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Bancos centrales, sin brújula; pandemia e intervención militar, el escenario
¿Seguir las políticas monetarias acomodaticias o cerrar la llave con riesgo de frenar el crecimiento? Después de dos años de incertidumbre por la pandemia, los bancos centrales siguen navegando sin brújula frente al conflicto en Ucrania y la inflación.
¿Seguir las políticas monetarias acomodaticias o cerrar la llave con riesgo de frenar el crecimiento? Después de dos años de incertidumbre por la pandemia, los bancos centrales siguen navegando sin brújula frente al conflicto en Ucrania y la inflación.
“Hasta ahora, los bancos centrales no podían implicarse en un mundo post Covid a riesgo de parecer demasiado optimistas”, señala William de Vijlder, economista jefe de BNP Paribas. Y “la situación actual es mucho más difícil”.
La invasión lanzada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y las sanciones económicas occidentales impuestas contra su país, provocaron un aumento de los precios del petróleo, gas, trigo y otras materias primas, además de agravar las dificultades en las cadenas de abastecimiento.
“Los efectos de la crisis a corto plazo son inflacionistas, pero sobre el crecimiento es más difícil discernir y esto hace muy difícil la tarea de los bancos centrales”, indican analistas del banco estadounidense Wells Fargo.
Es el caso del Banco Central Europeo, con el conflicto dentro del continente y el deterioro de las relaciones económicas con Rusia.
“Antes del conflicto, el BCE ya trataba de evitar deteriorar la recuperación económica”, indica Gregory Clayes, economista en el instituto belga Bruegel.
Previo a la invasión, la entidad basada en Fráncfort parecía dispuesta a parar progresivamente la compra de deuda pública este año y a aumentar las tasas de interés por primera vez desde el 2011.
Pero la intervención militar complica esta perspectiva y puede llevar a un reajuste de políticas en su reunión de mañana.
“Para la Reserva Federal es más fácil”, porque goza de un crecimiento fuerte, un empleo casi pleno y una inflación vinculada más a la demanda interna que al aumento de precios energéticos, a diferencia de Europa.