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2024: año de riesgos climáticos
2023 fue el año más caliente de la historia. Se rompió el récord que tenía el 2016 y abrimos la puerta a escenas dantescas en todo el mundo. El año pasado tuvimos incendios en bosques de Canadá y Grecia. Inundaciones en Libia. En Estados Unidos se reportaron 25 eventos de clima extremo, incluyendo huracanes, incendios, tornados y olas de calor. Fue un año de pésimas cosechas en Argentina. Se registró también falta de agua en un lago crucial para el funcionamiento del Canal de Panamá. Esta maravilla de ingeniería del siglo XX se vio obligada a reducir su nivel de operaciones.
En México, fueron muchas cosas. Más de la mitad del territorio nacional está afectado por la sequía y hubo problemas severos de abasto de agua en poblaciones tan importantes como San Luis Potosí, pero nada más dramático que Otis. Ese huracán destrozó Acapulco y puso en evidencia la vulnerabilidad de nuestras ciudades costeras. Las altas temperaturas del océano hicieron que Otis se tornara en un monstruo de categoría 5 en unas horas. Esto nunca antes había ocurrido, ni aquí ni en el mundo. Volverá a ocurrir, nos advierten los expertos.
Lo más probable es que 2024 rebase las marcas establecidas el año pasado. Suena raro hablar de pronósticos de altas temperaturas en estos días de frío descomunal. En Kansas City, un partido de la NFL se jugó con temperaturas de -22 grados centígrados. En Texas, llevan algunos días debajo de los cero grados, con la amenaza de repetir la crisis de energía que vivieron en febrero de 2021. Por lo pronto, esto provocó un incremento de 400% en el precio del gas natural en ese estado, que es el principal proveedor de energéticos para México. Es muy pronto para saber si eso traerá apagones o impactará en nuestro recibo de la luz… o en las finanzas de la CFE.
Los eventos de temperaturas extremas son parte de la nueva normalidad. Están relacionados con el cambio climático, pero impactan más en aquellos lugares donde las instituciones son más débiles y/o incompetentes. Serán cada vez más frecuentes y costosos, pero su valor se repartirá de manera desigual: afectará más a quienes menos tienen. Vendrán huracanes, sequías, inundaciones, incendios, olas de calor, bajas temperaturas. Traerán picos inflacionarios, desabasto, migraciones y presiones al gasto público, entre otras cosas.
El mapa de riesgos del Foro Económico Mundial de Davos coloca a los eventos climáticos extremos en los primeros lugares para el 2024 y para los próximos 10 años. Los desastres naturales relacionados con el clima compiten con las amenazas cibernéticas por el trono de las pesadillas en la cabeza de los líderes globales que se preocupan por el futuro.
La inestabilidad del clima trae problemas para levantar las cosechas y producir alimentos. Genera riesgos de inestabilidad social y redefine territorios. Está produciendo nuevas enfermedades y padecimientos. Nos está obligando a hablar del cambio climático con otras referencias que van más allá de los grados centígrados, dijo Bill Anderson, CEO de Bayer en Davos: son vidas humanas y deterioro de la calidad de vida.
Las grandes tragedias se llevan los titulares, pero hay que poner más atención a eventos de intensidad media, argumenta un informe del Swiss Re Institute, un think tank vinculado a una de las principales empresas aseguradoras del mundo. Los siniestros vinculados a tormentas se han incrementado a una tasa de 7% anual. Las pérdidas registradas en 2023 fueron el doble del promedio de las que se registraron la década pasada.
¿Qué sigue? Es un hecho que los riesgos han crecido, pero también lo han hecho las capacidades para hacerles frente. Tenemos más información, nuevas tecnologías e instrumentos financieros de los que carecíamos hace una década. Están, también, miles de jóvenes que aportan su energía y su visión; su rabia y su entusiasmo. Saben que no hay tiempo que perder. ¿Podemos ayudarlos o, cuando menos, no estorbarles?