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Opinión

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La corrupción mata

Nos hemos malacostumbrado a flotar, a simular, a fingir, a vivir en el egoísmo más puro y duro que nos hace creer que, si nosotros y nuestros seres queridos están bien, lo demás no importa.

Los mexicanos llevamos décadas poniendo nuestra atención en el lugar equivocado. Nos hemos contado y creído la historia de que la corrupción está tan profundamente arraigada que prácticamente nada ni nadie puede acabar con ella.

Hemos comprado la idea de que somos incapaces de erradicar un mal que ha gangrenado instituciones públicas y privadas. Primero, porque vivimos en un país sin consecuencias, donde pasa todo (de grave a muy grave) y al mismo tiempo no pasa nada.

Porque sabiendo de qué tamaño son las mentiras, los fraudes, los negocios multimillonarios en el gobierno y con empresarios coludidos, pocos, muy pocos se atreven a denunciar y a tratar de cambiar. Quienes tienen el poder utilizan la ley y a las instituciones encargadas de impartir justicia a su favor. Con el mismo dinero que se roban y reparten baila cualquier perro, no importa si es callejero o tiene pedigrí.

Segundo, porque un país no llega al nivel de corrupción que tiene México sin que miles, incluso millones, de ciudadanos sean cómplices, ya sea con su silencio, su omisión, o su participación activa dentro de la cadena interminable.

Nos hemos malacostumbrado a flotar, a simular, a fingir, a vivir en el egoísmo más puro y duro que nos hace creer que, si nosotros y nuestros seres queridos están bien, lo demás no importa. Ese egoísmo es fruto de poner la atención sólo en nosotros y no en los demás.

De pronto un día, por donde pasan miles de autos diario, se abre un socavón. ¿Has pensado que pudiste ser tú quien cayera en ese agujero profundo y morir ahí dentro? Vaya símbolo de un gobierno hundido, de un sistema corrupto, en decadencia; vaya tamaño de agujero que cada día se hace más grande, que cada día se abre en algún lugar nuevo.

Hay cínicos que piensan pobres los que cayeron ahí, qué suerte que no fui yo . O incluso peores, como el propio secretario de la SCT, quien con la frivolidad que caracteriza a este gobierno, se atrevió a decir que indemnizarían a la familia de las víctimas por el mal rato que pasaron.

Abramos los ojos de una vez por todas. Llevamos décadas de malos ratos por tener nuestra atención en el lugar equivocado, por elegir a quienes lejos de combatir, han tapado con más mentiras un sistema donde cada vez serán más los agujeros por donde terminará de hundirse. Ya aprendimos con mucho dolor que la corrupción mata. ¿Hasta cuándo?

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