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Banalizar la protección de datos sólo puede explicarse desde la ignorancia o la manipulación: Isabel Davara
Banalizar el uso de datos personales y de datos personales biométricos sólo puede explicarse desde la ignorancia o la manipulación, escribe Isabel Davara, abogada especializada en protección de datos personales, en el contexto de la reciente reforma a la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR) que obliga a construir una base datos masiva con datos biométricos de todos los usuarios y titulares de líneas de telefonía móvil en México.
El tratamiento de datos personales puede matar, advierte Davara, citando la obra reciente de Carissa Véliz: Privacy is Power. Why and How You Should Take Back Control of Your Data (Penguin, 2021).
Davara, fundadora de Davara Abogados, me hizo llegar estos comentarios sobre la reforma, que, por su considerarlos de interés público, comparto íntegros a continuación:
Cuando los nazis invadían un país, lo primero que hacían era ir al censo poblacional. Cuando invadieron Holanda, su censo poblacional incluía el dato de religión, y eso llevó a que el 73% (el porcentaje más alto de Europa) de los judíos holandeses fueran llevados a campos de concentración (de 140,000, más de 107,000 fueron llevados al campo y 103 fueron asesinados).
Cuando los nazis llegaron a Francia, al no contar su censo con el dato de religión, le encargaron la tarea a René Carmille, sin saber que éste pertenecía a la resistencia. Carmille manipuló la máquina de computación utilizada para los registros de identificación para que no procesaran la respuesta sobre religión.
Carmille murió en un campo de concentración tres años después. Pero sus acciones evitaron que 75% de los judíos franceses acabaran en campos de concentración, explica Carissa Véliz en su reciente obra Privacy is Power.
Fueron cientos de miles de vidas salvadas por una persona que decidió no hacer un tratamiento de datos tóxico, ilícito, ilegal y desproporcionado en términos de legislación.
El derecho a la protección de datos personales es un derecho humano de tercera generación, porque el objeto de su protección es la libertad y dignidad humanas. Persigue el objetivo de proteger los derechos y libertades de las personas. No se centra exclusivamente en la protección de datos, sino en la de los individuos, siendo el tratamiento lícito de los datos de los individuos una herramienta, una llave, para conseguir una meta: la protección de la libertad y dignidad humanas.
Siempre ha habido tratamiento de datos personales, pero la introducción de tecnologías aplicadas a dicho tratamiento hacen aún más exponencialmente peligroso dicho tratamiento.
Banalizar o minusvalorar la peligrosidad del tratamiento de datos personales sólo puede explicarse desde la ignorancia o la manipulación.
El reconocimiento, identificación o detección de categorías especiales de datos, como las características propias, comportamientos o emociones de una persona, son una violación al derecho a la dignidad.
La dignidad humana es inviolable. Todos los derechos humanos derivan de la dignidad humana. El impacto de lo que la gente percibe como tecnologías de vigilancia en sus vidas puede ser tan significante que afecte su posibilidad de vivir una vida digna. El uso de datos biométricos, como por ejemplo el reconocimiento facial, conlleva que la gente limite sus derechos y libertades, al evitar acudir a lugares, o al evitar expresarse libremente, en caso del reconocimiento de voz.
El tratamiento de datos biométrico es tan intrínsecamente intrusivo, y conduce tan frecuentemente a la vigilancia masiva, que debe ser específico e indefinidamente prohibido. Cualquier tratamiento ilícito de datos biométricos que interfiere con el derecho a la privacidad, por no tener una justificación adecuada, contribuye a la vigilancia masiva, incluso no intencional.
El tratamiento de datos personales, dice Véliz, puede matar.
Si hay algo seguro en la Historia, dice la autora Véliz, es que se repetirá. Y más teniendo en cuenta lo reciente de los hechos.