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Arte e Ideas

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Una historia escondida en la cotidianidad

Un bonito paseo histórico por estas dos colonias la Roma y la Condesa que hoy conforman el corazón de la cultura de vanguardia en la ciudad de México.

Me acuerdo, no me acuerdo . Con esa disyuntiva de la memoria comienza Las batallas en el desierto, la gran novela de José Emilio Pacheco.

Ningún lugar mejor encarna esa duda del recuerdo que la colonia Roma, donde sucede la trama.

La Roma, que el año pasado cumplió su centenario, es para los habitantes del DF como una señora que huele a talcos y lociones, una viejita de vestidos volantes y alma sensual, la abuelita a la que se visita los domingos. En la colonia Roma siempre es domingo: es una colonia para caminarla y para verla.

Su contraparte es la Condesa, colonia aristocrática antes, durante y después. Mientras la Roma vivió sus años de decadencia clasemediera (el mejor capítulo de Las batallas en el desierto se llama El lugar de en medio : la Roma, por supuesto), la Condesa se ha mantenido, como su nombre profético, como un miembro de nuestra realeza urbana: cosmopolita, selecta y sofisticada.

El Museo del Objeto (MODO) expone Roma-Condesa, 111 años de historia, un bonito paseo histórico por estas dos colonias que hoy conforman el corazón de la cultura de vanguardia en la ciudad de México.

Roma-Condesa, 111 años de historia es una buena idea. Uno puede recorrer la exposición y salir del museo, que está en la calle de Colima, el mero centro de la Roma, para admirar personalmente los edificios en los que el guión museográfico hace hincapié.

CUANDO LA CIUDAD ?ERA SÓLO UN SUEÑO

La Roma y la Condesa son en realidad un barrio conformado por cinco colonias: la Roma Norte y Sur, la Condesa, la Hipódromo y la Hipódromo-Condesa. Como muestra, un mapa de principios del siglo XX, con el que se abre la exposición; la Roma y Condesa no eran más que una ocurrencia por aquel entonces. Ahí, perdida en lo que parece un territorio inabarcable y agreste, la Hacienda de la Condesa y los terrenos del pueblo de Aztacalco, el barrio indígena de Romita. Ambos en el borde de lo que todavía era un pueblo que se soñaba ciudad.

En 1902, como parte del proyecto modernizador del Porfiriato, se fraccionó la hacienda de la Condesa y los terrenos del pueblo de Romita para convertirlos en las primeras colonias que nacieron modernas de la ciudad de México: la novedosa electricidad, el agua corriente, las calles bien trazadas, la arquitectura de última.

¡Con todos los servicios! exclamaban los anuncios que vendían los lotes originales de la Roma. Las calles, que originalmente llevaban por nombres números, fueron bautizadas como los estados de la República, con una intención nacionalista que Salvador Novo ironiza en un texto que la curaduría del MODO rescata.

El tranvía que iba de la Santa María la Ribera a la Roma costaba 30 centavos. En sus calles, alguna vez estuvo el Estadio Nacional (su único rastro es la estatua de un lanzador de jabalina ubicada en la esquina de Antonio M. Anza y Orizaba), sus amplios bulevares y plazas decorados con estatuas. Alguna vez estuvo ahí la Fuente Maya y el primer proyecto de multifamiliares de México, los edificios Juárez, cuyos edificios se cayeron, la mayoría, en el terremoto de 1985.

Al temblor, de manera muy afortunada, la exposición le dedica un aparte. La Roma y su gente fueron víctimas protagónicas del desastre. La Roma resucitó y es hoy un lugar lleno de vida creativa.

LA CONDESA ANTES DE LO CONDECHI

Antes de las fondas, las galerías de arte, los hipsters en bicicleta, las tiendas de diseñador y los turistas, la Condesa fue el proyecto del arquitecto José Luis Cuevas, quien vio en el viejo hipódromo del rumbo la posibilidad de una isla. Esa isla seguiría un trazado similar al de la pista de caballos, en forma de las avenidas Ámsterdam y México.

Mientras que la Roma tiene una línea arquitectónica más tradicional, en la Condesa se mezclaron todos los estilos vanguardistas, en especial el art decó y el art noveau, cuyas formas geométricas y amor por lo grandioso pueden todavía apreciarse en gran parte de sus construcciones.

La colonia judía, que en los 20 se estableció en la Condesa, dejó rastros: una sinagoga, construcciones decorados con estrellas de David y menoráhs. El símbolo más famoso es la cabeza de Einstein que decora el Parque México. Cosa curiosa (que la exposición no menciona): el teatro al aire libre del México lleva el nombre del aviador Charles Lindbergh, héroe de principios del XX, pero famoso antisemita. Así, en el mismo parque conviven dos fuerzas opuestas. Es una historia escondida en la cotidianidad.

El mejor acierto de Roma-Condesa, 111 años de historia es recoger en fotos los espacios que dan a esta zona su carácter: la Plaza Río de Janeiro, con su David y su Casa de las brujas, como se conoce al edificio de Plaza Río de Janeiro 56; la Casa Lamm (Álvaro Obregón 99); el Pasaje El Parián; la mujer giganta que preside la fuente del Parque México; los bellísimos edificios Condesa; los cines antiguos, de los que sólo queda el Lido.

Buena exposición, pero algo le falta: un reconocimiento a la vida contemporánea de la Roma-Condesa; la Condesa, como espacio de moda y vanguardia, y la Roma, como un crisol de la cultura callejera (en casi toda la colonia hay muestras de street art, ¿por qué no rescatarlo?) y la intelligentsia de café.

Roma Condesa, ?111 años de historia

  • Museo del Objeto del Objeto
  • Dirección: Colima 145, colonia Roma.
  • Abierto: Miércoles a domingo, de 10 am a 6 pm.
  • Entrada: $40

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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