Lectura 6:00 min
Síndrome del impostor o la impostora, cómo detectarlo y qué hacer para detenerlo
Si no la atendemos a tiempo, esta condición puede llevarnos a la depresión o la ansiedad, dice la psicóloga Maite Moreno. Mujeres, jóvenes, grupos excluidos y discriminados, personas que no aceptan sus propios logros y con poco autoconocimiento son más proclives a padecerla.
Hace unos años, Cecilia Mancilla trabajaba en una empresa de tecnología donde el ambiente “era hostil y las oportunidades de crecimiento estaban definidas por el género”. Esto le trajo varias consecuencias, una de ellas fue el síndrome de la impostora. Ahora es especialista en formación profesional y desarrollo de carrera, pero tuvo que atravesar un proceso personal que aún no termina, dice.
El síndrome de la persona impostora “no está catalogado en los manuales de psicología clínica como una psicopatología”, explica en entrevista Maite Moreno, psicóloga y socia fundadora de la consultoría en innovación organizacional Monday Happy Monday.
“Se define como el acto de dudar de tus habilidades. Eso nos puede pasar a todas las personas en un momento dado, pero cuando comienzas a sentirse insegura de forma continua, dudas de manera constante y te sientes como un fraude, te preguntas ‘¿les habré engañado en la entrevista y por eso estoy aquí, pero en realidad no debería tener el puesto?’”, es probable que estés pasando por esa condición.
No es una psicopatología, pero cuando el síndrome empeora y se ahonda “sí podría llevarnos a diferentes psicopatologías como la depresión o la ansiedad”, explica.
“Yo lo tuve y me di cuenta cuando empecé a procrastinar. Había proyectos que me interesaban, pero los dejaba para después porque pensaba que en ese momento era incapaz de realizarlos. Esas cosas se fueron acumulando hasta que me tuve que preguntar qué pasaba, por qué no estaba pudiendo hacer lo que antes hacía sin problemas”, recuerda Cecilia Mancilla, instructora de Udemy, una plataforma de aprendizaje en línea.
Cada vez se habla más de este tema, pero todavía sigue siendo insuficiente. Cecilia Mancilla supo de este síndrome porque en su trabajo dieron una charla al respecto. “Ahí me di cuenta que lo que me pasaba era eso”.
Pensamos que “dejamos las cosas para después porque somos desordenadas, que no sabemos gestionar nuestro tiempo, pero si es algo que ya habíamos hecho antes y ahora nos cuesta, entonces es una alarma”.
¿Quiénes pueden tener el síndrome del impostor?
Las personas que laboran en actividades de alto rendimiento y quienes les resulta aceptar sus logros son más proclives a desarrollar este síndrome, dice Maite Moreno, profesora de la escuela de negocios EAE Business School.
“Ataca a las personas jóvenes y a las mujeres, que por cuestiones culturales hemos tenido más tendencia a la inseguridad porque hemos sido tratadas injustamente”.
Según Cecilia Mancilla, más del 75% de las mujeres ha padecido este síndrome en algún momento de su carrera. Pero “se debe al contexto social y a la realidad laboral, a que las oportunidades no son equitativas. No es que, por ser mujeres, seamos más sensibles o débiles”.
Entre los diferentes sesgos inconscientes en el ámbito laboral, hay uno, dice, que es el del rendimiento. “Las mujeres siempre tenemos que mostrar más que los hombres, porque nuestros logros se piensan o se miran como resultado de la suerte y los de los hombres, del esfuerzo. Eso hace que creamos que no merecemos lo que tenemos y que no somos lo suficientemente buenas”.
A las mujeres “y a los grupos subrepresentados nos pasa todo el tiempo”. Es decir, a las personas de pueblos originarios, afrodescendientes, LGBTIQ+, entre otros.
La generación millennial y centennial también está más propensa, dice Maite Moreno. “Son personas con una intensa presión para diferenciarse de las demás. Las redes sociales les imponen un modelo de perfección, no dejan de recordarles que hay quienes parecen felices y con éxito”.
Además, dice, “son generaciones criadas con trofeos o premios y tuvieron una retroalimentación positiva constante. Así que no la llevan demasiado bien con las críticas, aunque sean constructivas”.
Por otro lado, si la situación socioeconómica de sus padres y madres no fue la mejor, es probable que sientan una “autoexigencia por ser especialmente productivas, hacer todo bien. Y eso, llevado al extremo, puede llevar a ese síndrome”.
Las personas que atribuyen el éxito a lo externo, que piensan que “cuando hago algo mal es por mi culpa y cuando hago algo bien es porque ha habido algo de ayuda, ese tipo de personalidades son especialmente son proclives”, agrega la psicóloga. Pero también aquéllas que tienen poco conocimiento de sí mismas.
Espacios de trabajo con seguridad psicológica
El síndrome de la persona impostora afecta la creatividad, la capacidad de concentración y la productividad de las personas. Por ello no es sólo un problema personal, las empresas tienen responsabilidad en ayudarle a sus equipos a salir de esta situación.
Sobre todo, deben prevenirlas, creando ambientes de trabajo sin violencia ni desigualdad. “Yo sentía que no era suficientemente buena. La retroalimentación que recibía, las pocas oportunidades que tenía me hacían sentir eso”, recuerda Cecilia Mancilla.
Todas y todos estamos en un proceso de aprender y desaprender, cada vez es más visible, pero hay que hacerlo más, insiste. Es urgente crear “espacios de trabajo en los que reine la seguridad psicológica” y las personas puedan decir que están pasando por un mal momento y pedir ayuda.
“Hay que ser más solidarios y observar que, si alguien se está atrasando en el trabajo, no está participando mucho, está cometiendo errores, preguntarle qué le pasa. Siempre con respeto a su privacidad”. Quizá la trabajadora o el trabajador no sientan la confianza de externarlo, por eso debemos crear desde antes un ambiente propicio y normalizar el tema.
Una práctica puntual para evitar este síndrome “es que todos debemos empezar a reconocer nuestros logros, quienes tienen un puesto de liderazgo, pero también entre pares, por más pequeño que sea el logro”.
Aquella empresa en la que trabajó Cecilia Mancilla la marcó. “Quedaron resabios de esos sentimientos, pero educarme sobre la temática me ha permitido reconocer cuando aparecen esos pensamientos de no ser lo suficientemente buena. Me ha ayudado a conocerme mejor.
"Como mujeres, debemos confiar en nosotras, cuando aparecen oportunidades es porque somos capaces. Pero si seguimos nerviosas, podemos buscar estrategias para sentir seguridad, como prepararnos mejor para el puesto o la entrevista, ensayar con alguien, tomar respiraciones, lo que sea que nos haga sentir confiada”.
Pero también es una cuestión “de aprender a confiar en el otro. Si tal persona me contactó es por algo, es porque soy buena y ella lo supo ver”.