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Claudianomics: ¿adquirirá funcionalidad?
Pejenomics tuvo un componente tóxico, terriblemente dañino para el crecimiento económico, derivado directamente del estilo personal de gobernar de López Obrador.
La enseñanza ofrecida por la realidad fue clarísima. Un triunfo electoral, por más contundente que parezca, no puede ser patente de corzo para hacer lo que se quiera en materia de políticas públicas. Después del anuncio de los comicios del domingo, los mercados (el cambiario y el bursátil) enviaron un mensaje muy enfático que no puede malentenderse. Una suerte de advertencia contra la posibilidad de medidas económicas radicales o desatinadas. En particular, amenazas en contra de los derechos de propiedad o de las entidades autónomas. La eventual posibilidad de una fuga de capitales masiva con ajuste importante del tipo de cambio se anunció de manera inequívoca. La reacción oficialista de confirmar a Ramírez de la O al frente de Hacienda parece adecuada, pero de ninguna manera suficiente. Para no terminar en una gran crisis cambiaria, al igual que a su término los fallidos sexenios de Echeverría y López Portillo.
¿Por qué el gobierno de López Obrador podrá terminar sin una gran crisis cambiaria? En razón de los elementos ortodoxos que ha contenido la Pejenomics (la estrategia económica de AMLO). Ese componente ortodoxo ha estado integrado con disciplina fiscal (un tanto deteriorada en 2024), política monetaria prudente con un banco central autónomo, apertura comercial (con el T-MEC) y un régimen de tipo de cambio flotante. Indispensable será que hacia adelante Claudianomics mantenga todos esos componentes de éxito.
En un ensayo de antigua manufactura, pero reciente publicación argumenté –creo yo, sin falsa modestia, que con acierto– que la Pejenomics se integró con un componente ortodoxo (ya mencionado), otro componente heterodoxo (como los precios de garantía para ciertos cultivos agrícolas) y un componente tóxico. Un componente tóxico, terriblemente dañino para el crecimiento económico, derivado en forma directa del estilo personal de gobernar de López Obrador.
En el componente tóxico de la Pejenomics sobresalen, aunque el recuento no es exhaustivo, la práctica de cancelar de manera caprichosa proyectos de inversión ya en marcha, agredir con virulencia a las entidades autónomas, amenazar a los derechos de propiedad (como ocurrió con la expropiación de más de 100 kilómetros de vías férreas en el corredor del istmo), los abrazos al crimen organizado, los ataques retóricos al sector empresarial y la inversión privada en las mañaneras y los proyectos de infraestructura en inmensos elefantes blancos con rentabilidad social bajísima.
Lo conveniente para la Claudianomics, lo racional, será tratar de suprimir de su composición los elementos tan tóxicos que tuvo Pejenomics. Esos elementos tóxicos resultaron tremendamente perjudiciales para lograr un crecimiento económico elevado. Claudianomics deberá conservar los programas sociales que brindan apoyo y permiten ganar elecciones. Sin embargo, son tan sólo una condición suficiente. Falta la condición necesaria, de un crecimiento económico rápido. La salida racional para Claudianomics debe ser Pejenomics, aunque extirpada (quirúrgicamente) de sus elementos tóxicos.