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Opinión

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Pánico en la cadena de suministro del vinil

Las leyendas “Ordena ahora y recíbelo en unos meses”, “No disponible” o “Fuera de inventario” se han vuelto muy recurrentes en las tiendas en línea si has querido comprar un disco nuevo de vinilo en los meses recientes. Ha sido una decepción constante para los coleccionistas saber que los lanzamientos esperados de su artista favorito tendrán que esperar otros tres meses o más por la capacidad de las plantas de producción. Si no eres un artista de la talla de Ed Sheeran, Adele, Taylor Swift, ABBA o The Beatles, seguramente tendrás que esperar hasta un año o más para poder fabricar tu próximo álbum en este formato. Los problemas de suministro golpearon también a la industria musical y esto ha propiciado que muchos artistas comiencen a cuestionar la viabilidad de editar su música en el resucitado formato del vinilo.

El hecho de que Taylor Swift haya decidido editar Red (Taylor’s Version) en un formato de cuatro discos a una velocidad de reproducción de 45 RPM —lo que provocó verdaderas confusiones entre los que adquirieron el disco— no es del todo el causante de que una pequeña agrupación de Bandcamp no haya podido editar su álbum en una edición limitada. Las plantas para fabricar este formato son escasas en el mundo y se encuentran al límite de su capacidad. A este problema se le suma también la irreparable pérdida que sufrió la industria en 2019 con el incendio de Apollo Masters, que durante dos décadas fue el responsable de suministrar el 75% de los masters de vinilo en todo el mundo.

En el 2020, las ventas de discos de vinilo registraron un crecimiento anual de casi 29%, con ingresos por 626 millones de dólares, superando por primera vez desde 1986 a las ventas generadas por los discos compactos. Sólo en Estados Unidos se vendieron 22.9 millones de discos de vinilo. Las ventas de discos de vinilo se convirtieron en uno de los ingresos más seguros para los artistas en el año en que estuvimos confinados sin giras ni conciertos internacionales.

Del otro lado del estéreo, los discos compactos alcanzaron su peor nivel de ventas en las casi cuatro décadas que tienen en el mercado, alcanzando sólo una participación del 4.4% en las ventas de formatos físicos, según los registros de la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos (RIAA, por su sigla en inglés). En el 2020 se vendieron 31.6 millones de discos compactos, 33.6% menos de los 47.5 millones de discos vendidos en 2019. Las ventas digitales también registraron caídas en el 2020, otra señal de que el consumo sigue estando dominado por el streaming.

Dado que las remuneraciones hacia los artistas por parte de las plataformas de streaming son realmente bajas, la única vía para que muchos artistas puedan recibir un pago justo es a través de las ventas de discos de vinilo. Y si aún no es tan sencillo realizar giras de conciertos, debido a la pandemia que no se ha ido, el problema realmente empeora y el panorama se vuelve más desolador.

De acuerdo con el músico y académico Damon Krukowski, la industria musical adolece de los mismos retos que otras industrias: “La control de la cadena de suministro y la distribución por parte de los jugadores más grandes, la eliminación metódica de la competencia a través de las ventajas de la escala, la maximización de la participación del mercado por parte de unas cuantas corporaciones y plataformas tecnológicas”.

“Nueve mil LPs no son nada para Ed Sheeran”, escribió Krukowski, “pero son un medio para sobrevivir para un artista como yo. Mis discos no se venden en Target y los de Ed Sheeran no aparecen en lo que yo considero tiendas de discos”. Pero si un artista megapopular decide editar su próximo álbum en vinilo, un artista pequeño tendrá más dificultades para lograr que su limitado tiraje vaya a producción física por la falta de materia prima y sobrevivir en esta industria ¿Será momento de reconsiderar el renacimiento del CD? 

antonio.becerril@eleconomista.mx 

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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