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Arte e Ideas

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Rompen barreras en la música

Músicos de carrera y aficionados; adultos y niños; piezas clásicas y de la tradición popular, todos juntos sobre el escenario.

La convivencia de un son abajeño con una chacona puede parecer inverosímil; pero también lo es que un niño que apenas lleva un año tocando el violín toque al mismo tiempo y en el mismo escenario que un alumno avanzado de la licenciatura en el instrumento.

Ambas cosas y más fueron posibles la noche del martes pasado en el Auditorio Nacional.

Emotivo, conmovedor y promisorio fue el concierto de Música en Armonía que mostró los avances de este Movimiento Nacional de Agrupaciones Musicales Comunitarias que se está desarrollando en diversas zonas del país.

Música en Armonía es parte de Cultura para la Armonía, el intento del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes por darle una dimensión social al arte, comenzando por comunidades marginadas o que se encuentran en zonas de conflicto.

Así, no se trata tanto de llevar funciones de artistas profesionales, sino de fomentar y apoyar la práctica artística por parte de los integrantes de las propias comunidades; no se trata tanto de formar profesionales o de buscar talentos, al menos no es la prioridad.

El mensaje oficial es que estas actividades culturales forman parte de los esfuerzos del gobierno federal por recomponer el tejido social y más allá de su efectividad en tan complejo propósito, en el que intervienen de manera importante factores sociales, económicos y políticos lo que resultó evidente al ver la pasión de los intérpretes es que la práctica del arte eleva de inmediato la calidad de vida de la gente.

EXTREMOS DIVERSOS?Y UN EXTENSO ELENCO

La idea de Música y Armonía es además de formar orquestas, grupos y coros no sólo interpretar a los clásicos, sino mezclar música tradicional; huapangos con valses y sones con allegros, por decirlo de algún modo.

En el escenario del Auditorio Nacional estuvieron 13 agrupaciones no profesionales, desde la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México hasta el Trío Calentano, que interpretaron desde la pirekua La Josefinita hasta en el encore el Himno a la alegría de Beethoven, en alemán y español.

Sobresalió la Orquesta Escuela Carlos Chávez (hasta hace poco llamada Sinfónica) por su gran calidad, que demostró claramente con Sensemayá (de Silvestre Revueltas) y por estar presente en casi todo el concierto.

También se distinguió el estreno de la magnífica pieza Alas (a Malala) del compositor Arturo Márquez, una cumbia para coro y orquesta con un mensaje de dignidad y libertad para la infancia, que podría destronar la que ha sido la pieza estrella del compositor nacido en Sonora: el Danzón no. 2 . Márquez es, por cierto, director del coro comunitario de Ixcateopan, Morelos.

El Son de la libertad de Sabina Covarrubias, a cargo del Trío Calentano y un grupo coral (no se anunciaron a los intérpretes década pieza), también resultó muy atractivo.

También hubo errores, claro, y no sólo algunas notas falsas por el natural nerviosismo (habría unas 6,000 o 7,000 personas en el público). El más notable fue el arreglo sin chiste alguno de Emilio Aranda a la bella y sencilla Canción yumana , que prevaleció por su pobreza junto a Vois sur ton chemin de Bruno Coulais.

Detalles aparte, fue sin duda una noche conmovedora, emocionante y sobre todo promisoria, pues lo que se presentó fue una muestra de lo que se está haciendo en muchos lugares desde hace apenas año y medio.

manuel.lino@eleconomista.mx

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