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Voluntarios, del sueño a la pesadilla
EN Guadalajara quienes van a mirar las competencias o a cubrirlas para sus respectivos medios tienen que arreglárselas solos, porque debido a la desorganización, los voluntarios han servido de poco.
¿Saben? Yo entiendo muy poco a los voluntarios de competencias deportivas. Más bien no los entiendo nada. Es cierto que son de los pocos privilegiados que pueden estar cerca de las competencias y que tienen oportunidad de ver a los atletas de cerca y que esta experiencia es, para muchos, algo que no podrán repetir.
Pero de veras no los entiendo. Porque eso de trabajar día y noche sin goce de sueldo y olvidándote de tu vida por completo por el mero gusto de hacerlo, vaya que es casi un acto heroico.
En Guadalajara 2011, estos muchachos y muchachas vestidos de playera azul y pantalón color crema han tenido que sufrir las consecuencias de la desorganización del Copag que van desde no estar bien informados de las sedes hasta aguantar los gritos de los asistentes a los eventos por falta de boletos o los reclamos de los miembros de los medios de comunicación por no tener coordinación para las conferencias de prensa.
Aunado a eso, algunos de los 12,000 voluntarios de los Juegos Panamericanos, reconocen que las sedes que les fueron asignadas les quedan demasiado lejos de sus hogares. Hasta una hora y media de camino para quien entra a las 10 de la mañana es lo que invierte en trasladarse de Zapopan a la Villa Olímpica.
Las extensas jornadas además implican estar en las instalaciones deportivas hasta por 14 horas seguidas. Después de eso, el regreso a casa y a lavar el uniforme, porque sólo tienen un pantalón, dos playeras y un suéter que les otorgó el Copag.
Y todo, absolutamente todo, lo hacen y lo aguantan sin cobrar un sólo peso. Por eso refrendo mis respetos para aquellos que día a día, pese a todo, muestran una sonrisa en cada sede panamericana. Los respeto, pero de veras, no los entiendo. Quizá porque yo no quisiera ser una de ellos.
Twitter: @sancrismas