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Opinión

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¡Despoblación por causa del narco!

La huida en búsqueda de protección y en el extremo de la conservación de la vida ha dado lugar a un panorama de “pueblos fantasmas” en la región.

En el imaginario colectivo, la herencia más tristemente célebre que quedará del gobierno de la 4T será la proclama presidencial de “abrazos, no balazos”. ¿Abrazos a la delincuencia, que roba, viola a mujeres indefensas, secuestra, extorsiona y asesina sin misericordia? ¡Aunque usted no quiera creerlo, querido lector! Pero el muy grave deterioro sufrido por la seguridad en lo que va del sexenio ha tenido repercusiones de gran daño social. Una entre muchas: la despoblación forzada por la violencia del narco en al menos 10 municipios del norte de Nuevo León, limítrofes con Tamaulipas. (Reforma, domingo 17 de marzo).

El caso es de suma gravedad. Al respecto, me permito citar textualmente del reportaje periodístico que inspiró esta entrega: “Acosadas por ejecuciones, balaceras, secuestros, robos y cobros de piso, decenas de comunidades e, incluso las cabeceras municipales, han registrado una salida de familias constante y silenciosa...”. Funcionarios estatales y locales, que por obvias razones de seguridad personal, solicitaron permanecer en el anonimato, explicaron que en algunos de los municipios afectados la población ha descendido hasta en 80 por ciento. La huida en búsqueda de protección y en el extremo de la conservación de la vida ha dado lugar a un panorama de” pueblos fantasmas” en la región.

Lo más importante en el fenómeno, y que apenas se toca, indirectamente, en el reportaje citado, son las implicaciones distributivas y de equidad implícitas en ese éxodo forzado, carente de cualquier evocación bíblica. No son los magnates de Monterrey los que han sido obligados a la huida. Ni tan siquiera las clases medias, “despreciables aspiracionistas”, los amenazados por el narco, sino familias de pueblo, sencillas, humildes, sufridas. De manera impactante, un habitante de uno de los municipios afectados, Los Aldamas, explicó su tragedia y por qué tuvo que emprender, con su familia, las de Villadiego: “Pobres siempre hemos sido, pero violentos, con drogas, amenazas, balaceras, presiones, eso no…”. Y remato su testimonio: ¡Yo, por ese me fui!

Y, obviamente, la diáspora de aquellos pobladores obligados a huir ha venido acompañada con destrucción patrimonial pare ellos y para el entorno. En tal sentido, un productor agrícola relató que muchos de los afectados están intentando “vender sus tierras ante la imposibilidad de poder aprovecharlas…”. No las pueden aprovechar, en alguna medida, a causa de las invasiones por parte “de grupos del crimen organizado”. Desde luego, de poder concretar las mencionadas ventas, tendrían que llevarse a cabo a precios muy castigados, con el correspondiente quebranto patrimonial. Pero ¿a quién le importa?

bdonatello@eleconomista.com.mx

Columnista

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