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Quién es el exsocio de Trump que planea invertir 1,000 millones en Argentina
Jorge Pérez, argentino-cubano, 'el rey de los condos' de Miami, decidió invertir por primera vez en su país natal tras el triunfo de Macri.
Con un portfolio de desarrollos residenciales en Miami que cotiza en más de 10,000 millones de dólares, desplegado en 100,000 viviendas construidas durante cuatro décadas, ‘El rey de los condominios’ —como lo llaman, dado que popularizó ese modelo de residencias en Florida— decidió volver a sus orígenes e invertir por primera vez en la Argentina.
En febrero, Jorge Pérez comenzó a hacer realidad SLS Puerto Madero, un complejo de dos torres de lujo y un hotel boutique ubicado en el Dique 1. Pero eso no es todo: aunque se queja de la pesada carga impositiva local, promete invertir 1,000 millones en otros cuatro desarrollos en su patria natal en virtud de su confianza en la política económica que promueve el gobierno de Mauricio Macri.
A 50 años de haber comenzado a edificar su personal versión del american dream, Pérez es dueño de una de las mayores fortunas del mundo e integra, junto a Bill Gates y Warren Buffet, la iniciativa The Giving Pledge, por la cual cada uno se comprometió a donar el 50% de su patrimonio a la filantropía.
Socio y amigo desde hace más de 20 años de Donald Trump, el actual presidente de los Estados Unidos, Pérez recibió ofrecimientos del mandatario para ocupar altos cargos públicos pero los rechazó dado que critica duramente sus ideales políticos y prácticas de gestión, especialmente en el capítulo migratorio pero también en lo referido a salud pública y protección ambiental. Desde entonces, los dos magnates del real estate no volvieron a hablarse.
Esas son algunas de las razones por las que Jorge Pérez protagoniza la entrevista de tapa del september issue de Clase Ejecutiva, la revista lifestyle de El Cronista Comercial.
Aquí, sus definiciones más salientes sobre el florecimiento del mercado del real estate argentino durante la presidencia de Macri.
¿Qué lo motivó a invertir ahora en la Argentina?
Hace más de una década que quería hacer algo en el país donde nací, al que visito 5 ó 6 veces al año. Ya antes de conseguir el terreno donde construimos SLS Puerto Madero lo hemos intentado en otras ocasiones, que no se han dado por distintas razones: uno lo íbamos a hacer junto con IRSA, pero no nos dieron la zonificación; otro era para trabajarlo con unos inversores chilenos, pero tampoco se pudo cerrar porque querían que la mitad fuese con dinero no blanco y nosotros no trabajamos así; hasta que por fin nos llegó este gran predio donde comenzar a establecer lo que será una compañía mucho más grande a futuro. Porque quiero seguir invirtiendo en la Argentina: quiero involucrarme más en la economía y en la política, apoyando a los buenos candidatos para tratar de que se vuelva un mejor país. Es lo que me motiva.
Concretamente, ¿qué montos de inversión implicarían sus nuevos proyectos en el país?
Apostamos muy fuerte. Si se concreta lo que estamos viendo, estamos pensando en invertir 1,000 millones. La idea es empezar otro proyecto este año y tres más durante el próximo. Este año la demanda ha sido muy superior a la oferta en productos de bienes raíces de alta calidad, que no fue abastecida en la última década porque el país sufrió bastante económicamente, casi se volvió un paria en la economía internacional. Hay un potencial enorme, por lo que habrá más oportunidades para desarrollos premium.
También hay una gran necesidad de edificios para clase media en todo el país, especialmente en Buenos Aires. Pero si bien en los Estados Unidos nuestra compañía construye muchos departamentos de clase media, no contamos con la experiencia local como para meternos hoy en día en ese segmento.
¿Qué les dice a otros inversores cuando le consultan si conviene apostar aquí?
Muchos de los inversionistas del exterior todavía están mirando hasta cuándo continuará esto… Yo soy el cheer leader (animador) más grande de la Argentina, diciéndoles a todos que el populismo del pasado no sigue, que el país irá para adelante y que se harán todos los cambios necesarios para que llegue a ser un país desarrollado, como Australia o Nueva Zelanda. Para ello, la corrupción se tiene que acabar y todo tiene que ser mucho más claro, competente y competitivo.
Ante la reaparición de los créditos hipotecarios accesibles para la clase media, ¿hay riesgo de que se produzca una burbuja inmobiliaria?
A la Argentina todavía le falta mucho para tener un mercado de hipotecas. Hoy, especialmente en los apartamentos de clase media alta y de lujo, casi no existe financiamiento, y lo que se ofrece es extremadamente caro. La mayoría de nuestros compradores no quiere financiamiento: pagan en cash por ese motivo y porque hay desconfianza en los bancos. En México estamos haciendo proyectos similares al de Buenos Aires, pero allá el 80 % de los compradores financia. Creo que todavía falta mucho para tener un sistema hipotecario donde las tasas le permitan a la gente tomar préstamos que sean factibles.
El elevado costo de la construcción y de la carga impositiva de la actividad es un reclamo permanente, ¿coincide?
En este proyecto que estamos construyendo los impuestos nos han quitado gran parte de las ganancias. Pagamos mucho más impuestos que en los Estados Unidos. Debería haber cambios en las leyes. ¡Resulta increíble que estamos pagando más del 60% en impuestos! En los Estados Unidos —sobre el mismo tipo de proyecto— tendríamos que pagar 35%. Para ser competitivos en el mercado internacional debería haber una ley más justa en la que todos paguen pero un poco menos cada uno. Son cuestiones que deberán ir cambiando cuando el país comience a competir de una forma abierta y transparente. Los impuestos tienen que ser competitivos con otros países en desarrollo o desarrollados porque, por ejemplo, para un inversionista estadounidense la Argentina todavía presenta riesgos. Que haya leyes claras y transparentes es muy importante para el desarrollo del país.
¿Cuáles son las diferencias principales entre construir en Buenos Aires y en Miami?
Miami es un mercado completamente internacional, más grande y complejo: evaluar la demanda es prácticamente imposible porque nunca se sabe cuántos compradores vendrán de Rusia, Italia, Francia, la Argentina, Colombia, México o Chile. Allá, el 80% de los condominios que vendo los compra público internacional, entonces es muy difícil para uno asesorarse sobre lo que sucederá durante los próximos cinco años, por ejemplo.
En cambio, Buenos Aires es un mercado mucho más local: el 90% de las ventas que tuvimos son de argentinos que viven en el país y el 10% restante son extranjeros a los que les gusta la ciudad y argentinos que viven afuera pero quieren tener un pied-à-terre. Además, el mercado porteño tiene muchas más fluctuaciones: he estado en las épocas en que se lanzaba un edificio y se vendía completo en tres días y también en tiempos donde las ventas cayeron por miedo político, económico o de seguridad. Ese es el gran problema: uno no sabe lo que va a pasar en la economía y en la política argentina. De hecho, aquí hemos tenido que aprender porque todo es un poquito más oscuro, si bien una de las cosas que están gustando de este Gobierno es la transparencia. De hecho, creíamos que íbamos a tener más problemas en sacar permisos para la obra pero todo fue extremadamente profesional y rápido.
¿Cómo es su relación con Eduardo Costantini y con Alan Faena, otros dos argentinos que están invirtiendo en Miami?
Con Faena hay una muy buena relación: es una persona sumamente creativa y eso me gusta mucho. Tiene iniciativas que no sólo son buenas para sus compradores sino también para la comunidad. En la Argentina hizo el Faena Arts Center y creo que Puerto Madero no sería lo que es hoy si no fuese por Alan. En Miami hizo lo mismo con sus contribuciones culturales... Eduardo, por otra parte, es amigo: los dos tenemos museos y nos encanta el arte. Cuando tuve mi casa en Punta del Este, siempre pasaba el Año Nuevo en la suya. Nos llevamos muy bien. Y con otros desarrolladores argentinos que hoy en día están en Miami también tengo muy buenas relaciones: competimos, pero siempre de una forma muy abierta. Si quieren ir a mis proyectos para preguntarme cómo los hago, soy un libro abierto: creo que mientras uno más comparte las ideas, mejor salen los proyectos. Me llevo extremadamente bien con los grandes desarrolladores de aquí: queremos que la conexión entre Miami y América latina se vuelva cada vez más importante, y la Argentina es importante para lograrlo.
A 10 años del estallido de la burbuja, ¿qué aprendizaje rescata de la crisis de hipotecas subprime de 2007?
La primera lección es la humildad (risas). Fuimos afortunados por tres décadas, porque tuvimos una compañía que todos los años obtuvo grandes ganancias y se volvió una de las más grandes de desarrollo inmobiliario de los Estados Unidos. No teníamos ni que pedirle préstamos a los bancos. ¡Ellos nos rogaban para darnos los créditos! Entonces, uno empieza a creer que no puede hacer nada mal… Finalmente nos dimos cuenta de que el mercado es mucho más grande que nosotros y que, a pesar de todo lo bueno que uno cree que es, se puede caer en cualquier momento. Fue una lección muy fuerte. Aprendimos a ser mucho más humildes y a darnos cuenta de que el mercado es mucho más fuerte que el individuo y que todo puede salir mal.
La segunda lección, que es sumamente importante, es sobre el leverage (apalancamiento), que es la cantidad que uno puede pedir prestado. En los Estados Unidos se estaban dando 100 % de hipotecas: empezó a haber negociados, y no solamente en real estate. Se construyó una barbaridad de unidades pero el mercado paró y todos tenían hipotecas con muy poco capital personal, es decir, impagables. Fue una caída tan grande que muchos de los developers y operadores se salieron del negocio y le dejaron todo al banco, por lo que cayeron todos los precios. A raíz de ello, hoy en día nunca tomamos prestado más del 50% del costo del edificio y nos hemos vuelto mucho, pero mucho, más conservadores.
Miramos más lo que puede salir mal, la mitad del vaso vacío… Nos volvimos menos optimistas y analizamos todo muchísimo más que antes. Hemos redoblado el esfuerzo para estar seguros de que no nos encuentren otra vez con los pantalones bajos y sin las botas puestas (risas). Esto no quiere decir que seamos inmunes a una nueva recesión, pero estamos muchísimo más preparados, tenemos grandes recursos que no usamos para poder contrarrestar cualquier cambio que llegue en la economía. Ahora mismo, cuando las ventas en Miami se han reducido, estamos muy tranquilos porque venimos trabajando paulatinamente: en todas nuestras ventas la gente tiene por lo menos un 50% del pago del condominio y hemos cerrado más de 3,000 unidades en estos últimos 6 meses.