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La seriedad encubre falta de inteligencia
Me gusta conversar, mientras menos trascendente, más divertido. No me gusta lo serio. La seriedad es un primer paso hacia la muerte , dijo Alí Chumacero en 1993.
En julio de 1993 entrevisté a Alí Chumacero en su casa de la colonia Chapultepec, ciudad de México, por motivo de sus 75 años de vida. Al recibirme en su biblioteca que, en aquel entonces, sumaba alrededor de 30,000 títulos, me ofreció un whisky.
-Gracias, maestro, pero cuando trabajo no bebo o cuando bebo no trabajo -respondí-. Además, al rato tengo que cubrir un espectáculo de David Copperfield en el Auditorio Nacional.
-¿El mago? ¿El ilusionista? -preguntó Chumacero interesado.
-Ese mismo.
Y volviendo a sí, puntualizó:
-Pues si quiere entrevistarme, se tiene que tomar unos tragos conmigo -colocó sobre una mesita una botella de Johnnie Walker, dos vasos chaparros y una hielera-. De lo contrario no hay entrevista.
Servido el blended, el escritor de Acaponeta, Nayarit, autor de tres libros de poesía fundamentales, Páramo de sueños (1941), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956), comentó:
-Los poetas se dividen en amplios, elevados y profundos. Un poeta amplio es, digamos, Pellicer. Un poeta elevado sería Gorostiza. Un poeta profundo, Villaurrutia. Eso no quiere decir que un poeta elevado no sea profundo, etcétera. Yo quiero ser un poeta profundo, pues mi poesía es así de pequeña; es un centavo. Elevado, ojalá. Una poesía hecha de experiencias, no contada de manera frontal.
Media botella y varios temas después, Alí Chumacero indicó:
-Me gusta conversar, mientras menos trascendente, más divertido. No me gusta lo serio. La seriedad es un primer paso hacia la muerte. El hombre serio es una persona desvinculada del mundo que no merece nuestro odio, sino nuestro desprecio, que es mejor. La seriedad hay que atacarla. La seriedad encubre falta de inteligencia. Es una pose frente a los demás para hacerles creer de manera falsa que se es superior a ellos.
Hablamos entonces de tauromaquia, box y futbol, tres temas de los que Chumacero era un aficionado cabal, para acabar charlando de teología:
La única evidencia de que Dios existe -dijo como si develara su mayor secreto- es la creación de la mujer. No creo en religiones, pero cuando veo la mirada de una mujer, siento una comunicación muy grande no sólo con la mujer, sino con el ser mismo, con la naturaleza, con el misterio que es el mundo.
Tras aquella entrevista, Alí me ofreció su amistad que, en sí, era una celebración constante a la vida y sus dones.
Y en 17 años no he conocido a persona alguna que hable mal de él o de su poesía ni como ensayista (Los momentos críticos, 1987) ni como corrector de estilo -cargo que desempeñó en el FCE durante más de medio siglo- ni como encantador de mujeres ni como bebedor de tirada larga ni por sus sentencias verbales, agudas e irónicas ni cuando fuimos miembros (asesores honorarios) de la Comisión Taurina para el DF en el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas. La última vez que lo vi habrá sido hace tres o cuatro años en el restaurante El Tío Luis, en la colonia Condesa. Aunque me saludó cordial, me di cuenta que no me reconoció.
Poco tiempo después me enteraría de que estaba enfermo. Dos o tres años más tarde, el editor de Aldvs, José Sordo, me propuso coeditar los apuntes taurinos de Alí. Por exceso de trabajo el proyecto se quedó a medias.
Luego quisimos visitar a nuestro amigo en común. Y ahora el que enfermaría fue don José. En otras palabras, no me pude despedir de Chumacero cuando el sábado, por la mañana, me enteré que por fin, él conocería a las 11,000 vírgenes que no pudo someter Atila, pero que nuestro poeta, seguro, seducirá con alguno de sus versos.