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El peso, sumergido en la distorsión
La característica principal del comportamiento de los mercados financieros en los últimos dos meses es la disociación con relación al comportamiento de la economía
Las bolsas en el mundo suben mientras sus propias economías se mantienen inmersas en una importante recesión y la incertidumbre con relación a la famosa “reapertura”.
En México, las variables financieras también participan de dicha distorsión, al menos el peso cuya reciente revaluación no parece relacionarse con la situación económica del país.
Tenga claro que el movimiento de baja del tipo de cambio responde a las condiciones que se han generado en el exterior. No hay nada en el ambiente nacional que se pueda interpretar como el motivo de fortaleza del peso salvo, de nuevo, una elevada tasa de interés en relación a la que pagan otras economías emergentes.
En esta columna le hemos explicado cómo el comportamiento positivo de los mercados tiene como palanca principal la fuerte inyección de liquidez y el sostén que han creado las autoridades tanto fiscales como monetarias en el mundo desarrollado para salir de la pandemia.
Con tasas de interés en niveles casi nulos o negativos y un respaldo garantizado, sólo basta la confianza de los inversionistas en que el fenómeno sanitario será temporal para que éstos demanden activos de riesgo y abandonen la búsqueda de inversiones seguras o espacios de refugio.
Eso es lo que viene sucediendo. En las últimas dos semanas, tal abandono ha propiciado una debilidad del dólar contra muchas monedas debido a la afluencia de recursos en búsqueda de rendimiento más alto. Lo mismo sucede en muchos espacios en los mercados.
Ahora, piense en los activos en pesos, que perdieron fuertemente su valor y que en los últimos trimestres registraron un flujo de salida de recursos importante hacia otras monedas.
Si una fracción de tales recursos regresa a invertirse en activos con rendimiento atractivo, lo que vemos es una revaluación del peso. En otras palabras, el famoso carry trade (comprar activos en pesos con deudas en dólares o asegurando un tipo de cambio de salida vía la compra de un futuro) está más vivo que nunca.
Para corroborarlo le basta saber que, en el último mes y medio, la mayoría de los bancos centrales de mercados emergentes se han sumado a la distorsión monetaria, es decir, han reducido sus tasas de interés.
El Banco de México también, pero el punto de partida no lo beneficia. hoy en día, la tasa libre de riesgo en México es el 5.50%, ha bajado, pero resulta que con la excepción de las de Nigeria, Kazakstán, Turquía y Ucrania, es la más alta en el mundo emergente. Países como la India o Sudáfrica pagan tasas menores al 4%, Brasil el 3%, Chile el 0.5 por ciento.
Agregue a esta condición el resultado de la inflación de la primera quincena de mayo en donde se registró un rebote que pudiera reprimir a Banxico de bajar las tasas a mayor velocidad y súmele la idea de muchos inversionistas con respecto a la conexión de la economía mexicana con Estados Unidos; la combinación arroja como resultado un peso fuerte.
Lamentablemente esta condición es temporal. No encontramos razones para anticipar una salida de la tendencia secular de estancamiento que tiene la economía mexicana. Mucho antes de la irrupción del Covid-19 la economía de Mexico carecía de crecimiento, la tasa de crecimiento trimestral ajustada por estacionalidad ronda el cero desde el primer trimestre del 2018.
La austeridad, la ausencia de inversión y la falta de certidumbre en las políticas del gobierno están detrás de dicho comportamiento. Ahora agregue los efectos de la pandemia.
Por lo pronto, no habrá una recuperación, salvo por lo que pueda suceder con el sector industrial norteamericano. Más aún, no parece haber buenos prospectos acerca de las finanzas públicas a raíz de la contracción, ni tampoco sobre una reacción acelerada en la inversión pública o en la privada debido a las posturas del gobierno en cuanto a austeridad y el sector energético.
De momento, la perspectiva de retorno sobre el capital para cualquier inversión en México es pobre (por el nulo crecimiento) e incierta (por la discrecionalidad de las decisiones del gobierno). La perspectiva de una posible reforma fiscal no colabora si se dirige a acrecentar impuestos sobre la riqueza, la propiedad o las empresas.
Con esta idea, la fortaleza del peso podría irse tan pronto como se diluyan las distorsiones.
*Rodolfo Campuzano Meza es director de Estrategia y Gestión de Portafolios de INVEX.