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Los militares ¿para qué?

Muchas y muy graves consecuencias tendrá el jaqueo realizado a la Sedena la semana pasada. Uno, sin embargo, ha pasado inicialmente desapercibido y me parece muy grave: la ineficiencia del Ejército mexicano en cuidar su información y sus secretos. La razón misma por la que la 4T y su líder, el presidente de la república, ha otorgado recursos inconmensurables al Ejército y la Marina (es decir su eficiencia, eficacia y confiabilidad), no se ven reflejados, por lo pronto, en su seguridad interna y en la capacidad para resguardar datos que, eso sí, no deberían ser del dominio público.

Un breve repaso de lo invertido en el Ejército durante los últimos años dará cuenta del tamaño de la decepción incomprensible que enfrentamos. Según México Unido Contra la Delincuencia, el presupuesto de la Sedena ha crecido en los últimos años 163%, mientras que los de la Semar se han incrementado en sólo dos años 393%. El presupuesto de la Guardia Nacional pasó en 2020 de representar el 32% del presupuesto de la SSPC al 67% en el 2022. No es extraño, por ello que la Sedena esté tan ansiosa de quedarse con semejante recurso presupuestal sumado a lo que ha ganado hasta ahora.

En 2019, la Policía Militar, la policía de Marina y la Guardia Nacional recibieron en total 4,184 millones de pesos este año ese presupuesto sumado recibió más de 80,000 millones de pesos. Si se transfiere la Guardia Nacional a la Sedena, su presupuesto llegaría a ser de más de 151,000 millones de pesos, 6 veces más que lo que recibió la Policía Federal en 2018.

A lo anterior, seriamente preocupante, se añaden una serie de medidas, que hacen que el Ejército y la marina no reporten gastos, no sean sujetos de auditorías, asignen más del 80% de sus contratos de manera directa y discrecional. Ya ha habido reportes respecto de la construcción del Felipe Ángeles, de contratos asignados, para todo el acero a una ferretería de barrio, a una lavandería y linduras así, todo con la complacencia y conocimiento de AMLO.

De la información jaqueada a la Sedena sabremos poco a poco que hay ahí. Nos llevaremos sorpresas, ni duda cabe, pero sigue flotando en el aire una pregunta: ¿para qué queremos este Ejército con recursos ilimitados, con una empresa de aeropuertos y contratos millonarios en sus manos? ¿Qué consecuencias institucionales traerá y a las que nos estamos enfrentando en este momento y habrá de enfrentarse el próximo gobierno?  ¿Por qué tanta prisa en aprobar que la Guardia Nacional esté bajo el mando de Sedena? En fin.

La respuesta sigue sin ser dada por el gobierno, más que un lacónico quiero fortalecer la Guardia Nacional. No está respaldada por una estrategia que conozcamos. No está respaldada por ejemplos internacionales con los que valga la pena contrastarse. El secretario de la defensa y el de marina, han optado por un silencio sobre políticas, absoluto y, en cambio, han escogido un discurso abyecto y lambiscón, de dar pena ajena.

En nuestro país, se está cocinando un despropósito institucional, que habíamos superado y que no vale la pena revisitar: sacar al Ejército de la vida política para que la civilidad pueda construir una democracia abierta, tolerante e incluyente, nada más, pero nada menos también.

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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