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El riesgo es la naturalización plena del neoliberalismo. Entrevista a Rafael Lemus
El crítico cultural y ensayista Rafael Lemus ha puesto en las mesas de novedades un volumen sobre la historia cultural del neoliberalismo en México, con foco en los decenios de los ochenta y los noventa y en la participación de los grupos culturales más poderosos de entonces: los congregados alrededor de las revistas Plural y Vuelta, fundadas por el premio Nobel Octavio Paz, y Nexos. Esta es una entrevista que ofreció vía telefónica desde su casa en Fresno, California.
La economía, y no la política, es la ciencia del gobierno, escribió Wendy Brown en una reciente descripción sobre el neoliberalismo, una forma de pensamiento que impone características económicas y mercantiles a todas las facetas de la vida y donde las naciones son consideradas sólo mercados y nodos del sistema financiero global. La economía es, con su base de saber técnico y con fines supuestamente neutros, la racionalidad del poder.
Lograr la imposición de la economía sobre la política, y naturalizarla entre los ciudadanos, escribió Brown, filósofa y catedrática de la Universidad de California en Berkeley, requirió de la implantación de un discurso “expresa e intencionalmente antipolítico”, que privilegie la gobernanza y se convierta en una lengua franca para instituciones públicas, corporaciones privadas, escuelas, organizaciones civiles, grupos culturales “y, ciertamente, de toda empresa pública y privada” (El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo, Malpaso, 2015).
El neoliberalismo difunde y naturaliza el concepto del homo economicus como sustituto del homo politicus, en una sociedad que pivota sobre la idea del éxito material, la consecución de beneficios económicos y el emprendimiento individual.
Sobre la difusión y naturalización de esa racionalidad económica en México trata el nuevo libro de Rafael Lemus (Ciudad de México, 1977), crítico cultural y ensayista que enseña literatura en la California State University en Fresno. “Aquí como allá se condenaron las ideas populistas, se declaró cancelado el radicalismo político, se celebró la gestión tecnocrática, se ataron las ideas de libertad individual y libre mercado y se promovieron subjetividades ‘emprendedoras’”, escribe Lemus en Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México (Debate, 2021, 232 páginas).
El ensayo de Lemus se enfoca en la labor de los grupos culturales de los años ochenta y noventa en México como constructores de un discurso público justificatorio del nuevo pensamiento económico, que al mismo tiempo los acercó a la nueva élite del poder, tecnócrata y con base académica: Miguel de la Madrid (presidente de 1982 a 1988) y, sobre todo, Carlos Salinas de Gortari (1988 a 1994).
Antes que la revisión de teorías económicas y su incorporación en la vida cotidiana, Breve historia de nuestro neoliberalismo es una cartografía intelectual sobre los grupos culturales más poderosos del periodo analizado y su esfuerzo, consciente o no, de justificar una nueva racionalidad económica encubierta de apertura democrática. Además, se ofrece el caso de dos anomalías que abollan la hegemonía del discurso neoliberal: la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, de categorías políticas inclasificables, y la literatura del escurridizo Carlos Monsiváis en dos momentos clave: sus crónicas sobre la sociedad civil y su revisión al final de su carrera del liberalismo del siglo XIX y sus respectivos héroes.
1. El neoliberalismo en 2021
—La mejor herramienta del neoliberalismo es la internalización de su racionalidad, de su lógica económica y mercantil sobre todas las facetas de la vida. En ese sentido, ¿cómo opera el supuesto discurso antineoliberal de López Obrador?
—La mayor victoria del neoliberalismo es quizá haberse vuelto inevitable e invisible. No sólo destruyó los modelos económicos anteriores, no sólo sofocó las alternativas económicas, políticas y sociales durante décadas, sino que reconfiguró el mundo y en particular la economía y hoy parecería que es, si no imposible, sí muy arriesgado transformar el modelo económico dado que en la transformación podría venirse abajo lo que se construyó con el neoliberalismo.
El teórico Colin Crouch ha dicho que estamos viviendo la extraña no-muerte del neoliberalismo. Por un lado, el neoliberalismo parece haber muerto en el sentido de que su promesa económica se perdió hace mucho, ha sido repudiado teórica y políticamente y de algún modo continúa ya no como promesa, sino como condena.
En este sentido, López Obrador llega a un país completamente neoliberalizado y está obligado a jugar bajo las reglas del neoliberalismo. Ha sido desde siempre muy combativo en su discurso contra el neoliberalismo, pero como presidente me parece que ha resultado muy poco efectivo, ya no para tumbar al neoliberalismo, sino para siquiera interrumpirlo o atenuarlo. A veces me parece más bien lo contrario…
—En el epílogo de tu libro rematas con esta disyuntiva del supuesto discurso antineoliberal de López Obrador y el gran peligro de que ese discurso cierre la pinza de la internalización de la racionalidad neoliberal.
—Sí, me parece que es el riesgo que estamos corriendo, de que el neoliberalismo en México entre en una tercera etapa, la de su plena naturalización. En mi libro planteo que son tres las etapas del neoliberalismo en México. La primera que va de los ochenta a 1994, la etapa del neoliberalismo hegemónico. Las reformas económicas en ese momento parecen promisorias; se acompañan de un discurso triunfalista que crea bastante consentimiento en amplios sectores de la sociedad.
A partir de 1994, con el alzamiento zapatista, la muerte de Colosio y sobre todo la crisis financiera de finales de año, entramos a una nueva etapa donde se pierde la promesa económica del neoliberalismo. Las administraciones de Zedillo a Enrique Peña Nieto apenas si producen un discurso para justificar el neoliberalismo, pero lo continúan aplicando ya no como hegemonía —escribo en el libro— sino como dominio, a la fuerza y ante la vasta oposición de amplios, amplísimos sectores de la sociedad.
Con López Obrador parecería que quizá estamos entrando en la tercera etapa, en la que el neoliberalismo persiste, aún después de que se le ha declarado muerto. Esto lo vuelve, de algún modo, más peligroso, dado que está invisibilizado, está naturalizado, y ahora serían sus propios adversarios o sus adversarios retóricos los que están operando el modelo neoliberal.
2. Las ausencias en el libro
—El título de tu libro promete mucho más que la cartografía de momentos particulares del debate intelectual que contiene. El subtítulo, “Poder y cultura en México”, acota sus alcances. ¿Siempre fue la idea titular de esa manera?
—No, para ser sincero no. Siempre dudé sobre el título, que al final entre las distintas opciones, yo y los editores elegimos este y a mí me parece honesto, dado que en el libro se sostiene que el neoliberalismo es en su origen una teoría económica, pero es mucho más que eso y es ante todo una ideología, una ideología que pretende transformar todos los órdenes de la existencia y para ello tiene que producir, debatir, antagonizar con signos, con discursos, con imágenes... El neoliberalismo es una teoría económica, pero es también desde el principio un fenómeno cultural.
—Los medios de comunicación nacidos en el primer periodo neoliberal, bajo nuevas lógicas empresariales y en pleno momento de transformación política —hablo sobre todo de La Jornada, a mediados de los ochenta; El Financiero y El Economista, a finales de los ochenta, y Reforma, a principios de los noventa— aparecen apenas tangencialmente. ¿Será que no tuvieron nada que ver con el rechazo o implantación de la nueva racionalidad?
—Desde luego tienen que ver, pero mi libro, el grueso del libro, intenta concentrarse en hacer un estudio del campo cultural mexicano y de ciertas figuras intelectuales, en particular escritores y revistas culturales. Entonces estos medios aparecen, me parece, en tensión o en alianza con estos grupos intelectuales que yo reviso.
En el libro me refiero a la ampliación de la esfera pública mexicana y cómo esta ampliación de la esfera pública, en la que de pronto participan más medios y más voces, altera sustancialmente el trabajo intelectual y la figura del intelectual público que veníamos arrastrando desde hace mucho tiempo. Figuras como Octavio Paz, que se jactaban de ser poetas humanistas, que rara vez convivían con académicos o funcionarios, tienen que aceptar convivir con tecnócratas, con opinólogos y participar en estos nuevos medios de comunicación, en estas nuevas tribunas.
Se podrían hacer múltiples capítulos al respecto, revisar otras figuras, ver el papel de estos medios de comunicación, de la prensa, las televisoras, en este proceso de reconversión neoliberal del país.
—Hay pocos empresarios y grupos corporativos privados en tu libro. Se menciona a Lorenzo Zambrano, a Azcárraga, se cita a Jenkins, se recuperan los trabajos de Andrew Paxman y Escalante Gonzalbo. Pero parece todo. ¿Por qué están fuera explícitamente?
—No es explícitamente. Es, otra vez, porque el foco del libro está en el campo cultural, en ciertos actores del campo cultural, ciertas tensiones y polémicas a su interior. Entonces, de pronto aparecen por ahí estos grupos empresariales, como de pronto aparecen por ahí otros medios, pero nunca con protagonismo, sino en relación con estas figuras intelectuales que son las que yo estoy analizando.
3. El papel de los intelectuales
—¿Cuánta influencia social tuvo la trilogía Paz-Zaid-Krauze?
—Es siempre difícil evaluar el impacto de las ideas en los productos culturales en la sociedad. No es algo que se pueda medir, que se pueda cuantificar, que se pueda presentar en una gráfica, así que es siempre especulación. Yo, desde las humanidades, creo que las ideas, las imágenes, los signos, tienen efectos materiales. Me parece que todos los que estamos haciendo humanidades compartimos más o menos esa idea; qué tanto, quién sabe.
En ese momento cultural en que los estudio a ellos, en los ochenta y en los noventa, tanto Paz como Zaid y Krauze están participando de un fenómeno cultural más amplio, que es el del neoliberalismo. No son ellos, desde luego, los únicos que están formando nuevos relatos históricos, que están naturalizando y adaptando las ideas del neoliberalismo. Ellos son parte de este proceso y son una parte importante, no son escritores al margen.
Paz es el escritor central. En su momento tiene una revista, tiene un grupo a su alrededor, es Premio Nacional de Literatura, en algún momento recibe el Nobel. Está lleno de prestigio y eso hace que su opinión signifique más y altere las opiniones de otros, no sólo lectores, sino de otros que están también produciendo discurso, otros escritores, otros periodistas, otros opinólogos, incluso otros funcionarios.
Yo no me imagino el giro neoliberal en México sin la colaboración de ellos. No me imagino la efectividad del giro neoliberal durante De la Madrid y sobre todo durante Salinas de Gortari sin la deliberada participación de ellos, produciendo discurso para el régimen y creándole enemigos a modo también a ese mismo gobierno.
—¿Estas “capillas” de intelectuales a favor de la nueva racionalidad económica y política han perdido poder?
—La figura del intelectual público, el peso del intelectual, de la figura del intelectual y de los grupos intelectuales ha perdido fuerza y tiene que ver, ante todo, con el fenómeno de la ampliación de la esfera pública. Al ampliarse la esfera pública se difumina el poder de ciertas figuras claves, dado que son más los que están participando.
La figura del intelectual ha perdido relevancia, pero sigue ocupando espacios para enunciar su discurso, muchos le siguen reconociendo un tipo de autoridad, cierta autoridad moral y los intelectuales siguen siendo también aprovechados por distintos tipos de poderes, estatales, empresariales.
—Hay un largo periodo no descrito a profundidad en tu libro, el que va de finales de los noventa al 2018, con la elección de López Obrador. Esa etapa aparece en tu cartografía sólo con el trabajo de Monsiváis sobre el liberalismo del siglo XIX. ¿Qué pasó en esos primeros años del siglo XXI? ¿Nada para documentar?
—Desde luego que lo hay, siempre lo hay. Otra vez, siempre hay que acotar, hay que delimitar un objeto y temporada histórica para un libro y pues yo me concentré en ciertos objetos, en particular en dos décadas, los ochenta y los noventa, desbordándome al final un poco ya a los dosmiles, pero desde luego hay asuntos que pensar. Letras Libres sería uno, que no es exactamente lo mismo que Vuelta y merece, quizá, su estudio aparte.
Un momento que me parece fundamental es el de las fiestas del Bicentenario en 2010. Tendrá que ser pensado, dado que es un momento en el que se muestra una carencia de relato nacional. Se ven unas administraciones panistas, conservadoras, obligadas a celebrar a una nación en la que ya no creen del todo, a la que ven más bien como una economía. Tienen que celebrarla, además, poniendo en movimiento figuras e imágenes que ellos no entienden y de pronto detestan.
Un capítulo que me quedé con ganas de escribir —pero, otra vez, se tiene que acotar— es sobre todos estos productos entre comerciales y culturales que surgen en los ochenta y en los noventa y que son muy importantes para la razón neoliberal, como los libros de superación personal, las novelas de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, los libros de Luis Pazos. Cómo todos estos objetos que están alrededor intentando transformar las subjetividades de los ciudadanos y que en muchos puntos coincide con lo que están haciendo las grandes figuras de intelectuales.
Si uno lee al mismo tiempo a Luis Pazos y a Gabriel Zaid uno va a ver la sofisticación intelectual de Zaid, pero en el fondo notará que los acuerdos ideológicos entre los dos son muchísimos.
4. ¿Tu libro es una ruptura pública?
—¿Tus descripciones son un rompimiento con Letras Libres y el grupo de Krauze? ¿El libro es un manifiesto? ¿Qué reacciones esperas?
—El libro no es un manifiesto y no es un rompimiento. Yo rompí con Letras Libres hace tiempo. Como sabes, publiqué durante varios años en la revista. Fui secretario de Redacción, creo que de 2008 a 2010, en algún momento, ahora no recuerdo, 2013 o 2014, publiqué una carta rompiendo ahí sí con la revista, pidiendo que se me sacara del Consejo de Redacción. Esa ruptura ocurrió tiempo antes, sencillamente te diré soy un crítico cultural y pensar la cultura en México de los ochenta al presente supone, entre otras cosas, pensar Vuelta, Letras Libres, Nexos, Paz, Krauze, Aguilar Camín y las distintas funciones que ellos han jugado, las distintas alianzas que han tendido con las administraciones, con el poder en turno.
—¿Qué respuesta del público esperas de tu libro?
—Mi libro tiene distintos objetivos y me gustaría que se cumplan algunos de ellos en distintos lectores. Que se vea que el neoliberalismo existe, a pesar de que algunos los están negando; desde luego, demostrar una temporada neoliberal en México, que se puedan ver ciertas peculiaridades del giro neoliberal en el país, que se entienda mejor la manera en la que figuras intelectuales participaron y se opusieron a esta reconversión neoliberal del país; que ciertas investigaciones hemerográficas, bibliográficas, que hice con cuidado puedan ayudar en el futuro para otros estudios sobre este mismo ciclo histórico. Como ves, no demasiado.