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Caso Vinicius: una oportunidad para erradicar el odio del fútbol

Foto: AFP

En el partido de la liga española entre el Valencia y el Real Madrid del domingo 21 de mayo de 2023, el delantero madridista Vinicius Junior se encaró contra personas que lo insultaban con gritos simiescos desde las gradas. Desafortunadamente, son agresiones racistas recurrentes en los campos de fútbol cada semana contra los jugadores africanos o afrodescendientes que, puntualmente y de manera intensa y extensa, los medios enfocan mediante casos particulares.

En 2020 un futbolista del Athletic de Bilbao, Iñaki Williams, sufrió ataques racistas en el estadio del RCD Espanyol, en Barcelona. Pueden revisar el artículo que escribí tras este grave incidente y compararlo con el “caso Vinicius”.

¿En el caso Vinicius se niega el racismo en España y en el fútbol español? ¿Se habla de una minoría de “impresentables”? ¿Se argumenta que el jugador es un provocador? ¿Se niega el racismo propio justificando que son actos recurrentes en todos los estadios? En caso afirmativo, hemos avanzado poco.

Pero, históricamente, todo queda en una efervescencia puntual y siempre se niega o banaliza el racismo. Busquen online “incidentes racistas en el fútbol español” y tendrán una lista muy actualizada de agresiones racistas en los estadios.

Soy mejor que usted

No encontrarán el audio original de 2004 en el que Luis Aragonés arengaba contra Thierry Henry: “Dígale al negro: ¡Soy mejor que usted!… ¡Negro de mierda, soy mejor que usted!”. Eso se ha borrado.

Se habla mucho de la agresión contra Eto’o en Zaragoza, pero se olvidan las acusaciones a la víctima argumentadas por su inestabilidad emocional: “Eto'o pierde la cabeza y ataca a un periodista”; “Eto'o es una bomba de relojería a punto de estallar”; “una personalidad completamente impredecible”; “amenaza con abandonar la cancha por insultos racistas”.

Como consecuencia, deben plantearse algunas cuestiones. ¿Realmente todas las partes implicadas (instituciones, clubes o medios de comunicación, entre otros) tienen interés por acabar con el racismo en el fútbol español? ¿Conocemos acciones o iniciativas en este sentido?

El papel de las instituciones futbolísticas

Hace más de dos décadas que instituciones internacionales como la UEFA y Naciones Unidas han creado y amparado organizaciones y campañas contra el racismo en el fútbol. Se ha denunciado internacionalmente el impacto en los agredidos, la normalización de las agresiones racistas en el fútbol y su repercusión social.

Sin embargo, apenas se conocen en España acciones por parte de los clubes más allá de fotos con alguna pancarta al inicio de algún partido. Aunque el 23 de mayo, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), LaLiga y el Consejo Superior de Deportes (CSD) lanzaron hasta final de temporada una campaña de concienciación contra el racismo.

Busquemos ejemplos externos. El fútbol inglés asumió tiempo atrás la necesidad de lucha contra los discursos de odio (racismo, machismo o LGTBIfobia, entre otros) que eran sistemáticos y normalizados socialmente. La temporada 2019-2020 se denunciaron 319 incidentes racistas.

Se actúa en ámbitos diversos. En la sensibilización y toma de conciencia del problema, los propios jugadores se convirtieron en abanderados contra los discursos y delitos de odio uniéndose bajo el lema Black Lives Matter. La pasada temporada, jugadores y árbitros de la Premier llevaban la insignia “no room for racism” (“no hay hueco para el racismo”).

Como herramienta educativa, la Premier ha creado un pack para trabajar en las escuelas. Analizan los impactos negativos que provoca el racismo y cómo luchar contra esta violencia. Incluye vídeos de futbolistas y propuestas de actividades.

Para atajar las agresiones, la Premier inició además el proyecto Report Racism, que supone el envío de imágenes o información de agresiones racistas. Los clubes cuentan con un servicio de mensajes para actuar inmediatamente contra la violencia racista en los estadios.

¿Funcionan? No serán perfectas, pero muestran actitud e intención para luchar contra la violencia en los estadios de manera sistemática. Con estas medidas, en un año se han visibilizado las agresiones racistas con un aumento de denuncias del 41 %.

El papel de los clubes

Aquí solo hay preguntas. ¿Los estadios son espacios seguros para grupos ultras y violentos? ¿Tienen total impunidad para agredir con insultos racistas, machistas y homofóbicos? ¿Tienen derechos y privilegios en sus estadios y/o en sus desplazamientos? ¿Cómo se actúa ante agresiones (racistas, machistas, LGTBIfóbicas…) en el campo o en los estadios? ¿Los clubes exigen medidas contra las agresiones generadas por otras aficiones y se banaliza las agresiones de los propios? ¿Cuántos clubes han actuado después de sanciones y cuantos han exigido una anulación de las sanciones?

Más allá de algún caso puntual, en España o no se promueve la sanción o los tribunales no las han aceptado o aprobado.

El papel de los medios

Como pueden observar en redes sociales, al grito de “y tú más”, las hemerotecas desvelan una histórica falta de responsabilidad de medios y periodistas en la lucha contra el racismo que ahora se esconde abanderando un discurso desde una superioridad moral que, ni es creíble, ni genera confianza.

La literatura sobre periodismo deportivo parece confirmar que buena parte de la profesión ha demostrado falta de rigor y profesionalidad transformándose en ultras del propio equipo; que los medios han buscado audiencias mediante discursos épicos, dramáticos y emocionales; que el fútbol se siente como espacio de hombres blancos heteronormativos y que funciona mediáticamente el enfrentamiento “nosotros contra ellos”. Como consecuencia, es un “periodismo de bufanda”, pura emoción, sin reflexión crítica y amparándose en discursos que incitan al enfrentamiento y abren camino a discursos excluyentes y discriminatorios.

Racismo más allá de los gritos simiescos

El caso Vinicius puede ayudar a entender, ya era hora, que los gritos simiescos no son una manera más de “descentrar a los futbolistas”. Sin embargo, este racismo biológico más burdo también se manifiesta en discursos supuestamente más sutiles.

Un ejemplo: en la temporada 2019/20, RunRepeat, en colaboración con la Asociación de Futbolistas Profesionales de la Premier, analizó 2 073 declaraciones de comentaristas en 80 partidos de fútbol que mencionaban 643 jugadores de varias procedencias etnoculturales.

¿Algunos resultados? Al hablar de inteligencia, estrategia de juego o ética de trabajo, más del 60 % de los elogios fueron para jugadores blancos. El 63,33 % de las críticas fueron contra jugadores no blancos, destacando, eso sí, al hablar de velocidad y fuerza.

Nada nuevo. La literatura científica sobre los discursos racistas en el ámbito deportivo (Van Sterkenburg y Knoppers, 2012; Carrington, 2008; Farrington et al., 2012) evidencia cómo los jugadores blancos son representados dirigiendo el juego desde la inteligencia, la calidad y el esfuerzo mientras que los jugadores africanos o afrodescendientes son destacados por su físico y potencia natural, es decir, conseguida sin esfuerzo.

Es la dialéctica “músculo versus inteligencia”.

¿Superioridad moral? ¡No, gracias!

Es posible que Vinicius Junior no sea un jugador impecable e irreprochable en sus actitudes. Es posible que clubes, medios y aficiones estén instrumentalizando la situación y abanderando una campaña antirracista que no se sostiene ante las revisiones de hemeroteca. Es posible que se estén tomando decisiones injustas e irresponsables generando enfrentamientos entre clubes y aficiones. Y es posible que casi todos tengan razón, pero nada justifica la violencia racista.

Es una oportunidad para eliminar los discursos de odio en el fútbol: racismo, machismo, LGTBIfobia… para cambiar conductas y normas (desde la sensibilización, la educación y/o las sanciones).

Por cierto, después de años de insultos racistas, machistas y homófobos en España, solo se ha suspendido un partido, cuando la grada de Vallecas llamó nazi a Zozulya.

Raúl Martínez-Corcuera, Professor, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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