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Arte e Ideas

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La discreta peste de la burguesía

Puede que Happy End sea la película más cómica de Haneke; y también es la peor.

Michael Haneke es un sádico. Por regla de salud mental, ésta, su corresponsal, sólo ve sus películas una vez y después pasa días tratando de olvidarlas. No se puede: son perturbadoras. Pero un buen tipo de disturbio de la mente y las emociones. Como con los borrachos que se dan toques eléctricos en las cantinas, las películas de Haneke mantienen despiertos los sentidos. Es una especie de astringencia emotiva.

¿Vieron Amor,? Entonces saben de qué estoy hablando. Es terror mezclado con ternura y un sentido del humor avinagrado.

Happy End, su nueva cinta, la cual se estrenó en México dentro del Festival de Morelia, es perturbadora, sí, pero no como Amor o como la tremenda Funny Games (Haneke, el loco, no se contentó con filmar Funny Games: hizo dos versiones). Es una cinta más intelectual y es probablemente su filme más chistoso. También puede que sea el peor.

Me explico: si bien no es un chiste tras otro, la película está plagada de humor. Y es la peor porque la historia nunca llega a cuajar del todo. O eso me pareció a mí.

No se puede acusar a Haneke, oh maestro, de ser un mal narrador. Cada detalle está cuidado para que a lo largo de la cinta uno conecte los puntos, como en esos libros para niños. Pero también eso significa que hay cierta dejadez narrativa, cierta negligencia. Haga usted su propia trama. Patrañas.

En fin. Todo comienza con un video de celular (vertical, por supuesto, quien lo toma es una niña). La niña, Eve, es un monstruo. En los primeros minutos mata a su hámster y luego envenena a su madre.

Eve se va a vivir con su padre, al que no ha visto en años. Él es médico e hijo de una familia rica de Calais. Después Eve sale de foco para concentrarnos en la vida de esta familia burguesa encabezada por Georges, un anciano al que ya se le van las cabras, pero que está seguro de algo: ya se quiere morir.

La formidable actriz Isabelle Huppert aparece como la heredera de la fortuna familiar. Tiene un hijo que es un desastre y una relación a escondidas con un abogado inglés.

La mejor escena sucede casi al final, cuando Eve y Georges tienen un cara a cara en el que cada uno revela su mugre. Es El discreto encanto de la burguesía en versión farsa... o sea, más fársica que la original de Buñuel.

En esta especie de gelatina que es Happy End hay varios temas, uno de ellos la migración en Francia, el racismo, la miseria del capitalismo y el poco entendimiento que hay hacia las enfermedades mentales. Y esta familia de lisiados emocionales donde los más jóvenes son erráticos psicópatas, porque sus mayores también lo son.

Ah, no sé: ¿es la peor película de Michael Haneke? No me causará pesadillas. Ésta es una obra que puedo volver a ver sin miedo y con ganas de reírme. Seguro.

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