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Opinión

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Algoritmo que se alimenta de odio recibe más likes: caso Facebook

La guerra civil en redes sociales no es un acto espontáneo ni lúdico, sus algoritmos la incentivan, la miman, la procuran.

El odio tiene más likes que cualquier acuerdo de paz en Facebook.

“Las diferentes partes de las aplicaciones de Facebook interactúan entre sí de forma compleja (...) y cada equipo de trabajo desarrolla cambios sin que exista un proceso que las unifique”, escribió Mary Beth Hunzaker en una nota el día que presentó su renuncia a Facebook en agosto del año pasado (Le Monde, 27 de octubre).

La nota fue filtrada por Frances Haugen, exempleada de Facebook que ya compareció ante comisiones del Parlamento británico y del Senado estadounidense.

Detrás de las palabras de Mary Beth se encuentra el caos; la imposible tarea de dominar el algoritmo.

En marzo de 2021 un mensaje escrito en inglés apareció en Facebook: “Todas las vacunas contra el covid son experimentales” y los vacunados “forman parte del experimento”.

Facebook se enorgullece de haberlo detectado y borrado, pero el daño ya estaba hecho: 3 millones de vistas y fue compartido 500,000 veces en pocos minutos. La inteligencia artificial de Facebook confundió el inglés con el rumano, su propagación fue fatal.

Entre los llamados Papeles de Facebook se encuentra uno con fecha del 12 de junio de 2019. Un empleado de la red social creó un perfil ficticio bajo el nombre de Carol Smith, ciudadana estadounidense conservadora con intereses en la infancia, la política y el cristianismo. Una semana después su perfil ya tenía invitaciones de miembros de QAnon, el grupo animado por la paranoia de las conspiraciones que empujaron a gran parte de las 10,000 personas a asaltar al Capitolio el pasado 6 de enero.

Son los mismos que apuntaron hacia la pizzería Comet de Washington como centro de operaciones de Hillary Clinton y su asistente John Podesta en la supuesta red de pederastas.

A finales del año 2000 el siguiente mensaje circuló entre un grupo de empleados de Facebook: “No es normal que un gran número de personas digan que estamos empeorando el mundo (...) En semanas recientes hemos sido testigos de una serie de renuncias de personas con puestos elevados en los equipos de Integridad (los departamentos responsables de supervisar la moderación de los contenidos; existen Integridad cívica, integridad comercial, integridad de las páginas, entre otras, todas coordinadas por el vicepresidente Guy Rosen).

“Creo que Facebook tiene mala influencia en la política de los países occidentales”, se lee en el mismo documento.

Lo que es cierto es que los miembros de QAnon que asistieron al asalto del Capitolio habían pasado cientos de horas nutriendo con odio el algoritmo, vivieron de la fantasía y de ahí saltaron a la realidad en la que hubieron varios muertos dentro de uno de los centros políticos más importantes de Estados Unidos. ¿De qué manera se puede pasar de la fantasía virtual a la realidad de la delincuencia sin estar loco? En apariencia existen dos vías: el sentido común y los estudios.

Facebook no es The New York Times ni Zuckerberg es un dictador que obligue a nadie en el planeta a mudarse a su red social. La confusión entre un mass media (entendido en el concepto anglosajón como una empresa de medio de comunicación) y una red social, no tendría que existir, pero una parte de la sociedad no tiene los conocimientos necesarios para catalogar territorios, conceptos.

Zuckerberg se ha sabido vender a través de la comunicación: joven, inteligente y “guionista” de aspiraciones. Solo le falta aceptar que, entre la misión de su red social, unir al mundo, también se encuentra la propagación del odio cultural.

Steve Bannon no se equivocó. El asesor estrella de Donald Trump usó Facebook para dar like al odio. Entendió que la política se quedó sin contenidos.

La guerra cultural se hace a través de Facebook.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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