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Opinión

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La competencia en la economía

No parece de aceptarse el argumento esgrimido por AMLO, del alto costo operativo de la Cofece y el IFT. ¡Debe haber otras razones!    

En reciente conferencia académica sobre la materia Historia Económica, hablaba yo a mi auditorio respecto a la forma en que durante la denominada “guerra fría” la economía de mercado derrotó en la batalla de la producción a su alternante, la economía de Estado, centralmente planificada. Desde entonces, la economía de mercado ha seguido siendo más productiva que sus alternativas, pero siempre sujeta a una precondición: que haya en sus entrañas el mayor nivel posible de competencia. Los beneficiarios de la competencia en el mercado no son los burócratas que prestan sus servicios en las entidades públicas ni tampoco los políticos que forman parte del Congreso, sino todos nosotros, los demás: las familias que integran la sociedad mexicana: los llamados consumidores.

Por las razones anteriores, me inquietó -y mucho- la reciente noticia de que el presidente López Obrador ha decidido terminar con la existencia de la Comisión Federal de Competencia (Cofece) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT). ¿Por qué, esa decisión? Una de las razones, la más inmediata que se me ocurre, es que a AMLO le interesan un comino los consumidores y su bienestar. Otra, también muy plausible, es que a él, en lo personal, como figura política que lleva décadas de vivir colgado del presupuesto público, no le afecta ni le concierne, en lo absoluto, si la compra de los satisfactores que consumen él y su familia se adquieren o no en condiciones de competencia. La posibilidad importantísima de que los compradores de bienes y servicios tengan frente a sí una gama de opciones de elección. Una última razón puede ser simplemente falta de información: nadie le ha explicado –ni ha buscado la información– sobre las funciones que cumplen la Cofece y el IFT.

En términos menos especulativos y mas dialécticos, dado el presupuesto tremendo que han absorbido las obras insignia del régimen –con muchas posibilidades de convertirse en meros “elefantes blancos”– y el inmenso caudal que se entierra en el mantenimiento de esos dos barriles sin fondo que son Pemex y la CFE –con sus cuentas en monstruosos deficientes– no parece de aceptarse el argumento esgrimido por AMLO sobre el alto costo operativo de la Cofece y el IFT. ¡Debe haber otras razones!

Usualmente, hacia finales de sexenio los presidentes sensatos del pasado le bajaban el ritmo a las estridencias y a los anuncios controvertidos. Todos menos Echeverría y López Portillo, que terminaron sus gobiernos con expropiaciones escandalosas. En el momento que vivimos, el ímpetu destructor de López Obrador cabalga libre por los caminos de México.

bdonatello@eleconomista.com.mx

Columnista

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