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Opinión

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Movernos o no movernos: he ahí el dilema. Los riesgos del sedentarismo en la salud mental

Los seres humanos somos esclavos de nuestros hábitos, lo reconozcamos o no. La pregunta clave es: ¿estamos siendo esclavos de los buenos o de los malos hábitos?

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la actividad física insuficiente, o sedentarismo, se ha identificado como uno de los principales factores de mortalidad global. Desafortunadamente, esta tendencia va en aumento en muchos países, incluido México. La falta de actividad física se ha convertido en un grave problema de salud pública, al que se atribuye el aumento de enfermedades degenerativas, cardiovasculares y metabólicas.

Se estima que las enfermedades no transmisibles causan el 71% de las defunciones anuales a nivel mundial. De estas, más del 85% de las muertes "prematuras" en personas de 30 a 69 años en países de ingresos bajos y medianos, como el nuestro, se atribuyen a estos factores. La OPS señala que casi tres cuartas partes de la población latinoamericana lleva un estilo de vida sedentario, siendo las mujeres y las personas de escasos recursos las más afectadas.

Algunas de las enfermedades asociadas al sedentarismo son: diabetes, hipertensión y obesidad, entre otras relacionadas con factores de riesgo metabólicos. Sin duda, estas afecciones demandan importantes recursos de las instituciones de salud. Sin embargo, se subestima el impacto del sedentarismo y las enfermedades asociadas en la salud mental, donde se manifiestan como ansiedad, depresión, insomnio, estrés e incluso se relacionan con la demencia y el Alzheimer. De acuerdo con datos del Servicio de Atención Psiquiátrica, se estima que en México hay 3.6 millones de personas adultas que viven con depresión, y el 19.3% presenta síntomas de ansiedad severos; más del 30% de la población padece síntomas de ansiedad leve o moderada.

Es importante destacar que el sedentarismo no es solo la ausencia de ejercicio, sino la falta de actividad física regular. Y si te preguntas: "¿Pero no son lo mismo?", la respuesta es no. El ejercicio es un tipo específico de actividad física, planificada, estructurada, repetitiva y con un objetivo definido, como mejorar la condición física o alcanzar una meta deportiva. Por otra parte, la actividad física, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es cualquier movimiento corporal que implica el gasto de energía. Esto incluye desde actividades cotidianas como caminar o realizar tareas domésticas hasta el ejercicio formal.

La OMS señala que la falta de actividad física es un factor de riesgo importante para enfermedades no transmisibles. Las personas sedentarias presentan un riesgo de mortalidad hasta un 30% superior a las personas físicamente activas.

Para los profesionales de la salud que nos hemos formado con un punto de vista integrativo, como es específicamente la Psiquiatría Integrativa, identificamos la necesidad de atender los trastornos mentales con un enfoque mente, cuerpo y espíritu. Hemos observado de primera mano que nuestros pacientes diagnosticados con algún grado de ansiedad y depresión suelen presentar, además, síntomas de fibromialgia, síndrome de intestino irritable, dolor lumbar y dolores de cabeza, entre otras afecciones.

Estudios señalan que cualquier tipo de actividad física, ya sea de bajo o alto impacto, puede activar el sistema nervioso simpático, liberando sustancias (como la noradrenalina y la dopamina) que reducen el estrés y disminuyen los estados de ansiedad. Al actuar directamente sobre el cerebro, estas sustancias producen una sensación de bienestar y relajación inmediata, mejorando la tolerancia al estrés, la autoestima y generando efectos tranquilizantes y antidepresivos. Además, optimiza los reflejos y la coordinación, ayudando a prevenir el insomnio, a regular los ciclos de sueño y a mejorar los procesos de socialización.

La actividad física regular y adecuada ha demostrado incrementar la autoconfianza, la sensación de bienestar y mejorar el funcionamiento cognitivo y el sueño, impactando directamente en la salud mental, la calidad de vida, los estados emocionales y la autoimagen. También disminuye los niveles de ansiedad, depresión y estrés en una amplia variedad de grupos, incluyendo los pacientes con trastorno por estrés postraumático.

Pero ¿cuál es la cantidad óptima de actividad física? De acuerdo con la OMS, los adultos debemos acumular a lo largo de la semana entre 150 y 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada, o un mínimo de 75 a 150 minutos de actividad física aeróbica de intensidad vigorosa, o bien una combinación de ambas.

En la práctica, aquellas personas que realizan más de 4 horas de actividad física semanal muestran niveles de autoestima positiva y un mejor autoconcepto físico y emocional. Por otro lado, aquellas que realizan menos de una hora, o incluso ningún momento de actividad física, presentan niveles significativos de estrés que afectan directamente su autoestima y autoconcepto, tanto a nivel emocional como físico.

Los seres humanos somos seres integrales. Por ello, es fundamental equilibrar nuestro estilo de vida, cuerpo, mente y propósito (espiritualidad), incorporando de forma consciente la actividad física y el ejercicio regular como hábitos que protegen nuestra salud mental, tanto a nivel terapéutico como preventivo.

¡Hasta la próxima! 

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Carmen Amezcua es consultora, conferencista y experta en psiquiatría integrativa. Tiene mas de 17 años de experiencia, dentro de la industria farmacéutica y de la salud.

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