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Opinión

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Las Vegas del espionaje, todos se divierten

La vida privada se ha convertido en un bien escaso o friki, desde que Facebook, Twitter y Goolge convirtieron al mundo en Las Vegas, o si se prefiere, desde que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés) degradó a la CIA y al FBI en pequeños kínder.

El entonces presidente Felipe Calderón se enojó con el embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, por haber criticado al Ejército mexicano (y por sostener una relación sentimental con una de las hijas del priista Francisco Rojas). A través de un despacho diplomático (privado y que nunca se tuvo que haber hecho público ni por Wikileaks ni por nadie más), Pascual transmitió a la Secretaría de Estado que el Ejército de Calderón actuaba de manera temerosa frente a los cárteles del narcotráfico. Calderón pidió a Obama la destitución de Pascual.

Y así lo hizo. Pascual cumplía con su trabajo, pero se le atravesó en su camino Julian Assange. Y sobre su vida privada, el embajador tenía la libertad para tener como pareja a quien quisiera, y aunque fuera priista.

Kim Darroch describió a Donald Trump como un personaje inseguro, y a su administración como inepta y disfuncional. No mintió. Darroch era hasta el miércoles el embajador de Reino Unido en Washington. El escenario se repite. El británico redactó un despacho diplomático, pero alguien se le cruzó en el camino y lo filtró al Daily Mirror, un periódico tan distópico y divertido como la serie Black Mirror. Acto seguido, Trump abrió Twitter para hacer su especialidad: insultar. Le dijo estúpido y tonto. Theresa May defendió a su embajador, pero el miércoles renunció.

El cazador, cazado. Julian Assange arruinó los objetivos fundacionales de Wikileaks en dos momentos: cuando reveló nombres de informantes, testigos y/o fuentes, y al asociarse con la mafia chavista sólo por su ornamento estético antiestadounidense. El martes, El País reveló que Assange fue espiado durante su estancia en la Embajada de Ecuador en Londres. “La obsesión por conocer los secretos más íntimos de su objetivo llevó al equipo (de seguridad) a realizar a sus espaldas una prueba grafológica, plasmada en un informe de seis páginas, y a tomar una muestra de las heces de un bebé en un pañal para comprobar si era hijo de Assange y de una de sus más fieles colaboradoras”, publica el diario español.

Assange se convirtió en una figura pop. Entre los reportes de los espías aparece la siguiente descripción: “21 de enero del 2017: 15:30-18:28. Pamela Anderson. Se pasan información por notas. Se hacen fotos dentro de la sala de reuniones. En todo momento está el distorsionador (de voz) encendido”.

La NSA nació para espiar, y lo hace bien. Espió a los presidentes franceses Chirac, Sarkozy y Hollande. Es posible que haya escuchado las conversaciones de Claudia Bruni con Nicolas Sarkozy durante su visita a La Casa de la Bella Durmiente en Eurodisney, y también de cómo le pintó el cuerno el entonces presidente Hollande a su pareja Velérie Trierweiler. En realidad, no era necesaria una rigurosa estrategia de espionaje, al menos en materia de infidelidades. El presidente Hollande se colocaba un casco sobre su cabeza, subía a una moto y se desplazaba por París para visitar a la actriz Julie Gayet. Pero no importa, la NSA cumplía.

Francia también lo hacía. La Dirección General de Seguridad Exterior instaló nodos clandestinos de espionaje en cables submarinos alrededor de las costas francesas para “escuchar” los datos que transitan en ellos.

Alexa “captura” datos. Es decir, espía. Huawei ha lanzado una campaña global de publicidad para contrarrestar las acusaciones de Trump sobre su supuesto espionaje. El gobierno de Estados Unidos lanza la alarma a sus funcionarios para que tengan cuidado con lo que hablan cuando viajan en el metro de Washington. Los carros son hechos en China y sospechan que desde Pekín alguien escuche las conversaciones sobre reseñas de los partidos de los Redskins.

¿El fin de los despachos diplomáticos?

En You, la serie de Netflix basada en la novela homónima de Caroline Kepnes, Joe (Penn Badgley) utiliza el espionaje a través de WhatsApp para ligarse a Guenevieve (Elizabeth Leil). La serie bien pudo haber sido creada en Silicon Valley por la estimulación de la vía mesolímbica de la dopamina que provocan en Joe los mensajes que escribe Guenevieve.

“La vida sin Facebook o Apple sería un poco más aburrida. La vida sin Google es difícil de imaginar. Es una dependencia peligrosa, y no del todo voluntaria”, escribe Marta Peirano en su libro El enemigo conoce el sistema (Debate, 2019).

Después de lo ocurrido a Kim Darroch, The Washington Post publica los comentarios de una fuente diplomática. Comenta que el caso podría redefinir el sistema de comunicación diplomática.

La comunidad internacional no reaccionó ante la publicación del Daily Mirror. A la opinión pública le interesó más el desenlace detonado por los virulentos tuits de Trump que el profesionalismo del embajador Darroch. Tal vez sea una muestra de que en Las Vegas del espionaje, todos se divierten.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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