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La derrota de la UAW en Mercedes-Benz y los recursos de poder
Después de un avance histórico de la UAW en Tennessee, la unión de trabajadores de la industria automotriz perdió hace unos días la posibilidad de sindicalizar la planta de Mercedes-Benz en Alabama, lo que pone en evidencia una serie de factores de poder que todavía imperan en Estados Unidos contra le representación colectiva.
El 17 de mayo el sindicato United Auto Workers (UAW) perdió la votación para sindicalizar la planta ensambladora de Mercedes-Benz Tuscaloosa en Alabama. El 56% de 5,000 votantes dijeron no a la vía sindical. Todavía sonaban los cantos de la victoria del pasado 19 de abril, cuando UAW consiguió un triunfo histórico en la planta de Volkswagen en Chattanooga, Tennessee.
La derrota de Mercedes confirma lo que sabemos, pero con frecuencia olvidamos: que la actividad sindical del movimiento obrero –como mucho de la vida social y colectiva actual– ha devenido en una montaña rusa, en la que con frecuencia se va contracorriente, cuesta arriba, y donde se debe estar preparado para resistir el vértigo de las caídas.
Ahora toca aprender de la experiencia y ser muy preciso en ubicar las causas del revés. Jeremy Kimbrell, un trabajador senior y líder sindical de base en Mercedes-Benz en Alabama aporta su reflexión en días recientes en Labor Notes. Se perdió porque la empresa desplegó un trabajo intenso para disuadir a los trabajadores de sindicalizarse y consiguió reforzar sus temores –sindicalizarse es perder lo que se tiene y arriesgar el empleo–. Contrató especialistas jurídicos que sostenían reuniones regulares con trabajadores para disuadirlos. Involucró a su planta de administradores y supervisores en tareas similares. Desplegó mensajes antisindicales en pantallas dentro de la planta y medios electrónicos, incluyendo mensajes que llegaban hasta los celulares de los trabajadores.
El gobierno y las entidades de poder locales también hicieron su trabajo. Se perdió porque La gobernadora de Alabama, Kay Ivey, se opuso públicamente a la sindicalización de la planta y se alió con otros gobernadores sureños del país para ejercer presiones. Por ejemplo, publicaron un comunicado conjunto en el que afirmaron que los puestos de trabajo estaban en peligro si los trabajadores se unían a UAW.
Kimbrell enfatiza las cosas que pudieron hacer mejor. Cómo prestar más atención a los líderes de grupo, por su posición de influencia tanto con trabajadores como en su conexión e influencia con supervisores. Tener un listado completo de trabajadores y monitoreos de en qué dirección se movían sus preferencias, opiniones y eventuales votos, etc.
Todos estos elementos son importantes y altamente ilustrativos de hasta dónde los trabajadores de Estados Unidos, en particular en el sur, deben tratar con un ambiente institucionalizado e instituido que simplemente condena sus posibilidades de organización y negociación colectiva. Pero, como ocurre en México y otras geografías, hace falta ampliar el lente analítico y enfocar mejor la magnitud de los obstáculos que se tienen que remontar en camino de avanzar los derechos de los trabajadores.
Desde una perspectiva de recursos de poder, los trabajadores del sur estadounidense deben bregar contra todos los factores de poder que entran en juego en una relación laboral e industrial –institucionales, asociacionales, societales y estructurales–. Empezando con los recursos institucionales e instituidos, como notado arriba.
Ahora, aún desde realidades tan desiguales y ambivalentes como la mexicana, lo que hay que enfatizar es lo paradójico que resulta que en Estados Unidos se mantengan leyes tan contrarias a los derechos (internacionales) fundamentales del trabajo: como para permitir que gobiernos y empresas puedan actuar unilateralmente contra la organización de los trabajadores. Enseguida, y muy ligado a ello, los valores y creencias prevalecientes en ese sur se reproducen impregnados de un espíritu antisindical. De forma que, en esas poblaciones, la voz social (que valide, de legitimidad y amplifique las luchas y derechos de los trabajadores) no existe. Es débil o apenas audible.
Tercero, los recursos de poder estructurales –que se originan en la esfera productiva, los mercados de trabajo, y la posición específica productiva de un centro y un grupo de trabajadores–, en el sur estadounidense palidecen. Lo hacen simplemente con la amenaza y facilidad para cerrar un centro de trabajo y desplazarse más al sur. Incluyendo la y hacia la frontera mexicana.
Frente a todo ello, los recursos de poder de asociación de la UAW y los trabajadores del sur de la Unión Americana resultan más limitados, onerosos y volátiles. Y frente a ello la pregunta se hace más acuciante: ¿Cómo multiplicarlos?
*El autor coordina la Red Innovación y Trabajo en la Industria Automotriz Mexicana (RedItiam) y el Grupo Interdisciplinario de Transporte Eléctrico y Movilidades Avanzadas (TEAMs). Es miembro del TinkTank para el Transporte Eléctrico Estados Unidos-México de la Alianza MX de la Universidad de California y la SER.