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Arte e Ideas

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Hallan cámara funeraria profanada en época prehispánica

Se trata de una cripta de aproximadamente 1,400 años de antigüedad que fue rescatada por arqueólogos del INAH en el poblado de Chilacachapa.

Una cámara funeraria subterránea de aproximadamente 1,400 años de antigüedad, profanada en tiempos prehispánicos, fue rescatada al norte del estado de Guerrero por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), en atención a un reporte hecho por vecinos de la localidad de Chilacachapa.

El hallazgo se registró en la calle Calvario de ese poblado del municipio de Cuetzala del Progreso, cuando habitantes del lugar desmontaban un muro de piedras sobrepuestas que corría el riesgo de colapsarse; debajo de éste encontraron un relleno que al ser removido dejó al descubierto la entrada a una cripta. Los vecinos acudieron al Centro INAH-Guerrero, para que especialistas constataran el descubrimiento y procedieran a su exploración.

Los trabajos de excavación, a cargo del arqueólogo Edgar Pineda Santa Cruz, se realizaron con extremo cuidado, debido a que la cámara funeraria estaba cubierta por aproximadamente 1.50 metros de relleno, compuesto por materiales que fueron depositados tanto en el momento de ocupación original de la tumba, entre 600-900 d.C., como durante su saqueo, hacia 1400-1500 d.C., en el periodo Posclásico.

El experto del Centro INAH-Guerrero explicó que para acceder a este espacio subterráneo se excavó un pozo de 1.60 m, el cual se hizo de forma lateral con el fin de conocer los estratos arqueológicos, así como para proteger la entrada original y la conservación de la o las osamentas, que en un primer momento se suponía serían encontradas en el interior.

Luego de registrar capa por capa el relleno, se llegó a la conclusión de que el o los esqueletos de los individuos que se depositaron en la tumba, y que quizá correspondieron a un gobernante, fueron extraídos hace seis siglos, antes de la llegada de los españoles, cuando Chilacachapa vía la provincia de Tepecoacuilco tributaba a la Triple Alianza, conformada por Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco.

Pineda Santa Cruz abundó que esta tumba de élite corresponde al periodo Epiclásico (600-900 d.C.), y fue creada posiblemente por grupos de filiación chontal. Su profanación, centurias después, podría entenderse como una forma en que pueblos venidos del centro de México intentaron legitimar su poder tras el sometimiento de Chilacachapa.

La cámara se usó en dos ocasiones. La primera de ellas está marcada por un piso de arcilla cocida a manera de bajareque, y la segunda por un piso de estuco burdo que tiene una cavidad circular de 30 centímetros de diámetro y 40 centímetros de profundidad, en el que encontramos depositada una olla fragmentada con indicios de carbón , detalló el arqueólogo.

La cripta se encontró en buen estado de conservación; destaca por su arquitectura, la cual guarda similitudes con las tumbas del área maya, pues posee una bóveda que termina en forma de arco, que fue hecha con lajas (piedras calizas) que soportan la techumbre de la estructura. Tiene una planta rectangular de 2 metros de ancho por 3.70 de largo, y 2.50 metros de altura.

Pineda comentó que el sepulcro prehispánico está asociado a un edificio que debió tener nichos en sus fachadas, y que a su vez formó parte del centro ceremonial de la antigua ciudad. Asimismo, en las esquinas de la cámara había sahumadores y dos vasijas-rostro (antropomorfas) fragmentadas.

Por su parte, el arqueólogo Antonio Hermosillo Worley, quien participa en la investigación analizando los materiales encontrados, abundó que la disposición de éstos al interior de la tumba, hace pensar que tras ser saqueada fue rellenada con lajas sobrepuestas y capas de tierra, y posteriormente le prendieron fuego, a manera de acto ritual, como lo sugieren los residuos de carbón encontrados.

Algunos de los objetos hallados, que quizá formaron parte de la ofrenda que acompañó al individuo sepultado, son lentejuelas de concha (Pinctada mazatlanica), un anillo de caracol (Strombus gigas), una cuenta de piedra verde, huesos de cánidos y aves, y cerámica de estilo teotihuacano. El investigador precisó que es posible que los objetos más valiosos de esta ofrenda fueran también saqueados en el periodo Posclásico.

La materia prima con que fueron hechas estas piezas son prueba del estatus social que tuvo el personaje que se enterró en la cámara. Su origen foráneo señala que Chilacachapa formaba parte de una ruta comercial importante y que tenía una ubicación estratégica, debido a que se ubica en una zona serrana a una altitud superior a los 1,600 metros sobre el nivel del mar , lo que implicaba que fue un punto importante de vigía , dijo Hermosillo Worley.

Sobre los materiales que tal vez corresponden al momento del saqueo, el investigador destacó el hallazgo de varios punzones de hueso y de navajillas prismáticas de obsidiana gris. Estos objetos son de carácter doméstico y no coinciden con los de tipo suntuario con que fue enterrado el individuo en un primer momento.

Finalmente, con la ayuda de Alfonso Nájera, Jacinto Herrera y David Flores, habitantes de Chilacachapa, se trabaja en el apuntalamiento de elementos con grietas, como algunas lajas del techo, consolidación de algunas zonas con una mezcla de cal-arena y arcilla, y en la reintegración de volumen a la estructura que contiene la tumba. Todo ello con miras a dejar el espacio como una ventana arqueológica.

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