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Denle un freno a la deuda a Estados Unidos
Dejando a un lado el teatro político, la intriga y la política arriesgada que hoy en día acompañan cada aumento en el techo de la deuda de Estados Unidos, ¿se puede hacer algo para detener, o incluso desacelerar, el crecimiento del endeudamiento? La respuesta puede estar en Suiza
ZÚRICH – Desde 1960, Estados Unidos ha subido su techo de endeudamiento 78 veces, y pronto serán 79 si el Congreso aprueba el último acuerdo in extremis. En un muro electrónico de Manhattan, no lejos de Times Square, hay un contador gigante que muestra, en tiempo real, el monto de la deuda nacional.
Desde su inauguración en 1989, el Reloj de la Deuda Nacional ha marcado un ascenso inexorable, pasando de 2.7 billones de dólares a más de 31 billones en la actualidad. Nunca antes Estados Unidos o la economía mundial habían estado tan endeudados. Y desde el año 2000, el stock de deuda global se disparó de 87 billones de dólares a más de 300 billones; un ritmo que casi duplica el crecimiento del PIB mundial.
Dejando a un lado la teatralización política, las intrigas y los juegos al borde del abismo que hoy acompañan cada aumento del techo de endeudamiento en los Estados Unidos, ¿hay algo que pueda hacerse para detener (o al menos frenar) el reloj?
A inicios de este siglo, Suiza ideó una solución llamada “freno a la deuda”, que obliga al gobierno federal a mantener un presupuesto equilibrado en el transcurso del ciclo económico. En respuesta a la creciente deuda pública y a una repetición de déficits en los noventa, un grupo de economistas y políticos suizos empezó a promover una enmienda constitucional para limitar el gasto y el endeudamiento del Estado. En 2001, el gobierno suizo propuso el freno a la deuda, los votantes lo aprobaron por amplia mayoría en un referendo, y se incorporó a la constitución del país.
Los resultados han sido sorprendentes. Desde su aprobación, la deuda pública total como porcentaje del PIB se redujo del 30% al 20%; mientras que en el mismo período, el endeudamiento alcanzó niveles inéditos en el Reino Unido (186%), Japón (227%), los Estados Unidos (123%) y otros países.
El freno a la deuda en Suiza funciona porque tiene un objetivo simple y riguroso: limitar el crecimiento de la deuda pública impidiendo al gobierno gastar dinero que no tiene. Además, como está consagrado en la constitución, cuenta con un alto grado de legitimidad política y es difícil de derogar o enmendar. Y el hecho de fijar un punto de referencia claro respecto del cual medir el desempeño aumenta la responsabilidad de los funcionarios electos ante los ciudadanos a los que representan y elimina la tentación de endeudarse y pasar el fardo a las generaciones futuras sólo para asegurarse la reelección.
Pero el freno a la deuda no es una camisa de fuerza: incluye estabilizadores automáticos y anticíclicos, que permiten mantener déficits temporales durante períodos de debilidad económica (por ejemplo, la crisis del Covid-19) y en los buenos tiempos alientan a devolver lo adeudado.
Hoy Suiza tiene calificación crediticia AAA, algo muy importante en un mundo en el que los costos de endeudamiento son cada vez mayores. Con los niveles de deuda y tipos de interés actuales, los contribuyentes estadounidenses gastan unas quince veces más en pago de intereses que sus homólogos suizos. Los suizos liberan recursos para invertir en educación, investigación, guarderías y otros bienes y servicios públicos esenciales, mientras que los nietos de los contribuyentes estadounidenses tendrán que cumplir los pagos de la deuda sin haber visto jamás los beneficios.
No se trata de negar la importancia del contrato social intergeneracional, por el que los mayores transmiten tradiciones y sabiduría a los jóvenes, y estos aportan nuevas perspectivas, ideas y avances tecnológicos. Pero el trato tiene que ser justo para todos. La palabra con que en alemán se nombra a la deuda, Schuld, también quiere decir “culpa”: una especie de sinonimia moral que nos recuerda la necesidad de cumplir nuestra parte del trato.
Es verdad que la Constitución de los Estados Unidos es mucho más difícil de cambiar que la suiza. Pero los padres fundadores estadounidenses consideraban que la acumulación de deuda pública no era un tema para tomar a la ligera. Eran conscientes de que un exceso de deuda podía ser una carga para las generaciones futuras y poner en riesgo la estabilidad económica y la independencia nacional. Sabían que el imperio romano, la monarquía francesa, la república holandesa y el imperio español cayeron como consecuencia del exceso de deuda. Siempre con la misma receta: guerras costosas y gasto desorbitado.
Los padres fundadores, en cambio, creían en la importancia de la responsabilidad fiscal y eran partidarios de limitar el gasto público y evitar el exceso de deuda. Alexander Hamilton sostuvo que el gobierno debe tener autoridad para pedir prestado con la condición estricta de que “la creación de deuda debe ir siempre acompañada de los medios para su extinción”. Y Thomas Jefferson creía que “para preservar la independencia (del pueblo), no debemos permitir que nuestros gobernantes nos carguen con deudas perpetuas”.
Con ese objetivo en mente, el diseño de la Constitución de los Estados Unidos incluye controles y contrapesos para evitar abusos de poder, incluida la irresponsabilidad fiscal. La intención de los autores del texto al otorgar el poder presupuestario a la rama legislativa fue garantizar la supervisión y el control del gasto.
La Constitución de los Estados Unidos ha sido enmendada sólo 27 veces desde 1787, mientras que la constitución suiza se modifica con frecuencia. Pero un proceso riguroso y difícil implica una mayor legitimidad. Como la obtenida cuando el 85% de los ciudadanos suizos votó a favor de incluir un freno a la deuda. Los ciudadanos estadounidenses se merecen la oportunidad de decidir si quieren algo similar.
El autor
Es autor de Swiss Made: The Untold Story Behind Switzerland’s Success y Too Small to Fail: Why Some Small Nations Outperform Larger Ones and How They Are Reshaping the World.
Traducción: Esteban Flamini
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