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Opinión

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7 de Octubre, 2024. A un año de la masacre que cambió el mundo

No pierdan la esperanza. Estamos poniendo el mundo patas arriba para traerlos de vuelta".
​Familiares de los rehenes secuestrados en Gaza. Enero, 2024.

A un año del ataque de Hamás a Israel, el balance no podría ser más incierto.

La muerte de civiles inocentes de ambas partes, nos habla del peso de la injusticia y de una escalada de odio y violencia que sólo ha conducido a la destrucción.

Es imposible que el desacuerdo desbordado genere paz. Violar y matar alimenta deseos de venganza en la víctima. Es imposible que el mal dé a luz al bien, pues, de acuerdo con la naturaleza humana, el odio sólo engendra más odio.

Los testimonios de los sobrevivientes del Festival Nova y los kibbutz Nir Oz, Be´eri y Netivim entre otros, van mucho más allá que lo que registran las búsquedas en internet, que en su mayoría, minimizan y reducen los hechos afirmando sin ninguna sensibilidad hacia la dignidad de las víctimas “que las milicias de Hamas penetraron el territorio israelí y lanzaron cohetes”.

El mundo sabe que no es así. Las voces de los miles de sobrevivientes que, para respirar y conciliar un sueño, evocan su amanecer el pasado 7 de octubre, describen los ataques de Hamás como una barbarie: una carnicería humana orquestada por seres llenos de odio que, además de decapitar y descuartizar ancianos y bebés, violaban mujeres y niñas frente a sus familias para después encerrarlos a todos y prenderles fuego.

Sí, muerte a todos, menos a los 253 secuestrados que servirían como moneda de cambio y sufrirían lo indecible. Hasta hoy sólo han vuelto con vida 116, de los cuales, el 70% son mujeres y niños.

Las manifestaciones pro-palestina a lo largo y ancho del mundo no dejan de sorprenderme por su parcialidad y desmemoria: ¿Olvidan que esta guerra empezó con las masacres del 7 de octubre? ¿Es válido justificar un crimen de esta envergadura? ¿Qué falta para que el mundo entienda que Hamás enseña a sus pequeños a odiar y es un grupo terrorista y genocida que busca destruir a los judíos por el único hecho de serlo, para continuar después su guerra santa en contra de todos los no practicantes del Islám?

¿Qué esperaban los altos mandos de Hamás? ¿Que Israel se cruzara de brazos y permitiera la muerte y el sufrimiento de los suyos? ¿Qué no opusiera resistencia?

Para vencer al enemigo hay que conocerlo y es muy posible que ni Hamás, ni Hezbolla, sepan con quién se están metiendo. Israel es el Estado judío, una nación libre y soberana que se ha ganado con sangre cada kilómetro de su territorio, Israel es el lugar de origen de la Biblia y una tierra que la ciencia y la innovación hicieron fértil y floreciente. Una patria de valientes que, al igual que cualquier otra al interior del concierto de las naciones democráticas, hace uso de su derecho a la autodeterminación y la autodefensa.

A un año de la tragedia, lo mismo que en Gaza, miles de personas en Israel han puesto en pausa sus vidas y abandonado sus hogares después del 7 de octubre y los constantes bombardeos desde Líbano al norte del país.

La desgracia es que el conflicto parece no tener fin y menos ahora que, ante las amenazas del terror y sus aliados -y proveedores de armamento-, lsrael haya decidido jugarse el todo por el todo, a pesar de las divisiones internas y un año lleno de incertidumbre. Todo indica que ya se cansó de que Hamás use niños como escudos humanos y coloque sus cuarteles generales y arsenales en túneles, debajo de hospitales, escuelas y mezquitas.

Alguien tiene que terminar con el odio antes de que el fanatismo y la intolerancia vuelen más estaciones como la de Atocha en Madrid, estrellen más aviones en rascacielos o sigan matando más gente por pensar, creer y vivir de forma distinta a la que ellos asumen correcta.

El terrorismo es el padre de la maldad, ojalá logre erradicarse. El mundo merece vivir en paz.

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Linda Atach Zaga es historiadora de arte, artista y curadora mexicana. Desde 2010 es directora del Departamento de Exposiciones Temporales del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México.

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