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2 de julio
Han pasado 18 años de la primera participación de Andrés Manuel López Obrador en una elección presidencial. Alguna vez fue calificado como “el día más importante de nuestra historia contemporánea”, esa fecha marca el punto de inflexión de la transición política y su inesperada resultante: la consolidación de Morena como la fuerza partidista hegemónica a costa del debilitamiento —casi exterminio— del PRI, del PAN y del PRD.
Sin que pudiera cantarse al ganador, tras del cierre de las casillas, finalmente Felipe Calderón Hinojosa fue declarado candidato triunfante con una ventaja de apenas 250,000 sufragios (0.56% de la votación válida emitida) más que AMLO. Ni entonces ni en su segunda aparición en la boleta presidencial, el político tabasqueño reconoció su derrota.
(“Perdí”, le atribuyó el historiador Carlos Tello Díaz en su reconstrucción remota de esa jornada —Planeta, 2007—, lo que desató una furibunda réplica de Federico Arreola y José María Pérez Gay, quienes acompañaron a AMLO en esas horas aciagas).
Al igual que hace 18 años, la oposición recurrió a versiones inverosímiles para materializar las determinantes de su derrota: de la sustitución generalizada de funcionarios de casilla y la compra de representantes generales, a la manipulación, por medio de un algoritmo, de los números tempranos del PREP...
Para explicar la derrota en el 2024, entre las argumentaciones más populares resaltan dos: la más desopilante versa sobre la emisión de millones de “votos ilegales”, presuntamente de inmigrantes centroamericanos que favorecieron al oficialismo... ¿reclutados por el crimen organizado? Otra, igual de ominosa, involucra transferencias directas de la Tesorería de la Federación a miles de personas de la tercera edad, que involucra a instituciones bancarias de distinta envergadura.
A diferencia del 2 de julio del 2006, hace un mes México no resolvió una contienda reñida. Y por más que los simpatizantes de Xóchitl Gálvez objeten la integridad de la elección y alimenten teorías conspirativas, las sombras sobre el rumbo democrático del país están lejos de la veracidad del resultado electoral. Los votos del 2 de junio del 2024 fueron contaron escrupulosamente por la autoridad electoral y el resultado favorece indubitablemente a Claudia Sheinbaum. No hubo fraude.
En el frente antiAMLO ya están en la fase de análisis de lo ocurrido hace un mes. La cúpula panista hizo un primer ejercicio el pasado fin de semana, en el seno de su Consejo Nacional. Y en lugar de culpar a Marko Cortés, asumieron una responsabilidad compartida: en su falta de claridad ante la opinión pública sobre el carácter “irregular” de la contienda, con el Ejecutivo federal como coordinador de facto de la campaña de la candidata oficialista y con gobernadores y secretarios de Estado como operadores y financiadores de Morena, mientras que cerca de 25,000 servidores de la Nación formaron un ejército electoral que resultó imparable en su operación terrestre.
Efectos secundarios
PRESIONES. A mediados de la última semana de junio, en el piso 3 de la sede central de la Conagua, elementos de la Policía Bancaria encargados del resguardo de esas instalaciones sometieron a media docena de empleados de la dependencia —entre ellos un gerente— a una “supervisión de rutina” (sic) y por instrucciones de la subdirectora de administración del agua, Norma Espíndola, los despojaron de sus objetos personales y obligados a permanecer en el inmueble. ¿Será que la funcionaria pretende culpar a otros de los enormes rezagos que ha provocado desde su llegada a esa posición? Hace cinco años y medio, en esa área había 120,000 trámites pendientes, ahora hay más de 200,000.