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Geopolítica

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Muerte del presidente Raisi: lo que puede significar para Irán y la región

La muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, fallecido debido a un accidente del helicóptero en el que viajaba en una zona montañosa en el noroeste de su país, supone un duro golpe para los dirigentes conservadores de la República Islámica.

Como experto en política interior y exterior de Irán, entiendo que la preocupación de Teherán puede ir más allá de la posible tragedia humana. La muerte de Raisi tendrá importantes implicaciones para un Estado consumido por el caos interno y la confrontación regional e internacional.

¿Quién era Ebrahim Raisi?

Desde la Revolución iraní de 1979, Raisi actuó como un fiel miembro del aparato y protegido de Jamenei, que como líder supremo ostenta el poder máximo en la República Islámica.

Antes de convertirse en presidente en 2021, Raisi ocupó diversos cargos dentro del poder judicial bajo la supervisión del líder supremo. Como fiscal, y al final de la guerra Irán-Irak en 1988, formó parte del comité que condenó a muerte a miles de presos políticos.

Las ejecuciones le valieron el apodo de «carnicero de Teherán» y posteriormente fue objeto de sanciones por parte de Estados Unidos y de condena por parte de las Naciones Unidas y de organizaciones internacionales de derechos humanos.

Desde 2006, Raisi formaba parte de la Asamblea de Expertos, órgano que nombra y supervisa al líder supremo.

A pesar de su falta de carisma y elocuencia, se pensaba que Raisi, de 63 años, estaba siendo preparado para suceder a Jamenei, de 85 años, como líder supremo.

Un historial nacional accidentado

En el ámbito nacional, la presidencia de Raisi fue causa y consecuencia de una crisis de legitimidad del régimen y de caos social.

Ganó de forma controvertida las elecciones presidenciales de 2021 tras un elevado número de descalificaciones de candidatos por parte del Consejo de Guardianes, que examina a los candidatos, y una participación electoral inferior al 50 %, históricamente baja.

Para apaciguar a su base conservadora, Raisi y su gobierno reforzaron la policía de la moralidad y volvieron a imponer restricciones religiosas a la sociedad. Esta política desembocó en las protestas bajo el lema “Mujeres, Vida, Libertad”, desencadenadas por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini en 2022.

Las manifestaciones resultaron ser las mayores y más largas en los casi 50 años de historia de la República Islámica. También se saldaron con una represión estatal sin precedentes, con más de 500 manifestantes muertos y cientos más heridos, desaparecidos y detenidos. A lo largo de las protestas, Raisi demostró su lealtad al líder supremo y a las élites conservadoras redoblando las restricciones y las medidas represivas.

Mientras tanto, bajo Raisi, la economía iraní ha seguído sufriendo debido a una combinación de mala gestión gubernamental y corrupción, junto con sanciones estadounidenses que se han intensificado en respuesta a la represión interna de Teherán y las provocaciones en el extranjero.

Confrontación por el acercamiento

La agitación interna bajo la presidencia de Raisi vino acompañada de cambios en el papel regional e internacional de Irán.

Como líder supremo, Jamenei tiene la última palabra en política exterior. Pero Raisi presidía un Estado que continuó por la senda de la confrontación con sus adversarios, especialmente con Estados Unidos e Israel.

Y ya sea por elección o por necesidad, Teherán se ha alejado de cualquier idea de acercamiento a Occidente.

Ante el aumento de las sanciones estadounidenses, Irán, bajo el mandato de Raisi, se ha mostrado reacia a reactivar los acuerdos nucleares. En su lugar, Irán ha aumentado el enriquecimiento de uranio, ha bloqueado a los inspectores internacionales y se ha convertido en un Estado en el umbral nuclear.

Raisi también continuó con la política de «mirar hacia Oriente» de su predecesor, Hassan Rouhani. Para ello, él y su gobierno persiguieron un mayor acercamiento a China.

Pekín, a su vez, ha ofrecido un salvavidas económico importando petróleo iraní y mediando en un acuerdo diplomático entre Irán y Arabia Saudí en marzo de 2023.

Mientras tanto, bajo la presidencia de Raisi, Irán continuó sirviendo como aliado y financiador de conflictos antiestadounidenses y antioccidentales, entregando drones de combate a Rusia para su uso en Ucrania y proporcionando armas a varios aliados en Oriente Medio.

Desde que comenzó la guerra en Gaza el 7 de octubre de 2023, Irán, bajo el mando de Jamenei y Raisi, ha mantenido un delicado equilibrio entre apoyar a sus aliados regionales para contrarrestar a Israel y Estados Unidos y evitar al mismo tiempo una confrontación directa con ambos países, que son enemigos convencionalmente superiores.

Este equilibrio se rompió momentáneamente cuando la República Islámica atacó directamente a Israel con aviones no tripulados y misiles por primera vez en la historia, el pasado abril, en represalia por un ataque contra el consulado de Irán en Damasco.

Raisi ha sido clave en el régimen iraní en su intento de distanciarse aún más del orden internacional establecido y buscar alianzas con países igualmente antagónicos con Occidente.

Lo que podría significar un cambio de presidente

En Raisi, el líder supremo Jamenei tenía a un leal desde hace mucho tiempo, conocedor del régimen y posible sucesor.

Según la Constitución iraní, en caso de fallecimiento del presidente, el vicepresidente primero asume la presidencia interina. En este caso, se trata de Mohammad Mokhber, un político muy parecido a Raisi y que ha sido miembro destacado del equipo iraní que negocia acuerdos armamentísticos con Moscú.

Irán también tendría que celebrar elecciones presidenciales en un plazo de 50 días. Queda por ver a quién dará el visto bueno el líder supremo como futuro presidente y posible sucesor.

Es casi seguro que los conservadores de Teherán seguirán sin cambiar de rumbo, dada la presión interna y externa a la que se enfrentan. A nivel nacional, esto podría traducirse en una mayor represión estatal y en la manipulación de las elecciones. A nivel regional e internacional, creo que podría significar forjar lazos más fuertes con aliados incipientes y alentar una confrontación calculada contra los adversarios tradicionales.

Eric Lob, Associate Professor of Politics and International Relations, Florida International University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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