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Opinión

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La salud en México: ¿lujo, negocio o derecho humano?

Jaime Cervantes Covarrubias

Jaime Cervantes Covarrubias

El sistema de salud en México se encuentra al borde del colapso. No por falta de talento ni por ausencia de tecnología, sino por una lógica institucional, empresarial y cultural que ha preferido perpetuar la rentabilidad extractivista por encima del bienestar colectivo. En lugar de articular un modelo accesible, sostenible y humano, hemos construido un Frankenstein: una estructura fragmentada, reactiva, desigual y profundamente deshumanizada. ¿Cómo fue que llegamos a convertir la salud en un privilegio? ¿Por qué seguimos esperando que el Estado lo resuelva todo? ¿Dónde está la corresponsabilidad del empresariado mexicano en esta crisis?

Responder a estas preguntas no es tarea sencilla, pero es urgente. Porque cada día que pasa sin acción estructural, sin rediseño estratégico, sin liderazgo humanista, es un día en que miles de mexicanas y mexicanos ven vulnerado su derecho a la salud. Esta columna no pretende diagnosticar lo obvio, sino activar una conciencia diferente: una conciencia empresarial, ética y humanista, capaz de transformar la realidad desde la raíz.

El mito de la cobertura universal

México gasta apenas el 6.2% de su PIB en salud (INEGI, 2023), por debajo del promedio de la OCDE. Y más del 40% del gasto en salud proviene del bolsillo de las familias mexicanas. En lugar de construir un sistema preventivo, accesible y digno, se ha apostado por una atención curativa, tardía y profundamente segmentada.

La promesa de cobertura universal se ha convertido en retórica. Según el Coneval, más de 35 millones de personas carecen de acceso efectivo a servicios de salud. Mientras tanto, el sector privado crece con una lógica elitista y las instituciones públicas colapsan ante la demanda. La salud se ha vuelto un lujo, no un derecho. Y eso, desde la filosofía del Humanismo Medicano, es inaceptable.

Como bien señala Amartya Sen, "la libertad para llevar una vida saludable debe considerarse una dimensión central del desarrollo". Y no puede haber libertad sin acceso equitativo a servicios de salud de calidad.

Una estructura diseñada para enfermar

El modelo mexicano está construido sobre la reacción, no sobre la prevención. Gastamos más en atender enfermedades que en evitarlas. Esta lógica no solo es ineficiente, sino profundamente inmoral. Nos cuesta vidas, recursos y futuro.

La medicina preventiva sigue siendo una excepción. Las empresas, salvo contadas excepciones, siguen viéndola como un gasto y no como una inversión estratégica. La salud ocupacional se limita a exámenes médicos anuales, cuando debería ser un ecosistema integral que promueva el bienestar físico, mental y emocional, tranquilidad en el presente y en el futuro de cada persona trabajadora. Nuestra “seguridad social” está colapsada y no resuelve lo anterior.

Si el empresariado mexicano desea empresas sostenibles, productivas y humanas, debe comenzar por cuidar la salud de su gente. Después de hacerlo, exigir incentivos de reversión de cuotas obrero patronales por coadyuvar a desaturar la red gracias a la prevención en Salud Ocupacional, la promoción y educación en salud.

Fragmentación: el cáncer del sistema

Público y privado operan en silos, con un individualismo absurdo. No hay interoperabilidad, no hay redes colaborativas, no hay visión compartida. La información no fluye, los recursos se duplican, las estrategias se contradicen. El resultado es un ecosistema caótico donde el paciente es quien más pierde.

Este fenómeno puede ser el reflejo de "una familia empresaria sin estructura". Así nuestro sistema de salud, no percibimos un liderazgo claro, las funciones, responsabilidades y límites funcionales son incipientes y confusos, los vínculos colaborativos no existen y en cambio el golpeteo de los grupos es una guerra conspiracional. El resultado: un sistema roto y el tejido social fragmentado y vulnerable.

Y si algo sabemos desde la teoría sistémica, es que ningún sistema sobrevive a largo plazo sin cohesión.

El empresariado ausente y la salud como campo de acción

No podemos seguir culpando solo al gobierno. La iniciativa privada, particularmente en el sector salud, ha adoptado una postura pasiva, individualista, incluso oportunista. Y fuera del sector salud se vive en un estado de confort mientras el “estado resuelve”. Mientras tanto, la población sufre más consecuencias sin acceso y atención de calidad en el primer, segundo y tercer nivel del sistema.

Hemos fallado en articular una estrategia colectiva. Y esa omisión también es violencia estructural.

El verdadero liderazgo no espera políticas públicas perfectas; las crea. Desde el sector empresarial podemos (y debemos) detonar soluciones creativas que hackeen la fragmentación por medio de alianzas estratégicas, financiamiento híbrido, seguros médicos inclusivos, telemedicina accesible, redes de salud comunitaria, incentivos fiscales para bienestar corporativo. La creatividad debe ponerse al servicio de la justicia y del derecho humano.

Como diría Martha Nussbaum: "la justicia requiere imaginar activamente el bienestar del otro". Y eso comienza por dejar de ver a las personas trabajadoras como recursos u objetos de producción y riqueza y comenzar a verlas como seres humanos.

No hay empresa sin persona sana.

Liderazgo humanista: un imperativo ético y estratégico

Necesitamos líderes que entiendan que rentabilidad y humanismo no son opuestos. Que sepan que la prosperidad colectiva no se construye desde la maximización de utilidades, sino desde la dignidad compartida.

Colin Mayer lo resume así: "el propósito de las empresas no es generar ganancias, sino resolver los problemas de las personas de manera rentable". Y hoy, uno de esos problemas urgentes es la crisis de salud que atraviesa nuestro país.

El Humanismo Mexicano que defiendo no es ideología. Es praxis. Es ética en acción. Es una forma de entender el liderazgo como servicio, la empresa como agente de transformación social y la salud como condición indispensable para la sostenibilidad nacional.

Lo que sí podemos (y debemos) hacer ya:

  • Invertir en salud preventiva en nuestras empresas: programas de bienestar, chequeos periódicos, acceso a salud mental, nutrición y ejercicio.
  • Crear redes empresariales de salud colaborativa que compartan infraestructura, conocimiento y soluciones.
  • Impulsar alianzas con universidades y organizaciones de la sociedad civil para formar líderes en salud con enfoque humanista.
  • Exigir políticas públicas coherentes, pero no depender exclusivamente de ellas.
  • Diseñar productos de salud escalables, accesibles, con modelos de suscripción inclusivos y visión de largo plazo.
  • Hackear la lógica fragmentada del sistema con creatividad, colaboración y compromiso.

Cada empresario y empresaria, desde su entidad, micro, pequeña, mediana o grande puede (y debe) hacer lo propio de inmediato, invertir en salud ocupacional preventiva y no por la exigencia normativa sino como una estrategia de sostenibilidad soberana.

El futuro de México depende de la salud de su gente

Y la salud de su gente no puede seguir dependiendo del ingreso, del azar, ni de la ideología de turno. Debe ser garantizada como derecho humano, asumida como responsabilidad colectiva y gestionada con inteligencia colaborativa.

Desde mi experiencia como empresario del sector salud y desarrollista humano, sé que no hay futuro próspero sin dignificar la existencia de nuestra gente por medio de coadyuvar a la promoción del autocuidado, su salud integral. Lo he vivido, lo he visto, lo he sufrido y lo he intentado transformar. Sé que es posible. Pero necesitamos voluntad, humanismo y perspectiva de riqueza distributiva.

Decía Marco Aurelio: "La verdadera medida de un hombre es lo que hace con el poder que tiene". Hoy, quienes tenemos capacidad de decisión, tenemos también una responsabilidad histórica, mejorar el índice de salud mexicana.

El tiempo de la indiferencia terminó. Es hora de cocrear un nuevo sistema. No desde la retórica, sino desde la acción. Desde el liderazgo. Desde el humanismo mexicano.

La salud no puede ser un lujo. Es el cimiento de todo lo que queremos construir: empresas sostenibles, familias sanas, comunidades resilientes, un país justo.

Cuidar la salud de quienes trabajan en nuestras empresas es, quizás, el acto más revolucionario y profundamente humano que podemos hacer en este momento de la historia.

El futuro de México depende de la salud de su gente. Y si no dignificamos su salud, la vida tampoco.

Abrazo esperanzador en letras

Jaime Cervantes Covarrubias

El autor es Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México; Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de Empresa, España.

📧 jaime.cervantes@desarrollistahumano.com | 🌐 LinkedIn | Instagram | X

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El autor es Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de empresa, España.

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