uno de los defensores de la obra de Cervantes, ignorar que ya tenía un cuento sobre un autor alternativo de la obra, Pierre Menard, autor de El Quijote , y fascinante la mera la posibilidad de poder leer otras más aventuras quijotescas. El chisme se propagó, como toda buena falsedad, de manera exponencial. Pero la pluma de Borges no volvería el asunto. Jorge Luis Borges murió el 14 de junio de 1986. Cuando supo que iba a morir, le dijo a María Kodama, su compañera final: Ni una palabra. Hacemos la gira por Italia. Luego, viajamos a Suiza . Y así lo hicieron. Kodama dijo que Ginebra siempre había sido la ciudad preferida de Borges y el relato favorito del escritor el que se titula El muerto . Aunque a veces, todo fuera como eso, cambiaba de opinión.

ckuhne@eleconomista.com.mx

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