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7 respuestas de Gabriel Sosa Plata por su renuncia a Radio Educación AM/FM
Gabriel Sosa Plata cedió su cargo como director general de Radio Educación el 16 de mayo de 2022 a Jesús Alejo, poniendo fin así a tres años con tres meses al frente de una estación que está por cumplir un siglo y todavía atrayendo radioescuchas, a más de 2 millones de oyentes en todo ese periodo de tiempo.
Gabriel Sosa Plata es un académico histórico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Desde allí creó su trayectoria como observador de la industria de radiodifusión hace treinta años y por ello es hoy uno de los analistas más respetados de México en el sector.
De 2019 a 2022 dejó la teoría por la práctica para convertirse en director de Radio Educación, una emisora que está próxima a cumplir un centenario de transmisiones. A su paso por la estación, incrementó en 20% la audiencia de la señal de amplitud de modulada de Radio Educación y triplicó los radioescuchas de frecuencia modulada; de hecho, la lanzó de lleno al aire. También firmó 60 convenios colaborativos y de compartición de contenidos con otros medios públicos como el Instituto Mexicano de la Radio (Imer) y allegó 4 millones de usuarios a los contenidos digitales de Radio Educación, y cimentó también los lanzamientos de las estaciones en Hermosillo y Morelia. Sin dinero en caja, organizó aún para Radio Educación la bienal de radio más austera que vio esa estación en toda su vida.
El ahora exjefe de Radio Educación integra una camada de analistas de medios de comunicación que siempre fueron críticos con el poder en turno, por eso a Gabriel Sosa Plata le cerraron la puerta en una docena de periódicos, pero con El Economista se abre para hablar sobre su renuncia, en principio para volver más seguido con su familia radicada en Monterrey y a la que ya miraba más en retrato por su extenuante trabajo.
—Gabriel, ¿sintió feo dejar Radio Educación? ¿Por qué renunció, si el rating estaba en positivo?
—Sentí orgullo. Me fui contento por lograr varias metas importantes. Jesús Alejo ocupa ahora la dirección. Es una persona formada en la comunidad desde que empezó a trabajar en radio y confío en que llevará bien los destinos de la institución.
Mi salida se construyó desde finales del 2021, para que hubiera una transición tersa. Sentía que podía hacer más por la institución estando afuera que adentro, en el sentido de que comparto el proyecto de transformación que necesita este país y de que es necesario transformar a los medios; de reforzar las defensorías de audiencias y contribuir a un periodismo de mayor calidad, abonando al combate de noticias falsas. Eso lo planteé a mi jefa, la secretaria de Cultura Alejandra Frausto Guerrero, y con Jenaro Villamil en la coordinación de medios públicos. También lo platiqué con Jesús Ramírez y me dijeron “adelante, te apoyaremos”. No me fui porque se haya presentado un diferendo o un castigo.
—¿Por qué ejercer tres años como jefe, para luego decir que siempre no?
—Si estuviera frente a un jurado, podría jurar ante la Constitución que no hubo una fractura. El servicio público es muy distinto. Uno se puede hacer de una visión distinta de las cosas; conocer en carne propia los desafíos que implica operar un medio público y comparado con lo que se gana en otras actividades, pagan bien. Pero en mi caso era por la experiencia de estar allí.
Por irme tanto tiempo de licencia, de regreso en la UAM perdí mis becas y me quedé prácticamente con la mitad de mi ingreso. Eso me puso en una situación complicada, pero ya se está abriendo la puerta de un proyecto, para tratar de igualar lo que tenía en Radio Educación. Me siento tranquilo por esa experiencia y de este lado puedo moverme sin las restricciones lógicas que impone el servicio público.
—En los medios públicos existen inercias difíciles de vencer, por ejemplo los sindicatos y si no, pregúntele a Aleida Calleja en el Imer…
—El sindicato de Radio Educación es muy participativo, activo y combativo, pero tanto como representar un problema, no. En ocasiones sí fue desgastante. En varios episodios de la pandemia hicieron planteamientos excesivos, si bien se comprende que es necesario fortalecer sus derechos laborales. Llegaron a plantear que si la dirección general no garantizaba que los trabajadores no se iban a contagiar de Covid-19, entonces ellos no iban a regresar al edificio de la institución a trabajar. Eso ninguna institución podría garantizarlo en ninguna parte del mundo.
Hubo compañeros que ya estaban en posibilidad de regresar a laborar presencialmente, pero imponían condiciones complicadas, como que se mejorara la ventilación de diversas áreas, cuando, estructuralmente hablando, la construcción del edificio lo complica y aparte no había recurso para hacer las modificaciones; pidieron incluso ventanas en cabinas, que son lugares herméticos por naturaleza.
Siempre garantizamos el conjunto de beneficios que les tiene la institución en los servicios adicionales compensados. A pesar de la pandemia, de la falta de recursos y a pesar de que no iban, se procuró mantener esas prestaciones para su beneficio y pues no vimos la misma solidaridad de ellos, desde mi punto de vista como director de la institución. Pero eso no fue la razón de mi decisión.
—El sindicato no fue tan amigo suyo. ¿Pasa lo mismo en su amistad con Carmen Aristegui, luego de los encontronazos de ella con el presidente por su línea editorial?
—Sigo manteniendo comunicación ella. No estoy distanciado de Carmen Aristegui, pero tampoco he asumido, por razones obvias del servicio público, una postura en relación a los diferendos de ella con diversos actores. Sí creo que en el caso de “La Casa Gris” del hijo del presidente de la República y Carlos Loret de Mola se le dio un espacio a un personaje polémico, y que no era un tema como “La Casa Blanca”, bien elaborado y profundizado por ella y su equipo. Retomó el reportaje de un periodista que es el resultado de una relación perversa de los medios con el poder político. Darle ese espacio a alguien de esa naturaleza en su noticiero es algo para cuestionar, porque además el reportaje se cayó de diferentes maneras. Y hay que recordar que varios personajes que ahora defienden a Carmen Aristegui tras ese caso, antes la denostaron.
—¿Y no hubo línea de Jenaro Villamil o de Jesús Ramírez para Radio Educación?
—De Jenaro Villamil o de Jesús Ramírez nunca recibí línea editorial, porque no sólo había respeto por la institución, sino a mi persona desde hacía años. Se debe recordar que cuando llegamos a ocupar estos cargos públicos, los primeros que hicimos declaraciones de independencia editorial fuimos Aleida Calleja y este servidor. Nunca, siquiera, sugirieron transmitir, por ejemplo la conferencia mañanera. Aparte, ellos sabían que no es la línea de Radio Educación, cuyo noticiero se transmite a nivel nacional a decenas de radios públicas y radios comunitarias. Entonces, esa relación que tenía con Jenaro y Jesús la conservo y no tuvo daño o alteración.
—Usted lleva 30 años siendo un crítico de la radiodifusión mexicana… ¿Cree que sin la 4T nunca hubiera sido jefe de Radio Educación?
—Si López Obrador no hubiese llegado a la presidencia de la República, es muy poco probable que colegas como el mismo Jenaro Villamil, Aleida Calleja y otros personajes de la vida pública nacional hubiesen llegado a formar parte de la administración pública federal. Esto fue un reconocimiento a una perseverancia, a una oposición critica en diferentes ámbitos con respecto a políticas públicas de gobiernos anteriores. Vivimos siempre una etapa difícil y los espacios eran acotados. Sobrevivimos por la solidaridad de la academia y de unos pocos medios de comunicación.
—¿No cree que existe, cómo calificarla, una extraña relación gobierno-periodistas en estos tiempos? Aparte, hoy se exhibe a periodistas los jueves en Palacio Nacional…
—La relación que está teniendo el presidente con los periodistas es parte de esa transformación. Un parteaguas de doble filo es la reducción del gasto en publicidad, algo impensable y sin embargo, se concretó. Es una asignación pendiente de resolver, así como asignar el 1% del gasto de comunicación social a la radio indígena, que no se ha materializado en esta administración, y transparentar bien la repartición de recursos a medios.
Las conferencias mañaneras son el referente de la vida nacional, pero los recortes han llevado a algunos medios a asumir una posición como nunca la vimos: se han ido a los extremos de la ideología.
Sus posturas se han radicalizado y pocos lo cuestionan. Ha permanecido más el calificativo que la información y miramos en TV y escuchamos en radio un desquiciamiento de los medios comerciales contra un proyecto. Su enojo es tal con el gobierno, que todo lo que éste hace está mal. Eso ha llevado a este gremio a un desprestigio que había costado bastante construir y si bien había ya algunos que mostraban su afición o exaltación por el gobierno en turno, ahora llevaron su línea editorial al extremo y si el periodismo no se regula a sí mismo, entonces toca a la sociedad combatir la desinformación para construir una sociedad más democrática y plural. Allí quiero estar.