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¿Podrá la reforma energética sobrevivir a Lozoya y Deschamps?
El mayor fracaso de la reforma energética estuvo en el combate a la corrupción. Emilio Lozoya y Carlos Romero Deschamps son la mejor prueba de ello. Lozoya fue el primer director de Petróleos Mexicanos posterior a la reforma y su gestión está marcada por el escándalo. Todo parece indicar que hizo grandes negocios al amparo de las oportunidades que la reforma produjo. Romero Deschamps tomó control del sindicato en tiempos de Carlos Salinas. Retuvo el control del mismo, luego de la reforma. Esto no fue una casualidad, sino un grito en medio de la selva para dejar claro que en el sindicato petrolero y en Petróleos Mexicanos todo cambió para que todo siguiera igual. De 1989 al 2013, el STPRM fue uno de los mayores negocios de México para la familia Romero Deschamps. Después del 2013, siguió siendo lo mismo.
¿Cómo hubiera funcionado la reforma energética con un manejo honesto en Petróleos Mexicanos ? Nunca lo sabremos. Los tres años que Lozoya dirigió la empresa representan una enorme oportunidad perdida. Los siguientes tres años, bajo la gestión de González Anaya y Carlos Treviño, hubo un cambio notable en la actitud de los directores generales, pero hubo algo que permaneció: Lozoya siguió siendo intocable. Esto fue mucho más que un gesto, el reconocimiento de que había fuerzas que estaban muy por encima de los directores generales. Los directores no podían proceder contra Lozoya y, además, debían tratar con respeto y consideraciones a Romero Deschamps. Para él, siempre había un lugar de honor en los eventos públicos. En el proceso de toma de decisiones, el compromiso de tomarlo en cuenta.
Si leemos con atención lo que se ha escrito de las relaciones de Lozoya con Odebrecht, OHL, AHMSA y Astilleros J. Barreras podemos establecer un modus operandi: los negocios personales del director tuvieron prioridad, sin importar el impacto en la salud financiera de Petróleos Mexicanos. Los contrapesos formales a los abusos de Emilio Lozoya y sus compinches nunca existieron. El Consejo de Administración no sirvió para impedir las malas prácticas, más bien las legitimó. Los consejeros independientes cobraron alrededor de 200,000 pesos mensuales por mirar a otro lado. Con excepción de Carlos Elizondo, esos consejeros dieron el sí a operaciones tan absurdas como la compra de una planta en estado de chatarra llamada Agronitrogenados o la adquisición de unos astilleros quebrados. En lo relacionado con Odebrecht, es altamente simbólico que el tema nunca se discutiera formalmente en el Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos (Pemex), a pesar de los señalamientos contra Lozoya.
Los expedientes que la Unidad de Inteligencia Financiera ha armado contra Carlos Romero Deschamps y su familia dan cuenta de una operación de saqueo de Pemex, a través del sindicato. Esto empezó antes de la reforma y continuó después. Gracias a ella o a pesar de ella. Fueron transferencias millonarias a Estados Unidos, dice Santiago Nieto. Compras de múltiples bienes raíces, creación de empresas y un estilo de vida digno de Paris Hilton.
¿Por qué no se procedió penalmente contra Lozoya? ¿Por qué Romero Deschamps fue intocable por tanto tiempo? La falta de acciones legales contra estos personajes provocó daños irreparables para Pemex y para la reforma energética. Es normal que este cambio estructural se asocie a las tropelías de Lozoya y a la impotencia de los directivos de la empresa de cara a los agandalles de Romero Deschamps. La acumulación de anécdotas escandalosas hace muy difícil llevar la conversación hacia un terreno, donde se discuta lo absurdo que es tener un monopolio estatal o la conveniencia de impulsar la inversión privada. Si la reforma no sirve para combatir a los rateros, entonces no sirve para nada, piensa el mexicano promedio. En gran medida tiene razón.