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Coexistencia
El principio según el cual un adversario político es un ente legítimo que tiene derecho a existir y luchar por el poder en el marco de un estado democrático, no es hoy un valor aceptable en el oriente musulmán, ni tampoco en el discurso populista occidental que asume la existencia de una verdad única e incuestionable en manos del caudillo en turno. Con sus diferencias dentro del contexto de culturas diferentes, en ambos casos se trata de expresiones autoritarias y excluyentes que implican necesariamente la extinción del diferente.
Por ello la fascinación de populistas como Maduro, Petro, o el argentino Fernández con la causa palestina de Hamás que demanda una patria “del Río Jordán al mar Mediterráneo”, y cuya consecuencia sería la desaparición de Israel y la muerte para millones de judíos que habitan ese país.
El fundamentalismo islámico y el populismo latinoamericano y también el europeo tienen un denominador común: la intolerancia absoluta para con los que son considerados adversarios ilegítimos que deben desaparecer de una u otra forma. Es el mundo de un solo color en donde no hay espacio para el diferente en una reconstrucción del totalitarismo que en el siglo XX llevó a la muerte a millones de seres humanos.
No se trata aquí de encontrarle una solución al conflicto palestino-israelí cuya única salida es la coexistencia de un Estado Palestino al lado de Israel, sino de justificar un antisemitismo ancestral según el cual los judíos representan una amenaza mundial que debe de ser desaparecida de la faz de la tierra. Los populismos y el fundamentalísimo islámico coinciden en esa posición excluyente que aglutina a los adversarios y a los diferentes en una bolsa común de enemigos cuyo aniquilamiento está plenamente justificado.
Sí, estamos ante una guerra de la civilización occidental democrática respetuosa de los derechos humanos y la pluralidad de opciones, frente al totalitarismo islámico que, como el nazismo en su momento, cuenta con simpatías entre aquellos que como el movimiento feminista o la izquierda latinoamericana, serían exterminados en un mundo dominado por el fanatismo religioso.
La tragedia de la población de Gaza sometida al control político-ideológico de Hamás y al asedio de un ejército israelí cuyo objetivo no es cobrar venganza por la matanza indiscriminada de civiles el pasado 7 de octubre, sino evitar la repetición del crimen, es la de un grupo humano ubicado en el ojo de un huracán para el cual no hay refugio alguno en este momento.
La coexistencia entre diferentes es la única posibilidad de convivencia pacífica y esto no entra en la mente de populistas y fundamentalistas. Ahí no hay salida.