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En defensa de los parques nacionales
El parque nacional es el instrumento de resguardo a perpetuidad del capital biológico y ecológico y de los valores escénicos y paisajísticos más profundos de la nación.
La conservación de la naturaleza en grandes zonas representativas, de propiedad pública, y donde quedan prohibidas actividades extractivas o productivas -excepto el turismo, la recreación y la investigación- es rasgo inequívoco de una cima civilizatoria. Es idea originalmente puesta en práctica en Estados Unidos en el siglo XIX, y rápidamente extendida en diversas naciones. Es la idea del parque nacional como propiedad del Estado y patrimonio de todos, escenario de identidad y convivencia, sitio de contemplación y disfrute individual y colectivo, de generación de conocimiento científico y de civilidad y respeto hacia lo que es de todos. El parque nacional es el instrumento de resguardo a perpetuidad del capital biológico y ecológico y de los valores escénicos y paisajísticos más profundos de la nación. El parque nacional es legado hacia generaciones futuras y ámbito donde se afirma la existencia y funcionamiento de un Estado eficaz capaz de garantizar los bienes públicos más esenciales para la sociedad así como una plena soberanía territorial y vigencia firme del Estado de Derecho.
Viéndolo así, no es casual que en México, con un Estado débil y un enorme déficit de civilidad y Estado de Derecho, no haya cristalizado la idea de los parques nacionales. Tengamos en cuenta que el Estado en México perdió prácticamente todo su acervo territorial durante la reforma agraria del siglo XX; la propiedad pública (terrenos nacionales) fue privatizada y entregada a ejidos, comunidades e individuos. Todo el territorio se concibió como un espacio de explotación agropecuaria y forestal. Cuando nos dimos cuenta de ese error histórico, era demasiado tarde; nos resignamos a tratar de conservar conciliando y negociando con propietarios (ejidos, comunidades, individuos) utilizando la figura de reserva de la biósfera, celebrada como innovación mexicana, pero que en realidad intentaba paliar la desnudez territorial del Estado. Los parques nacionales creados en los años 30 del siglo XX por Miguel Ángel de Quevedo, o fueron repartidos por el presidente Lázaro Cárdenas, o bien nunca fueron pagadas las expropiaciones. La peor paradoja se ilustra con el ex Parque Nacional Nevado de Toluca, que, plagado de actividades agropecuarias y forestales ilegales, mejor fue degradado a Área de Protección de Flora y Fauna, haciendo legal lo antes ilegal.
La reserva de la biósfera permite la explotación de la tierra y de los recursos naturales en sus zonas de amortiguamiento (que representan su mayor proporción), mantiene la propiedad privada de la tierra (ejidal, comunal, individual) y se acomoda a los intereses de los propietarios. En las zonas núcleo, la propiedad sigue siendo privada, por lo que la conservación tampoco está asegurada a perpetuidad. En las Reservas de la Biósfera, la conservación es un subproducto aspiracional. Tampoco es posible el acceso para todos a las reservas de la biósfera, ya que son propiedad privada; los ciudadanos perdimos el derecho a la tierra. Sólo con reservas de la biósfera, y sin parques nacionales operativos, es muy difícil desarrollar el ecoturismo o el turismo centrado en la naturaleza, como ocurre en países civilizados donde numerosos y grandes parques nacionales generan cuantiosos ingresos y empleos a la población local.
Parque nacional es una idea fuerte; implica la reafirmación de la soberanía del Estado sobre el territorio de México, un acto fundamental de gobernabilidad y la manifestación de una clara voluntad de garantizar a perpetuidad la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas. Es preciso reconstruir nuestros parques nacionales, crear nuevos y recategorizar ciertas reservas de la biósfera como parques nacionales. Claro, eso exige comprar o expropiar tierras (preferentemente de manera pactada). Para ello debería crearse un fideicomiso nacional de tierras para la conservación y alimentarlo con una fracción del actual Impuesto al Bióxido de Carbono.