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Arte e Ideas

Lectura 8:00 min

El origen cerebral de la religión

Foto: Shutterstock

por Arturo Gallegos García*

El ser humano siempre entra en disputa —hasta consigo mismo— cada que debe tomar una elección: escoger lado izquierdo o derecho, chocolate o vainilla, Marvel o DC, o bien, ciencia o religión. Sin embargo, ¿por qué algunas personas tienen la «necesidad» de seguir los cánones de una religión y a otras no les interesa? ¿Realmente la ciencia y la religión están peleadas entre sí? ¿Científico es sinónimo de ateo?

Pruebas irrefutables

Antes de entrarle a los trancazos, definamos a nuestros contendientes: en esta esquina, la ciencia —del latín scientĭa, ‘conocimiento’—, un sistema ordenado del saber humano que estudia, investiga e interpreta los fenómenos naturales, sociales y artificiales. Ésta se revitaliza, miente y se desmiente constantemente, a modo de descifrar los cómos y los porqués del universo a través del conocido método científico, que no es más que la observación, experimentación, teorización y conclusión de todo lo que se pregunte.

Llámese lógica, geología o pedagogía, la ciencia engloba las diferentes vertientes de la realidad en un único lenguaje y con una serie de leyes, teorías y principios establecidos: la interdisciplinariedad.

Ay, Dios

En la otra esquina, la religión. Tanto religiosos como especialistas siguen sin dar un significado apropiado sobre el término religión —que quizás proviene del latín religiō, ‘ligar’—, aunque concuerdan en que es una combinación entre fe, dogma, revelación divina, profecía, ética y cosmovisión, arraigada por la tradición oral y escrita. Esto quiere decir que una religión no cambiará en absolutamente nada si es que perdura por los siglos de los siglos.

Asimismo, la religión trata de explicar la relación de la humanidad con elementos sobrenaturales, trascendentales y espirituales; es decir, se trata de una vía para la búsqueda del conocimiento ligada a la existencia de uno o varios seres divinos. Con estas premisas se puede notar una similitud entre ambos contendientes, pues los dos buscan las verdades que la humanidad afrontó, afronta y afrontará hasta que todos nos volvamos polvo estelar o viajemos a un lugar mejor.

Round 1

Los avances en el campo de la neurociencia han revelado que nuestra mente funciona con tantos compuestos que puede considerarse un «coctel cerebral», debido a la mezcla de compuestos: si hay exceso de dopamina, uno tiene esquizofrenia; si abunda la serotonina, uno está feliz; si hay un balance entre estas dos y la oxitocina, uno está enamorado; lo mismo pasa con la noradrenalina —también conocida como «la hormona del estrés»—, un neurotransmisor [1] que influye directamente en la amígdala cerebral, que además de encargarse de mantenernos atentos sobre todo lo que nos rodea, también se dispara en situaciones de riesgo.

Por otro lado, con una resonancia magnética —y otras técnicas especiales— es posible localizar las regiones del cerebro que se estimulan cuando se realizan diversas tareas; por ejemplo, al escuchar música se activan cinco cortezas del cerebro: auditiva, sensorial, motora, prefrontal, visual y hasta el cerebelo. Pero lo que ha generado intriga es que de la misma forma estas zonas también se activan al hacer algo totalmente diferente, como practicar un deporte, leer o rezar.

Ilumínate

En 1998 se realizó un estudio entre los científicos más prominentes de la Natural Academy of Sciences, en el cual se demostró que 72% de ellos se consideraba ateo, mientras que sólo 7% se calificó como creyente de alguna religión —el faltante 21% estaban los dudosos y los agnósticos—. Esto no quiere decir que una persona religiosa no pueda aportar a la ciencia, recordemos casos como el de Gregor Mendel, un monje agustino católico, nombrado el «padre de la Genética» gracias a sus experimentos con la planta del chícharo; o el de Isaac Newton, básicamente considerado «el mejor científico de la historia» por haber cimentado las bases de la mecánica clásica, quien además fue arrianista —creencia cristiana no trinitaria—, teólogo y alquimista.

La neuroteología

Este reciente campo científico, como su nombre lo indica, es la combinación de las neurociencias con la teología, cuyo principal objetivo es darle una explicación científica a las experiencias subjetivas de espiritualidad. Michael Persinger, un neuroteólogo canadiense, parte de la idea de que, a través de pulsos electromagnéticos, se pueden activar las regiones del cerebro que inducen a una experiencia religiosa. Esta hipótesis confirmaría que todos podríamos experimentar lo mismo que sintió Juan Diego cuando se le apareció la virgen de Guadalupe.

Otra teoría, la del psiquiatra sueco Lars Farde señala que la relación entre un nivel bajo de serotonina con el receptor 5ht1a podría ser la razón de la necesidad del ser humano de creer en algo. Ese mismo receptor también se asocia con la dimetiltripamina, apodada como la «molécula espiritual», propuesta por el psiquiatra budista Rick Strassman. Ambas hipótesis nos hacen pensar que el mismo proceso adictivo que sucede con el azúcar o los narcóticos, también aplica para la creencia en una religión.

Al punto

Si bien, algunos expertos afirman que son ciertas regiones y sustancias cerebrales las que nos inhiben o incitan a ser creyentes religiosos, hay otros, como el genetista estadounidense Dean Hamer, que sospechan de la existencia de un «gen divino». Esto significaría que en una de las versiones del gen vmat2 —ese fragmento específico de adn— se encuentra la información codificada de la «religiosidad» en una persona. Sin embargo, esto no cuadra en los casos de hijos ateos con padres religiosos y los de hijos religiosos con padres no creyentes, debido a que uno no puede «rechazar» lo que determinan los genes —como la predisposición a ser obeso, de ojo claro y cabello rizado o con miopía.

El veredicto es un empate: tanto ciencia como religión no pueden ser compatibles pero sí complementarias, por lo menos a nivel personal. La sabiduría no se limita a uno u otro bando sino que se enriquece de ambos lados en la búsqueda del conocimiento. Así que ateos y creyentes continuaremos con los debates existencialistas sin poder alcanzar la verdad absoluta. Pero como dijo Marie Curie: «Dejemos que cada quien tenga su propia fe mientras sea sincera. El problema es que hay tanta hipocresía que la fe sincera es algo muy raro».

*Arturo Gallegos García admite no estar muy conectado con su lado espiritual pero sabe cuándo es ideal pedirle a Diosito que le ilumine el entendimiento en los exámenes finales.

Algarabía para recordar

1935 un año para recordar

El año en que todos bailan swing, unos cuantos dictadores se preparan para dominar al mundo y el presidente de México se quita un gran peso de encima. El año en que las mexicanas se derriten escuchando canciones de Lara y una niña es la máxima artista de Hollywood. El año en que se inventa el parquímetro, Walt Disney se va de vacaciones y Howard Hughes vuela más rápido que nadie. Éste es 1935, un año para recordar.

  • Orgullo nacionalista. «La identidad de Italia y el fascismo es perfecta, absoluta e inalterable.» Benito Mussolini, primer ministro de Italia.
  • Futuro dictador. 17 de mayo: En España, el general Francisco Franco es nombrado jefe del Estado Mayor.
  • Nazis en acción. En traje de noche, el mandatario alemán Adolf Hitler pasa revista a sus tropas.
  • Último vuelo. 13 de febrero: El Macon, último dirigible de la armada estadounidense, cae al mar en las costas de San Francisco, California; perecen 81 tripulantes.
  • Fin de una era. Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México desde 1934, cambia todo su gabinete para acabar con el poder político de Plutarco Elías Calles.
  • 3 de marzo: Se funda la Universidad Autónoma de Occidente, que después sería Universidad Autónoma de Guadalajara, la primera privada del país.
  • 30 de julio: Se empiezan a publicar los libros de bolsillo Penguin: obras de calidad a precios bajos que fueron un gran negocio.
  • 5 de noviembre: Parker Brothers lanza el juego Monopoly.
  • El boogie woogie toma un nuevo impulso, gracias a uno de sus exponentes más representativos: Meade Lux Lewis, con el «Honky Tonk Train Blues».
  • Pionera del aire. 11 de enero: Amelia Earhart se convierte en la primera mujer en hacer un vuelo sola de Hawai a California —por cierto, también visita México.
  • Los inventos. 2 de abril: El físico británico Robert Watson Watt patenta sir el radar; 14 de mayo: En los EE.UU., Carl Magee inventa el parquímetro.
  • Los descubrimientos. Hideki Yukawa descubre las partículas subatómicas llamadas «mesones»; Charles Francis Richter define la escala sísmica que lleva su nombre.
  • 17 de julio: Se inaugura en San Ángel el monumento al general Álvaro Obregón, de Ignacio Asúnsolo; ahí exhiben un brazo del caudillo.
  • El grande de las ligas. 26 de febrero: El beisbolista «Babe» Ruth firma contrato por tres años con los Bravos de Boston. Renuncia el 2 de junio a los Yankees de Nueva York.

[1] Biomolécula que transmite la información de una neurona a otra.

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