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Opinión

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Cambio de reglas (I)

Para efectos del desarrollo económico, las reglas importan. Cómo estén diseñadas, cómo se aplican y qué sucede cuando se violan, es sin duda el principal elemento para determinar si el conjunto de incentivos que se derivan de ese conjunto de reglas está o no alineado con el objetivo deseado y si éste será alcanzado.

Partiendo de que el objetivo es un mayor nivel de desarrollo económico que además de un alto y creciente nivel de ingreso (absoluto y por habitante) incluye otras variables que engloban un concepto amplio de bienestar como son calidad de la educación y los servicios de salud, la calidad de la infraestructura urbana y del medio ambiente, seguridad personal y patrimonial, etcétera, es que es crucial diseñar y aplicar un conjunto de reglas eficiente, entendiendo esto como aquellas que permiten que los precios reflejan la escasez relativa de los factores de la producción y generen, en consecuencia, los incentivos para que éstos se asignen de acuerdo a las ventajas comparativas que se posean, tanto sectorial como regionalmente.

Las crisis macroeconómicas durante los gobiernos de Echeverría y López Portillo dejaron en claro que era imposible continuar con el conjunto de reglas que incentivaban el “desarrollo hacia adentro” como fue el modelo que prevaleció desde finales de la década de los cincuenta y hasta mediados de la de los ochenta. La crisis de la deuda externa en 1982 y la consecuente pérdida del acceso al mercado internacional de capitales, fueron el detonante para cambiar de manera drástica las reglas del juego y el modelo de desarrollo. Fue así que en 1986 se decidió llevar a cabo una apertura unilateral de la economía sujetándose a las reglas del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, misma que se profundizó en 1988 como parte de un programa heterodoxo de estabilización macroeconómica.

La apertura económica cambió drásticamente los incentivos para la asignación sectorial y regional de recursos. Sectorialmente, renglones de actividad económica que habían existido y crecido únicamente gracias a la protección comercial que recibieron durante las décadas de los sesenta y setenta pero en los cuales no había ventajas comparativas, se contrajeron y algunas incluso desaparecieron. En su lugar, ramas de actividad en las cuales había ventajas comparativas se expandieron, utilizando los recursos expulsados de aquellos sectores que se contrajeron más y, esto es de lo más importante, nuevos recursos que se crearon por los incentivos generados para tener una mayor inversión.

Por la apertura también hubo un significativo cambio regional en la asignación de recursos. Así, la industria manufacturera que durante la época del “desarrollo hacia adentro” se concentraba en los tres grandes centros urbanos (la zona metropolitana de la Ciudad de Mexico, Guadalajara y Monterrey) migró hacia las regiones centro y norte del país para aprovechar que la apertura misma hacía de las exportaciones manufactureras una de las principales fuentes de crecimiento y que Estados Unidos era el destino natural de tales exportaciones. La reasignación regional implicó también que la Ciudad de Mexico transitara y se consolidara como una ciudad de servicios mientras que los estados del sur del país, con poca y mala infraestructura de comunicaciones y transportes y muy bajos niveles y calidad del capital humano de su población, quedaron desconectados del cambio estructural y estancados en el proceso de desarrollo.

Los beneficios derivados de la apertura unilateral sin duda pudieron haber sido mayores de haberse expandido el cambio estructural hacia el sur del país y de haberse erradicado un pernicioso y muy corrupto sistema de apropiación de rentas derivado de una excesiva y deficiente regulación de los mercados que imponía altas barreras de acceso que encareció la movilidad sectorial y regional de los recursos.

Le faltaba a este proceso de apertura un elemento adicional que permitiese incrementar y consolidar los beneficios hasta entonces obtenidos. Este elemento era la ausencia de la garantía jurídica de que la apertura no sería revertida y que en caso de que así fuese los costos serían inaceptablemente elevados. Esta garantía, que significó un nuevo conjunto de reglas del juego fue la firma y entrada en vigor del TLCAN y que en su forma actual, el T-MEC, está en grave peligro por un presidente que cree que es posible regresar a un supuesto pasado glorioso que en realidad nunca existió (Continuará)...

Twitter: @econoclasta

Economista y profesor. Caballero de la Orden Nacional del Mérito de la República Francesa. Medalla al Mérito Profesional, Ex-ITAM.

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