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Inicia la fiesta de América

Música, luces y espectacularidad enmarcaron la inauguración de los Juegos Panamericanos que incluyó la rechila para algunos de los organizadores y una gran muestra de mexicanidad para todo el continente.

Ya no hay marcha atrás. La edición XVI de los Juegos Panamericanos comenzó ya. Promesa cumplida. Espectacularidad, modernidad y emotividad, todo eso y tal vez más fue la inauguración panamericana.

Valió la pena. Veinticinco millones de dólares, tenían que ser provechosos. Se traducen en 50,000 interactivas manos que iluminan el firmamento, destellos de luz provenientes de rincones insospechados, de lámparas multicolores colocadas, estratégicamente, asiento por asiento para que la inauguración sea vivida, sentida por todos los presentes.

Sin duda inolvidable. Inauguración que a las 7:15 de la noche vivió un ensayo general, sin actores, ni actrices, ni bailarines, ni cantantes. Sólo los animados asistentes que obedecieron cada señal, cada orden. Todos en un alma.

Olor a Panamericano. Alegría contagiada. Contraste entre luces púrpuras, amarillas, verdosas, naranjas, coordinadas con la música electrónica. Estalla el júbilo. Y, oficialmente, la ceremonia aún no ha empezado.

Majestuoso escenario que dejó su apariencia de cancha futbolera para convertirse en un lienzo blanco teñido por manchas verdes transformadas en artificiales agaves.

A las ocho de la noche, puntualmente, la cuenta regresiva eriza la piel. Cero. Inicia la fiesta. Oscuridad total. Estridente el ambiente, griterío comunal. Retumba el estadio. Vuelan como cohetes los juegos pirotécnicos, atraviesan el cielo camino a la bóveda celeste.

Sobre el escenario, Vicente Fernández, el himno nacional. Miles de gargantas acopladas. Viva México lindo y querido… Guadalajara. Charros, escaramuzas, mariachis y caballos. Mexicanidad que penetra hasta los huesos.

Catorce minutos después, aparecen los protagonistas de estos Juegos. Impecablemente uniformados, atletas, jueces, delegados, 42 banderas ondulantes. A montones pero ordenados. Atletas de alto rendimiento aglutinados en el escenario, apresuran las piernas, delineadas, fuertes, atléticas. Disfrutan su momento, el del multitudinario aplauso.

Del mariachi a la música electrónica. Fiesta total, juerga. Complicidad público-escenario-atletas. Retumba el estadio y el calor arrecia, no sólo el del ambiente, también el humano. Embriaguez panamericana.

A la delegación mexicana le sigue la euforia que, como los fuegos artificiales, explota. Orquesta en vivo y Eugenia León traen la calma, melodiosa. Colgantes los bailarines, luces, pantallas que dibujan estilizadas siluetas. Transportan de pronto a otra dimensión.

A las 9:23, la rechifla se escucha. Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, ensimismado y ajeno, da su discurso. Agradece. Todo listo ya. Rechifla a Mario Vázquez Raña, quien nervioso da su atropellado discurso estos dé-décimos Juegos Panamericanos , sostiene errático.

Llega el momento. A las 9:30 de la noche y tras 1965 días, el presidente Felipe Calderón Hinojosa declara oficialmente inaugurados los XVI Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 de México, para toda América , grita. Estruendo total.

Aparecen las banderas, del COI y de la Odepa sostenidas por misses, golfistas, medallistas olímpicos, futbolistas, boxeadores. Solemnidad. Juramento deportivo. De nuevo las luces, sirvió el ensayo. Modernidad. Locura, luces, sonido. Estalla el cielo.

Se acaba la noche y se despeja la incógnita. Paola Espinosa, el relevo 3,200 se eleva por los aires, la antorcha panamericana, inextinguible, llega a su hogar, el cielo. Se enciende el pebetero. Es la Fiesta de América… espectacular, luminosa, moderna. Inicia ya. On your marks, get set, go!

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