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¿Mayor peso para la estabilidad financiera en las decisiones monetarias?
Los hechos recientes en el sector bancario de EE.UU. y Europa le han añadido singularidad y complejidad al escenario económico actual, particularmente en lo que compete a las decisiones de las autoridades monetarias.
Al elevado nivel de inflación no visto desde hace décadas, ahora se añade un episodio de incertidumbre en el sector bancario, justo cuando los datos por encima de lo esperado del mercado laboral y la actividad económica habían llevado a las autoridades monetarias de los principales bancos centrales del mundo a comunicar un posible endurecimiento de su postura.
Este particular contexto ha reavivado el debate sobre el uso de la política monetaria con la finalidad de contener los riesgos para la estabilidad financiera. En una revisión de algunos años atrás sobre el tema, el FMI distingue dos principales posturas. Por un lado, la de aquellos que se pronuncian por concentrar en la supervisión y la regulación prudencial los esfuerzos para lograr la estabilidad financiera. Esto, dada la cuestionada eficacia de la política monetaria para enfrentar esos temas, además del riesgo de usar un mismo instrumento para dos objetivos distintos.
Por otro lado, está un enfoque más flexible, que propone desviaciones contingentes de un esquema tradicional de objetivos de inflación a partir de reglas sobre indicadores financieros (v.gr. endeudamiento). Este enfoque es más consistente con la necesidad de identificar y atajar los riesgos para la estabilidad en la medida en que evolucionan.
Si bien al momento no hay consenso, el escenario actual añade complejidad al debate, ante el elevado nivel de inflación y el hecho de que la inestabilidad financiera ha estado influida, si bien no causada, por el rápido incremento de las tasas de interés, particularmente en EE.UU.
De cara a estas nuevas circunstancias, el concepto de una tasa real de estabilidad financiera, desarrollado en un reciente documento de investigación del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, podría apoyar en el debate. De acuerdo con el documento, esta tasa real de estabilidad financiera es la contraparte de la tasa de interés real natural y se define como el umbral por encima del cual la restricción de las condiciones financieras pudiera detonar episodios de inestabilidad financiera.
La principal conclusión del documento, en términos del debate mencionado, es que, tras un largo período con niveles bajos en la tasa real de interés como los observados en la última década, la tasa real de estabilidad financiera de largo plazo también tiende a disminuir. Esto, como resultado de un incremento en el endeudamiento y de la tenencia de activos riesgosos asociada a un comportamiento de búsqueda de mayores rendimientos por parte de los inversionistas.
En consecuencia, frente a la necesidad de reducir la inflación, como ocurre actualmente, un ciclo de tensionamiento monetario de elevada magnitud incurriría en más riesgos para la estabilidad financiera, particularmente ante episodios de incertidumbre.
Los acontecimientos recientes en el sector bancario, además de la importancia de una adecuada administración de riesgos, dan indicios de cómo la influencia del uso de las nuevas tecnologías, del rápido desarrollo de nuevos sectores de la economía y de la inversión en activos más riesgosos, entre otros, han incrementado la complejidad de las interacciones en el sistema financiero.
Ante esta mayor complejidad y con las condiciones particulares que el entorno macroeconómico plantea, es necesario profundizar el análisis y replantearse la ponderación de la estabilidad financiera en la función de reacción de las autoridades monetarias. No para desviarlas de sus objetivos principales, sino para apoyarlas a alcanzarlos dando un peso equilibrado a restricciones relevantes.
*El autor es economista principal de BBVA México.