Lectura 3:00 min
Biutiful bipolar
Alejandro González Iñarritu ha escrito, dirigido y producido una formidable película donde muestra -entre otras muchas cosas- el retrato verosímil e impactante de una mujer desgarrada por la enfermedad mental.
He was an artificial madman too. The only role available to him was the role of someone playing a role. A sane man playing an insane man.
Philip Roth, The humbling (2009)
Malambra es el personaje de una mujer adulta y de senos concisos que recorre descalza con una copa de vino tinto en la mano la espalda desnuda de hombres que no la aman. Malambra ha aprendido a utilizar el volumen ensordecedor de la música para aturdir su conciencia, acallar los recuerdos dolorosos y seguir así escuchando, aunque en sordina, la voz de sus hijos pequeños y la respiración profunda de Uxbal, quien -a pesar de todo- nunca ha dejado de amarla.
Alejandro González Iñarritu ha escrito, dirigido y producido Biutiful, una formidable película donde muestra -entre otras muchas cosas- el retrato verosímil e impactante de una mujer desgarrada por la enfermedad mental.
Malambra es un personaje emocionalmente inestable, posee un rostro inusual pero atractivo dotado de una nariz descomunal que a veces se pierde entre su desordenada cabellera.
Todo -o casi- en Biutiful proyecta una suerte de belleza paradójica que en ocasiones resulta del contraste de condiciones extremas de la realidad actual. Por un lado, la precariedad económica, la marginación social, la desesperación extrema, la mezquindad individual y las enfermedades devastadores, y por el otro, la expresión profunda y conmovedora de solidaridad, justicia y resiliencia humanas.
Son estos mismos elementos los que van descifrando, a través del devenir existencial de Malambra, los síntomas cardinales de la enfermedad bipolar.
Su mente, en momentos, le recomienda el cuidado de la familia, el trato tierno y divertido con sus hijos, la fidelidad hacia su pareja, e incluso la conveniencia del tratamiento psiquiátrico.
Pero en otros momentos su cerebro biológica y circunstancialmente alterado la impulsa con brusquedad hacia el desapego, la violencia, el alcoholismo y la promiscuidad. Entonces se torna en una persona desconcertante e impredecible para los demás. Tal vez ni siquiera ella misma podría reconocerse en esos momentos, atrapada en una forma de locura de la cual ella parece ser víctima y promotora a la vez.
Nunca más que ahora películas como Biutiful pueden servir para informar y sensibilizar al público sobre lo que significa el sufrimiento individual y el peso social de las enfermedades mentales. Cuando los países más ricos, desarrollados y sin duda con mejor visión hacia el futuro, están haciendo esfuerzos educativos notables con el fin de reducir el estigma y la discriminación hacia las personas con trastornos mentales, resulta alentador que artistas mexicanos como González Iñarritu muestren con talento y sensibilidad una parte de esta problemática.
La enfermedad bipolar sigue siendo un enigma para la ciencia y un problema de salud pública cuyas causas son intensivamente investigadas en la actualidad y aunque los tratamientos psiquiátricos han mejorado durante los últimos 50 años los resultados no tienen la eficacia que se necesita, ni se han dado con la celeridad que se preveía. Además, el costo en términos de sufrimiento personal, deterioro mental y frustración social debe sumarse a las elevadas pérdidas económicas en productividad y potencial creativo.
El arte, sin embargo, puede transmitir, compartir y aliviar -en cierta medida- el dilema de la bipolaridad.